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«Violencia política»: este es el sintagma que se ha empleado esta semana para calificar los insultos machistas proferidos por Vox contra la ministra de Igualdad, Irene Montero, en sede parlamentaria. Unidas Podemos en particular quiere presentar una declaración en el Congreso contra la «violencia ... política» del partido de ultraderecha y este jueves diputadas de los partidos que forman parte del llamado «bloque de investidura» se hicieron una foto en el Parlamento para hacer visible su denuncia al ataque de la diputada Carla Toscano a la titular de Igualdad calificándolo también con esa misma expresión. A ello se une que la exvicepresidenta del Gobierno María Teresa Fernández de la Vega definió como «violencia política» ese episodio en el acto institucional que tuvo lugar este viernes por el Día Internacional contra la Violencia Machista.
Pero los expertos consultados pertenecientes a diferentes disciplinas dentro de las Ciencias Sociales discuten que a lo que se asistió en el Congreso de los Diputados se pueda calificar como «violencia política». Inés Alberdi, catedrática de Sociología, afirma que los hechos se pueden definir mejor como «mala educación con agresividad verbal» sumada al «machismo tradicional». Alberdi también señala que estas prácticas en que se incurre rompen las reglas no escritas de la discusión parlamentaria en la que se es consciente de que existen fuertes discrepancias políticas y que existe el acuerdo, la entente, para abordarlas contraviniendo argumentos sólo con argumentos. Por ello, la socióloga explica que cruces dialécticos del cariz que se han visto esta semana deterioran el mecanismo público que hace posible la democracia.
También para el profesor de Ciencia Política de la Universidad de Valencia Juan Rodríguez Teruel es «dudoso» definir estos acontecimientos como violencia política. Explica que los estudios académicos sobre la cuestión relacionan el concepto con agresiones físicas para conseguir objetivos políticos. Pero también recuerda que el feminismo académico y el campo de la psicología social han ampliado el concepto de violencia para contemplar relaciones de dominación -como el sociólogo Pierre Bourdieu, que habla de la dimensión simbólica de la violencia- y por ello hablan de «violencias», en plural, y observan agresión en determinados tipos de trato psicológico. Siendo esto así, Rodríguez Teruel también advierte del riesgo que conlleva la banalización o la disolución de los conceptos.
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Con ello coincide el profesor de la Universidad del País Vasco Antonio Rivera: «¿Cómo calificamos el terrorismo, entonces? Tampoco un genocidio es lo mismo que una gran masacre, son conceptos distintos». Para Rivera, la desvalorización que ha sufrido Irene Montero es «un mecanismo retórico, una falta de respeto y una forma de entender la política indecente», pero no violencia política. También Alberdi marca una frontera entre lo que ocurre en el Parlamento español y lo que sucedió en el Capitolio estadounidense el 6 de enero de 2021 cuando una turba alentada por Donald Trump trató de tomarlo por la fuerza o con la intentona golpista del 23-F español.
juan rodríguez teruel
Profesor de Ciencia Política en la Universidad de Valencia
antonio rivera
Profesor de Historia en la Universidad del País Vasco
inés alberdi
Catedrática de Sociología en la Universidad Complutense
Juan Rodríguez Teruel trae a colación un fragmento del libro de Mark Thompson 'Sin palabras. ¿Qué ha pasado con el lenguaje de la política'. Ahí el autor recuerda que Tucídides, en su 'Historia de la guerra del Peloponeso', postula que un cambio en el lenguaje fue un factor de peso en la caída de Atenas desde su condición de democracia disfuncional a la tiranía y la anarquía: «la gente empezó a definirlo todo como le venía en gana». Insiste, por tanto, Rodríguez Teruel -y también Thompson- en preservar un terreno lingüístico común, es decir, una definición clara y compartida de las palabras y no «un uso imaginativo con idea de reinventar los términos».
