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Nadia Calviño (coruñesa de 1968) abandonará el Consejo de Ministros de Pedro Sánchez con lo que ya se ha convertido en un clásico del Ejecutivo de coalición: sus roces, cuando no disputas abiertas, con la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, quien ayer le dedicó en la ... red social X una felicitación por la relevancia de la presidencia del BEI y por ser la primera mujer en conquistarla, fría para lo que es la líder de Sumar y tanto más llamativa en cuanto es público y notorio el rifirrafe que ambas libran por el rediseño del subsidio de desempleo. No es la primera vez que chocan sin disimulos: pugnaron por el alcance de la derogación –que no acabó siéndolo en puridad– de la reforma laboral, por algunas de las coberturas a los trabajadores durante la pandemia, por el porcentaje de subida del salario mínimo o por las bajas laborales por menstruaciones incapacitantes. «Nunca vamos a tomar medidas que estigmaticen a las mujeres», llegó a proclamar Calviño, quien perdió aquella batalla –ha ganado otras– contra Díaz pero, sobre todo, contra la hoy defenestrada Irene Montero.
Aquel acerado debate entre ministras ejemplificó hasta qué punto Calviño, cuya aura de capacitada alta funcionaria bruselense le ha granjeado admiración pero también recelos, en el PSOE y a su izquierda, sobre su querencia por la ortodoxia económica y su supuesta falta de cintura política, quería hacerse valer más allá de las estrictas paredes del departamento de Economía. Fueron los días en los que la vicepresidenta se dotó de un protagonismo propio por no salir en la foto: por negarse a posar en actos públicos en estampas en las que ella fuera la única mujer rodeada de hombres. El gesto generó la suficiente polvareda como para alimentar las especulaciones que ya corrían sobre que Calviño no se conformaba con ese aparente papel de tecnócrata disciplinada y aspiraba a más, que era tanto como decir que su perfil político fuera perceptible.
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Hubo un 'momento Calviño' hace poco más de un año: el día en el Congreso en el que chorreó, de corrido y con la bancada socialista puesta en pie aplaudiéndola, al ya exdiputado de Vox Iván Espinosa de los Monteros. La vicepresidenta apegada a los usos y costumbres del 'sanchismo' logró en aquel instante sintonizar con un PSOE que nunca la ha considerado 'pata negra' porque no lo es. Pero que acaba de poner, para el país y para el Gobierno, la pica en Flandes de comandar el BEI.
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