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Se tratará de un trabajo titánico complicadísimo de rematar en tan breve tiempo. Y, de hecho, en Bruselas bregan ya con la idea de que este periodo de transición del abandono del Reino Unido de la Unión se ampliará un año más. Eso, si Londres pide la moratoria, lo que debe hacer no más tarde de junio.

Es cierto que el sábado 1 de febrero, con la bandera británica arriada de las instituciones comunitarias y la enseña europea de las anglosajonas, el sol salió para todos y la vida continuó con su bendita rutina. Pero también fue el primer día de un sprint apremiante para impedir el peor de los escenarios posibles: que las negociaciones de un nuevo tratado fracasen y los bloques retrocedan a una relación basada en las meras reglas de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Con ese as bajo la manga juegan ambas partes, convencidas de que será la otra la que peor saldría parada.

Y todo este enrevesado proceso estará muy condicionado por la política, puesto que la isla se hizo más isla la medianoche del 31 de enero y ha de conjurar su aislamiento con nuevas alianzas internacionales. La cuestión es hacia dónde tirará: hacia la UE, su aliada durante 47 años, lo que facilitaría los pactos económicos, o hacia Estados Unidos, lo que la alejaría todavía más de Europa.