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«He trabajado en muchas empresas, como peón, principalmente de la metalurgia y la construcción, y en los ayuntamientos de Vitoria y Miranda. Tengo el hobby de la aviación, tengo un dron, hago cosa con él, como fotografías y vídeos, y suelo hacer cosas en ... casa de bricolaje y marquetería», se presentó Pompeyo González, en el juicio de la Audiencia Nacional, por enviar sobres-bomba al presidente de Gobierno Pedro Sánchez, la ministra de Defensa Margarita Robles, a las embajadas de Ucrania y Estados Unidos, a la base militar de Torrrejón de Ardoz y a una empresa de pertrechos de guerra.
El 'unabomber' de Burgos hizo seis artefactos «explosivos, inflamables, incendiarios», acusó la fiscal, que pidió que se le condenara por los «hechos objeto de delito penal», con «finalidades terroristas». El primer explosivo lo envió a la Moncloa, dirigido a Pedro Sánchez (el 24 de noviembre de 2022), con unas características que se repetirían en los posteriores atentados. El sobre, la etiqueta para el destinatario, el remitente con un correo electrónico que mencionaba a Ucrania. Todos fueron desactivados y sólo sufrió lesiones el vigilante de uno de los destinos.
El jubilado de 75 años había dejado un largo rastro en su historial de internet, al comprar los sobres para empacar los explosivos, la cinta adhesiva, las direcciones de los atentados, las búsquedas de instrucciones letales. «Los sobres los compré (en Amazon) para meter postales de ciudades que tengo guardadas. Los pedí gruesos, pero vinieron de cartón. No las puse (las postales) pero las tenía preparadas. No me gustaban los sobres y al final los tiré. Hice limpieza y un día tiré periódicos viejos, apuntes de internet, los sobres... a un contenedor cerca de casa. Me quedé con las postales», justificó las compras que le incriminan.
En su turno de palabra, con preguntas de los abogados, González no reivindicó su supuesta causa contra la ayuda española para la defensa ucraniana a la invasión rusa, que podría ser la motivación de sus delitos. González reconoció que leía medios oficiales rusos como 'Sputnik' o 'RT' porque «me gusta informarme de todo un poco. Si España va a ayudar a Ucrania o si mandan armas. Me interesa si España va a mandar tanques. En la misma televisión salía que el presidente de Gobierno y la presidenta (sic) Margarita Robles estaban de acuerdo. Que ella era una persona un poco falsa, ponía, lo leí». De esta manera («salía en un enlace, luego en otro») elegía sus objetivos, según la acusación: «Yo me informo que el centro de satélites de Torrejón de Ardoz ve las tropas, que hay empresas que mandan armas, que en Sevilla montan las torretas».
El segundo sobre-bomba llegó el 20 de noviembre de 2022 a la embajada de Ucrania, donde hirió en la mano al vigilante de seguridad que trató de despegar la cinta adhesiva, y el tercero a una empresa de Zaragoza que «suministraba material para ayudar a Ucrania», según la acusación. Estos tres explosivos fueron fabricados con pólvora. Antes había buscado en internet cuántos gramos de pólvora pueden matar a una persona. «Yo pondría (en el buscador) el peligro que hay al hacer una bengala. Yo no me acuerdo de eso», respondió a los abogados y describió su taller como «un taladro y una caja de herramientas».
Los peritos ratificaron la mañana del jueves sus informes donde encontraron el ADN de González en los «vestigios» de las bombas hallados en los lugares donde detonaron y que fueron cotejados con las muestras que la Policía Nacional recogió entre sus desperdicios. El resultado le identifica plenamente, dijeron. El acusado clamó por su inocencia y señaló a un tercero, sin identificar, que fabricó los artefactos con su basura. «Echo la culpa de que yo la tiré y hay gente que va a los contenedores a recoger cosas, y yo creo que es eso. Viene de atrás, el buzón donde vivo aparece abierto de vez en cuando y hay paquetes de Amazon vacíos», sostuvo de pie, vestido como cualquier abuelo de bar.
Prosiguió en su propia defensa: «Yo tengo los sobres, pongo la pegatina y lo dejo preparado. Están ya con mis huellas y mi ADN, y yo los tiro. El que haya comprado los sellos, que yo no he comprado de ninguna clase, los pega en el sobre. En el artefacto, como tiro recortes de tubo posiblemente también. ¿Por qué no? Yo quería hacer una bengala, no tengo ni idea de cómo se preparara un artefacto explosivo. Ni un conocimiento». ¿Desestabilizar el Gobierno y la democracia? «Ni se me ocurre, lo ha inventado la prensa, semejante tontería».
Para los siguientes tres sobres-bomba cambió la forma de hacerlos. En vez de pólvora usó cabezas de cerillas con clorato de potasio y azufre, que también podían «provocar peligrosas proyecciones» y con efectos «que no diferían» de las cartas con pólvora. Unos y otros eran «viables y de perfecto funcionamiento», según los peritos que testificaron en el juicio. Todos «llevaban metralla de perfil metálico: tuercas y tornillos».
Sin embargo, González sostuvo que su proyecto era instalar una «bengala en un dron, para que subiera 500 metros y cayera». Su historial le contradijo. Buscaba «paquetes bombas». «Pides cómo hacer una bengala y te sale paquetes bombas y hasta misiles, o una bomba atómica. No los busqué a propósito». ¿Y su interés por el uranio? «Me gustan las cosas de materiales pesados».
Para sus hechuras adquirió 30 piezas de «minibisagras y bisagras». «Para unos armarios, las compré de varias medidas. Como una cosa es lo que se ve y otra lo que viene, las tiré. Tengo un piso pequeño. Brocas tengo muchas, de varias medidas, incluso para las gafas. Yo hago cosas en casa para mí. Últimamente hacía un helipuerto para el dron».
¿Y los tubos de cobre? Para mis cosas de trabajo. En casa vivo solo, nadie me molesta». ¿Y la bolsa con clavos? «Son de puntas largas de siete u ocho milímetros que tenía pensado llevar al pueblo para clavar unas vigas» ¿Y los guantes antiexplosión? «Yo pedí guantes de seguridad, porque tengo una soldadora. Por si tengo que hacer una chapuza para alguno». ¿Y el kilo de nitrato potásico puro? «Sí, lo adquirí, lo uso para limpieza. En el internet pone que una cucharada es como la sal, no es más. Yo lo usaba para eso».
El cuarto sobre llegó al centro de satélites de la base aérea de Torrejón de Ardoz; el quinto, enviado el primero de diciembre de 2022, tenía el nombre de Margarita Robles, en el Ministerio de Defensa; el sexto entró a la embajada de Estados Unidos e iba dirigido al embajador. Ninguno causó víctimas.
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