Así han visto el debate nuestros analistas
Miércoles, 15 de noviembre 2023
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Miércoles, 15 de noviembre 2023
Hace mes y medio Feijóo hizo un discurso de jefe de la oposición para defender su candidatura a presidente; Sánchez hizo otro tanto. Tras el armazón ideológico, de lo mundial a lo doméstico, para dar sentido a unas pocas novedades, pasó al meollo argumental: o ... yo o el caos, o el Frankenstein progresista o la reacción. Para ello dedicó más tiempo a dibujar al contrario como amenaza que a desplegar las claves de su futuro gobierno y lo que se puede esperar de él y de su complejo equilibrio de apoyos. Este tema lo desgranó el convencido jefe de la oposición, recorriendo las contradicciones de cada grupo que presta sus votos. El convencido jefe de gobierno le pasó similar revista, para hacerle ver cómo las similitudes terminan en su caso en la incapacidad para una exitosa suma. Dos magníficos discursos de antiinvestidura (con sus respectivas réplicas).
«Buenos días, egun on, bon día, bos días». Saludó cortésmente Pedro Sánchez al subir a la tribuna de oradores. ¡Qué menos! Un bonito gesto para con quienes le permitirán seguir siendo presidente a un módico precio. Aunque quizá catalanes, gallegos y vascos hubieran agradecido más alguna otra pista que les ayudara a despejar la duda razonable de estar haciendo lo correcto al apoyarle, como alguna alusión al debate sobre el reconocimiento de la plurinacionalidad del Estado y la reforma del modelo territorial al que el candidato a la reelección no hizo ni mención, más allá de la frase final de su alegato «yo creo en España», expresada casi a modo de 'excusatio non petita', y su enigmática disposición a convencer a los independentistas amnistiados de que «se trata de un buen país para quedarse a vivir».
Las presidencias de Pedro Sánchez encontraron un argumento sustitutivo al de la moción de censura contra Mariano Rajoy por corrupción. La emergencia de la extrema derecha representada por Vox. Hasta el punto de que su existencia se convierte en razón última de la misión socialista, y de su conexión con EH Bildu o con Puigdemont. Lo ultra es una realidad inquietante. Pero no lo es menos que una mayoría parlamentaria se reclame de progreso reivindicándose como muro de contención basado en un trueque de favores partidarios. Abascal es el mejor aliado de Sánchez, y de otros. Y Sánchez, y esos otros, los mejores aliados de Abascal. La necesidad de los polos opuestos convertida en virtud para ambas partes.
La sesión de investidura arrancaba entre los discursos de alto voltaje de los dos partidos del eje de la derecha, alentados por las movilizaciones de los últimos días, y la certeza de que Pedro Sánchez sería investido como presidente del Gobierno con el apoyo de 179 parlamentarios y parlamentarias, superando así en apoyos los recibidos por otros gobiernos en minoría como el de Felipe González en 1989, José Luis Rodríguez Zapatero en 2008 y Mariano Rajoy en 2016. Sánchez ha enmarcado su discurso en retos globales que le permiten sumar el apoyo de los partidos nacionalistas y lo ha anclado en una agenda claramente progresista; de la amnistía habló poco, sin pedagogía y sin rasgarse las vestiduras. Feijoó, por su parte, se ha reafirmado en su discurso en el no. No a Sánchez y no a la amnistía.
Sánchez, por fin, habló de la amnistía y la defendió para mantener la unidad de España, para garantizar la concordia a través del perdón y del diálogo. La derecha cuestionó la legalidad de la medida e insistió en la deslegitimación del Gobierno y de las instituciones, Vox lo hizo con mayor vehemencia y con mentiras más gruesas. Feijóo trató de visibilizar las contradicciones del líder socialista echando mano de la hemeroteca, pero fue Sánchez quien situó al PP ante el espejo, recordándole pactos previos con los nacionalistas, indultos y viejos discursos recuperados ahora para negar la legitimidad que, de facto, ampara la conformación del nuevo Gobierno, como subrayó Yolanda Díez, en un discurso que reforzó la vertiente social y feminista del futuro gobierno de coalición.
No hay dudas sobre la legitimidad democrática del Parlamento español. Pedro Sánchez situó en el marco europeo la defensa de su proyecto político y dejó claro que lo que une a todos los partidos con los que va a construir su mayoría parlamentaria es su incompatibilidad con los 33 diputados que tiene Vox en el Congreso. En Europa se respira con alivio porque la cuarta economía europea se ha salvado por ahora de la llegada al poder de una ultraderecha que sí que cuestiona la democracia representativa y los derechos humanos. El PP y su líder Feijóo volvió a hablar de fraude electoral en el Congreso defendió sus pactos con la ultraderecha en comunidades y ayuntamientos.
El marco de Pedro Sánchez en la primera jornada de la sesión de investidura en el Congreso fue claro desde el principio: soy la única alternativa a la reacción. Poniendo en contexto el avance de la extrema derecha en el mundo y hablando de los gobiernos del Partido Popular y Vox en comunidades autónomas, el discurso buscó cohesionar a su bloque. De hecho, no en pocas ocasiones, fue claramente a la ofensiva. El elefante en la habitación, la amnistía, fue el eje nuclear de las invectivas de Alberto Núñez Feijóo. Como el bolero de Ravel, que parece que cesa, pero regresa con más intensidad, el líder de los populares elevó a la enésima potencia sus ataques a Sánchez por sus socios y pactos. Intercambios gruesos que son apenas un anticipo de la legislatura que se viene.
El debate de investidura volvió a ser un escenario propicio para un Sánchez en su papel de parlamentario experimentado. No rehuyó el cuerpo a cuerpo con Feijóo, ambos utilizaron las debilidades del contrario, recordando, en el tono, más un debate cara a cara electoral que a un debate de investidura más formal e institucional. Los titulares y las anécdotas vuelven a ser para los que están dispuestos a cruzar las líneas de lo tolerable en un hemiciclo democrático: Ayuso, que fue pillada insultando al candidato, y Vox, que reiteró la tesis de que España es una dictadura, para acto seguido 'marchar' hacia Ferraz junto con los exaltados del pasamontañas. La alerta, un poco sobreactuada, es para Junts, que amaga en las últimas horas con una abstención.
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