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El príncipe Leopoldo de Anhalt-Köthe contrató a Bach como maestro de capilla en 1717. Pagaba bien, pero era calvinista, así que la mayoría de obras de Bach fueron profanas en esa época. Cosuchas como las seis Suites para violonchelo solo o los Conciertos de ... Brandemburgo. Pedro Sánchez tiene a James Rhodes para que le toque al piano y en camiseta el Himno de la Alegría. Miguel Ríos no habría sido peor.
Una anécdota chusca al lado del techo de gasto, tan alto como la luna. Un 53% más. Gastamos como si tuviéramos. Y no tenemos. No lo dicen desde el Gobierno (si acaso, lo pensará Nadia Calviño, que explicó a Yolanda Díaz que le podía traer los informes que quisiera, pero que la subida del SMI también subiría el paro). Lo de no tenemos lo decía un amigo mío en buenos restaurantes. Pero eso es. Kristalina Georguieva, directora general del Fondo Monetario Internacional, dijo hace meses que los gobiernos tenían que gastar. Y Pablo Iglesias (¿de cuándo iba a hacer caso si no al FMI?) lo repite como una película de Sydney Pollack. Gastad, gastad, malditos. Está entusiasmado, como el vikingo.
Sánchez detalló ayer el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia de la Economía Española. Resiliencia, cielos. El 70% de la inversión irá a la transición ecológica y la digitalización. No a los comercios, hoteles o restaurantes cerrados con sus trabajadores en paro. Lo que viene (ya tenemos la mayor caída del PIB) dudo que se compense por el dineral que van a gastar. Ojalá. Sánchez promete 800.000 puestos de trabajo. Vaya, los mismos que Felipe González en 1982. A la comparecencia de Sánchez le faltó la intro de Disney, aquella de «El mundo es cascada de colores, mágico mundo de colores…».
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