Vox afronta los últimos catorce meses previos a las elecciones generales, si no media adelanto, en su peor momento desde que irrumpiese en el panorama político. Las expectativas desbordantes que desprendían los de Santiago Abascal tras cosechar 52 escaños en los comicios de hace tres ... años han dado paso a la incertidumbre sobre el futuro de la formación. Los acontecimientos acaecidos en los últimos meses explican en gran medida cómo la tercera fuerza partidaria en el Congreso ha llegado a este punto, con un declive paulatino en las encuestas y sin conseguir acaparar protagonismo alguno en los principales debates que están marcando el paso de la agenda política.
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El punto de partida de la línea descendente que los de Abascal no son capaces de dejar atrás se sitúa en las elecciones andaluzas del pasado 19 de junio. Las esperanzas depositadas en aquellos comicios hicieron del resultado cosechado -100.000 votos más que en 2018, pero el PP consiguió una histórica mayoría absoluta- un fracaso mayúsculo. La formación de ultraderecha pretendía reeditar la jugada de Castilla y León, donde consiguió entrar en el Ejecutivo junto a los populares. Pero en esta ocasión estos últimos lograron lo que se les había resistido en el resto de territorios: cambiar el paso de la marcha y salir reforzados de una batalla electoral con Vox.
La sucesión de hechos desde entonces dibuja un partido descolocado y sin apenas capacidad de reacción. Macarena Olona, que había sido candidata a la Junta, decidió dimitir tras los comicios alegando problemas de salud. Pero tan solo un mes después quiso volver y solicitó una reunión a Abascal mientras crecía la hipótesis de una escisión. La cita no se celebró y el pulso ha desembocado en una guerra sin cuartel entre la dirección y Olona.
La ex portavoz parlamentaria ha denunciado en este tiempo falta de democracia interna y dado a entender que su marcha se debió a una guerra sucia emprendida por otros dirigentes contra su figura. Un fuego que, si bien es cierto que en las últimas fechas ha decrecido, amenaza con reavivarse en breve. El pasado viernes la exdirigente de Vox anunció que esta semana próxima presentará en Madrid su nuevo «proyecto político».
De hecho, uno de los nombres a los que Olona señaló por maniobrar contra ella, Javier Ortega Smith, fue relevado a principios de este mes como secretario general de la formación y reemplazado por el líder en Cataluña, Ignacio Garriga. Por primera vez, las disensiones internas obligan a mover ficha internamente a un Abascal que hasta ahora seguía rodeado de casi la totalidad del equipo que vio nacer y propulsarse a Vox. Y esta misma semana también ha salido del partido el que fuera vicesecretario de Organización y mano derecha deOrtega Smith, Tomás Fernández Ríos.
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Ambos habían recibido fuertes críticas internas por la mano férrea con la que habían actuado en los distintos territorios. Por ello una de las urgencia máximas del partido pasa por solventar el descontrol que, según voces internas, impera en algunas de las regiones a apenas siete meses de las elecciones municipales y autonómicas.
Solo la victoria de Giorgia Meloni en Italia -junto al avance de otras marcas de la ultraderecha en países como Suiza o Suecia- ha brindado a Vox un balón de oxígeno tras su sostenido desgaste desde el 19-J.
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Con todo, ni siquiera el triunfo de sus aliados políticos en Europa ha permitido a Vox salir del fuera de juego en el que transita desde la cita electoral andaluza, agudizado por el mano a mano que mantienen Sánchez y Feijóo.
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