Dirán algunos que la poesía no sirve para nada pero ahí tenemos a Pablo Casado para desmentir tales asertos. El líder del PP ha vuelto de vacaciones blandiendo versos de la Divina Comedia. Impulsado por las encuestas, mientras teje ilusiones venideras, ha tomado de Dante ... el texto que el poeta fijó en el dintel de la puerta del Infierno: «Abandonad toda esperanza». Eso le ha espetado a Pedro Sánchez para dejar claro que no piensa negociar la renovación del Consejo General del Poder Judicial. Golpeó a Sánchez con el verso y añadió que quiere despolitizar la justicia, un aviso con la espada de la demagogia. Las risas se oyeron en el cielo y pudimos comprobar que en el mundo (que es una réplica del Infierno) está lleno de olvidadizos.
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Casado quiere ignorar el pasado pero no hay olvido que pueda demolerlo. Si la justicia está politizada, deteriorada y con escasa credibilidad no es porque Sánchez sea el presidente. A echarla a perder han contribuido políticos y jueces acostumbrados a invadir los territorios ajenos en función de sus intereses. Se cumplen más de mil días desde que el mandato del Consejo General del Poder Judicial caducara y no pasa nada ni a nadie se le cae la cara de vergüenza. Unos y otros se están saltando la sacrosanta Constitución a la torera. Incapaces de ponerse de acuerdo, se están riendo de toda España, en especial, quienes se parapetan en el «abandonad toda esperanza». Olvidan que dañan una democracia que también se fortalece alcanzando consensos constitucionales alejados de los intereses partidistas que hacen del «cuanto peor, mejor» su único ideario político.
También se burlan de nosotros los señores magistrados escondidos bajo sus togas y, por qué no recordarlo, tras sus sueldos. El presidente del Consejo, según la Ley 11/2020, de 30 de diciembre, de Presupuestos Generales del Estado para el año 2021, percibe 142.510,96 euros anuales y los vocales 122.908,38, trienios aparte. Pasado un tiempo prudencial sin haber sido renovados en sus cargos bien podrían los 20 miembros que lo integran haber dimitido en bloque. Esa era la mejor forma de presionar y de prestigiar la institución en vez de lanzar lamentos inútiles que solo benefician a los nombrados y a los que les nombraron pero no a la Justicia. Puede que la mezquindad abunde en la política pero también en la judicatura, negarlo es ignorar la condición humana.
En unos días se abrirá el año judicial y todos hablarán de la independencia de este poder del Estado. Carlos Lesmes, que hace mil días que debió ser relevado, meterá el dedo en el ojo al poder ejecutivo y al legislativo, en un alarde de vanidad, pero aquí hay complicidades que huelen a podrido. Dicen que la Justicia debe ser ciega pero nosotros debemos abrir los ojos que ya les vale, señorías. No nos engañen con sus infiernos.
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