Pero Luisa Posada, profesora de Filosofía de la Universidad Complutense, sí encuadra el fenómeno dentro de la violencia política. Y niega que ello responda a una banalización del concepto, puesto que esta tipología de violencia quedaría categorizada como violencia política contra las mujeres. Estaríamos ante un tipo de violencia, la verbal, dirigida contra una mujer que además es política, lo que, argumenta Posada, supone que nos encontramos ante una de las violencias que sufren las mujeres que se dedican a la política. Y ello pese a que se trate de un ataque verbal que proviene de otra mujer que también es política: «Pero el feminismo no es mujerismo», ha advertido en otras ocasiones Posada. Que una frase la profiera una mujer no la salva de que sea machista.
Además de Posada, también Xavier Pastor, profesor de la UOC, enmarca este tipo de diatribas verbales en el concepto de «violencia política». De hecho, define el escenario actual como un «conflicto político con altas dosis de violencia verbal con afán de herir en lo personal». Aunque ello, añade Pastor, suele esconder que los diputados a veces no se preparan los temas y entonces tienen que tirar de ataques 'ad hominem'.
En todo caso, ninguno de los expertos consultados le quita importancia a los hechos de la última semana, así como al lenguaje inflamado que con mucha frecuencia se escucha en la Cámara, y no sólo en España, como advierte Inés Alberdi, sino en gran parte del mundo. Como avisa la propia Alberdi, estas expresiones en la Cámara producen «una pedagogía muy nociva» y «legitiman» ciertas actitudes que luego se reproducen en la calle, porque el ser humano es un animal social que repite lo que ve.
luisa posada
Profesora de Filosofía en la Universidad Complutense
xavier pastor
Profesor de la UOC
Rivera da un paso más y advierte de que la agresividad verbal puede -no siempre, ni necesariamente, insiste- ser un anticipo de la violencia real. Antes de la agresión física se observa una despersonalización de la víctima, añade el profesor de la Universidad del País Vasco. Y en esos términos también se expresó el historiador Julián Casanova a través de Twitter, donde escribió que «la agresividad verbal y el insulto en el Parlamento (...) es el primer paso para deshumanizar al contrario». «Semilla de la intolerancia antes de destruirlo. Vox conoce el manual porque circuló en España durante décadas», remató Casanova. Inés Alberdi también señala que las «palabras de odio generan violencia».
Juan Rodríguez Teruel, por su parte, expone los riesgos de emplear un lenguaje que juega con la ficción de la violencia, de que se abuse de él, de que se le dé crédito a la posibilidad de que se desate un conflicto físico real. Si bien apunta que la denuncia que se está haciendo de la inflamación verbal en el Parlamento llamándola «violencia política» puede desactivar el peligro de que desemboque en una violencia real, también contempla la posibilidad de que en lugar de reducirse el riesgo de un potencial conflicto pueda hacerse más posible. Y el problema que resalta es que no están claros los límites para conseguir el objetivo de reducir la violencia o para que la denuncia resulte a la postre ser contraproducente. Porque se puede alimentar la idea de que hay un riesgo de violencia superior al que existe en la realidad.
Los expertos también advierten el componente de género que tienen los ataques. Si bien Inés Alberdi destaca que también los hombres son objetivo de la agresividad verbal de algunos de sus adversarios, el cariz de los ataques a Irene Montero bebe directamente de los estereotipos de género: a las mujeres les sacan a relucir sus relaciones íntimas y se vinculan sus logros a sus parejas para desvalorizarlas; por el contrario, a los hombres se les tiende a recriminar directamente por sus acciones, por sus malas intenciones o por sus posturas políticas, que se tacha de equivocadas.
Hace unas semanas, la ya exlíder de los congresistas demócratas en la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, sufrió un ataque en su casa de San Francisco que ella no vivió en sus carnes porque no se encontraba en esos momentos en su residencia. A cambio, la violencia física la padeció su esposo, que tuvo que ser ingresado en el hospital. Antes de que se materializara la agresión, la congresista ya había recibido ataques y amenazas verbales y por escrito. Por eso, Luisa Posada advierte de que, si bien no necesariamente ocurre, si bien no siempre se pasa de las palabras a los hechos, toda modalidad de violencia es peligrosa.
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