Adoctrinado por sí mismo en el odio contra Occidente y sus valores, había creado varios perfiles en las redes sociales, desde donde amenazaba y compartía contenidos del Daesh que incitaban al terrorismo. Como un retrato robot, la mayoría de los 25 yihadistas detenidos en España ... en los últimos meses -desde enero de 2022 hasta marzo de 2023- coinciden en sus prácticas. Este viernes la Policía Nacional ha detenido a otro eslabón de esta cadena de lobos solitarios, empotrados en una maquinaria que se retroalimenta en internet.
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Se trata de un hombre de nacionalidad española establecido en Mallorca, pero sin domicilio fijo, que estaba en el radar de los agentes desde hace seis meses, cuando le detectaron por primera vez. Se hacía llamar «muyahidin» y «sicario de Alá». A principios de este año intentó trasladarse a Sudán, pero le interceptaron en Egipto y le regresaron a España. Tenía «cientos de seguidores», indica la Policía Nacional, y sus mensajes se habían «multiplicado en las últimas semanas», hasta que en un último mensaje «incitaba de manera directa a cometer un atentado contra los policías». Ante la precipitación de sus intenciones, actuaron.
Dos semanas antes de que Yassine Kanjaa apuñalara a un cura y matara un sacristán en Algeciras, después de lanzar amenazas en iglesias cristianas, la Policía Nacional había detenido a dos individuos radicalizados a 300 kilómetros de allí. Acusados de integración en organización terrorista y adoctrinamiento activo, actuaban en El Ejido (Almería), donde residían y desde donde difundían «material radical y violento de corte yihadista», indican los investigadores. Como bombas de relojería, estaban bajo el radar de las autoridades desde el verano anterior.
Ambos habían jurado lealtad a los líderes del Daesh y estaban «plenamente adheridos a los postulados ideológicos de la organización terrorista, interiorizando sus mensajes mediante un intenso proceso de auto-adoctrinamiento», indica la policía. Además, de forma telemática, los dos hombres de origen marroquí difundían sus mensajes y se preparaban para viajar al Sahel, donde podrían recibir entrenamiento militar en esta región africana donde los grupos radicales se han hecho fuertes.
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Días después del atentado en Algeciras -en el que el terrorista mató con un machete a un hombre en la Iglesia Nuestra Señora de la Palma-, se neutralizaba a otro radical en Girona. Español de origen marroquí responde a un «perfil de gran violencia y agresividad», con varias identidades en redes sociales desde las que apoyaba al Daesh, descargaba manuales para fabricar, adquirir y usar armas y explosivos. Asiduo, como los otros, a observar ejecuciones, se había centrado en los ataques con arma blanca.
El año pasado las operaciones policiales capturaron además a 20 yihadistas en varias zonas españolas: Murcia, Cataluña, Madrid, Ceuta, Melilla o Andalucía. Comenzó con la detención de un hombre que era buscado en Francia, donde habría estado involucrado en un atentado y tenía antecedentes por «delitos comunes». Unos días después actuaron en Algeciras, la misma ciudad donde se produjo el atentado de esta semana, contra el «líder de un grupo cerrado y exclusivo» dedicado a la captación y adoctrinamiento de individuos para radicalizarlos.
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Junto a este hombre, cuyos pasos se seguían desde hacía 18 meses y se habían detectado sus «reuniones clandestinas para visionar material terrorista», fueron apresadas otros tres cómplices en Murcia. La captación había comenzado con dogmas religiosos para luego «evolucionar como adoctrinador de los postulados más radicales y violentos de la organización terrorista Daesh», según la Policía Nacional. En los registros se incautaron de material de «extrema crudeza», escondidos en cuatro domicilios y en un camión de mercancías.
Este tipo de elementos de propaganda terrorista en ocasiones incluye instrucciones para la fabricación de explosivos, como el localizado en una taquilla de un centro comercial de Madrid, cuando se detuvo a otro radical. El «converso de nacionalidad española» vivía de okupa y ya había sido detenido un par de años antes por enaltecer a los yihadistas y ofrecerse a combatir en Siria. Bajo vigilancia policial desde entonces, en abril ingresó en prisión.
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Ante la incapacidad para acoplar células operativas y desapercibidas y sin potencia para atentados de cierta sofisticación insuflaban el odio para provocar mortíferos ataques con cuchillos o vehículos, la mayoría de captadores detenidos hacían llamados intencionados a los «lobos solitarios», como en el caso de otro conjurado del Daesh, detenido en junio por difundir material radical y violento en Vespella de Gaia (Tarragona). Una investigación había detectado su peligrosidad en enero, al animar a cometer atentados y decapitaciones. Con antecedentes penales por delitos contra las personas, empleaba medidas de seguridad y despiste como cambios constantes de residencia, siempre de okupa en «viviendas deshabitadas y aisladas de los núcleos urbanos, que le permitieran tener un mejor control del exterior».
En estas operaciones que se realizan con la colaboración de otras fuerzas de seguridad como la inteligencia marroquí (DGST), Europol, FBI, CNI y otras policías europeas y locales, se logró parar el año pasado a un combatiente yihadista retornado de Siria. Con formación militar y experiencia de guerra desde 2014 a las órdenes de Al Qaeda, había cruzado la frontera de manera ilegal por la ruta de los Balcanes desde Turquía. Se escondió en Mataró (Barcelona), donde este sujeto de nacionalidad marroquí tenía vínculos familiares y había vivido antes de partir a la zona de conflicto. Entre estos retornados que han caído en territorio español en años anteriores se cuenta con un yihadista británico cuya fotografía sujetando una cabeza humana recién cercenada era uno de los emblemas terroristas en redes.
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El gran golpe se dio en octubre, cuando se arrestó a once personas vinculadas al Daesh en una operación que se realizó en Melilla y Granada a la vez. Los detenidos, entre ellos dos mujeres, «creaban, editaban y difundían contenidos audiovisuales de carácter radical en las redes sociales». Con estos materiales captaban jóvenes en la ciudad autónoma, primero de forma virtual, para luego conocerlos en persona. «Este material incitaba a la comisión de acciones violentas», refrenda la Policía Nacional, que desplegó dos operaciones bautizadas como Talikodos y Marzu.
De los once que fueron puestos a disposición de la Audiencia Nacional, ocho ingresaron a prisión provisional. El año cerró con el arresto de otro yihadista en Blanca (Murcia), que «consumía y compartía material de extrema radicalidad». Decía, como otro tantos sujetos con estos perfiles violentos, que quería convertirse en «mártir».
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