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El matemático de la Universidad de Bath, Kit Yates, ha hecho el cálculo y asegura que todo el coronavirus que circula por el mundo cabe en una lata de refrescos. Yates ha hecho sus cuentas, y como se sabe que el diámetro del virus es ... de unos 100 nanómetros y que hay unos dos trillones de partículas del SARS-CoV-2 en el mundo, caben todas ahí dentro. Ahí están todos los bichos, el virus de Wuhan y las variantes británica, nigeriana y brasileña; tiene que ser esa lata como el piso de un Erasmus. Es alucinante y complicado meterse eso en la cabeza, comprender que el culpable de toda la pesadilla en la que vive inmerso el planeta ocupa un espacio, según dice el matemático, «aún menor que el de una lata de bebida de 330 mililitros». No hay manera de entenderlo y si pienso mucho en lo absurdo que es me entra una especie de angustia, como cuando de pequeño pensaba en el universo y en lo que había antes del Big Bang. Para olvidar esas magnitudes imposibles me acuerdo de las latas de Torrente cuando se va con Rafi (Javier Cámara) a hacer prácticas de tiro a un descampado. Ponen las latas sobre un tronco y Torrente no acierta ni un disparo, así que coge una metralleta y revienta todo espantando a una familia que estaba de comida campestre bajo unos pinos y que acaba saliendo despavorida, un desastre.

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