Antonio Maíllo
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Antonio Maíllo
Al profesor que será siempre Antonio Maíllo (Lucena, Córdoba, 1966) se le ilumina el rostro recordando la despedida que le tributaron sus alumnos en el instituto que acaba de abandonar para ejercer el liderazgo de IU, tras ganar las primarias a la ministra Sira Rego. ... Es una incógnita qué votarán esos estudiantes, pero Maíllo cree que las izquierdas a la izquierda del PSOE deben compartir un proyecto en las urnas «sólido» si quieren tener futuro y en el que Sumar ya no sea «el paraguas» de todos.
–¿Hay sitio político en España para tantas izquierdas?
–En la agitación política en la que vivimos, un proyecto político de país debe sustentarse sobre una solidez en términos políticos y un gran espacio en términos organizativos. Si queremos aspirar a ser alternativa, tiene que serlo con un espacio que no puede fragmentarse en múltiples piezas. Hay sitio para tantas izquierdas como realidades reflejen, lo que no hay sitio es para tanta oferta electoral. Hay que respetar las tradiciones culturales de la izquierda, pero que sean compatibles con una propuesta y un proyecto de país que se traduzcan electoralmente en una opción.
–¿Qué sentido tiene la izquierda en la sociedad de este verano de 2024? ¿Se enredan ustedes en peleas baldías?
–En España gobierna un bloque progresista en un contexto de avance de la extrema derecha en Europa y de una derecha tradicional que se ha abrazado a las coaliciones con ella. No comparto ni el derrotismo ni la melancolía. Estamos realizando transformaciones en el Gobierno que mejoran las condiciones materiales de vida de la gente trabajadora, la utilidad que es nuestra razón de ser. Nos falta quizá una alianza social amplia, cuya movilización empuje a este Gobierno amigo a leyes más audaces en lo que resta de legislatura.
–¿Ha sido Sumar, con todas las comillas, un artefacto político que no ha sido visto como genuino por aquellos que lo integran?
–Es evidente que no se ha conseguido el objetivo que se pretendía. Por tanto, en esta nueva etapa Sumar debe parecerse más a quienes representamos y respetar las tradiciones que forman las diferentes organizaciones que han conformado las candidaturas. Creo que queda superada esa cultura de imponer a los demás desde un carril todo el discurso y la forma de funcionamiento, la toma de decisiones unilaterales; eso no ha tenido éxito. Tenemos un instrumento poderoso, que tiene una fuerza en el Congreso determinante, y un artefacto –se lo compro– formado por cinco ministros en el Gobierno que desarrollan políticas que mejoran la vida de la gente. Por tanto, cuidado con desmerecer lo que tenemos; de lo que se trata es de mejorar lo que hay que hacer.
–¿Puede haber quien interprete que Yolanda Díaz ha hecho dejación de su responsabilidad?
–Ha demostrado honestidad al asumir una responsabilidad sobre un proceso organizativo en el que ella no se sentía cómoda. Ha sido incluso un elemento facilitador para esta nueva etapa. Cuando uno da un paso al lado, está reconociendo que las cosas no se han llevado a cabo como pretendía o que lo hecho se ha dado de bruces con la realidad.
–Por preguntárselo de otro modo, ¿ha ejercido un hiperliderazgo?
–Es evidente que la personalidad de Yolanda Díaz ha ido unida al surgimiento de Sumar, que ha estado identificado con su persona más que con su proyecto. Y esos tiempos ya han acabado. Es fundamental articular por abajo el tejido social y político. Sin instrumentos organizados, sólidos y arraigados al territorio es imposible mantenerse.
–¿Se ha sentido IU víctima de la pinza entre Podemos y Sumar? ¿Desconsiderada, cuando, por ejemplo, su posición en las listas del 9-J le ha privado de su europarlamentario?
–La última década ha demostrado que la nueva forma de hacer política, en términos organizativos, no es mejor que las clásicas de los partidos. Porque ha habido ascensos fulgurante pero efímeros. Y la tentación de hegemonizar nos ha dificultado nuestro ejercicio político. Claro que no nos sentimos reconocidos en lo que representamos. En las europeas no nos sentimos bien tratados con un cuarto puesto en la lista, pero optamos por no dividir más a la izquierda porque no podíamos estresar más a las clases populares; y esa decisión de responsabilidad debe ser reconocida. No queremos ser más que nadie, pero tampoco menos. Se acabó la fase de Sumar como paraguas de los demás; es un actor más junto al resto de organizaciones.
–¿Y cómo debería ser ese proceso de reconversión?
–Debe tener una voluntad unitaria, respetuosa y con un protagonismo compartido para definir un proyecto de país. Tenemos que reunirnos y analizar fraternalmente el ciclo que va del 23 de julio exitoso al 9 de junio con un resultado negativo. En la nueva etapa de Sumar toca avanzar poco a poco, pero que nos sigan todos.
–¿Quien les está hurtando el electorado es, en realidad, el presidente Sánchez?
–Si tuviera esa tentación, cometería un error. Lo más inteligente es que tanto Sumar como el PSOE disputemos el voto de la abstención, con la rivalidad virtuosa de que se lo lleve el que mejor seduzca. Si la suma no da para gobernar, la inutilidad de la disputa es absoluta. Si lo que hacemos es disputar para que uno de los dos globos progresistas se llene de gas y el otro se desinfle, quien va a ganar es la derecha y la extrema derecha.
–¿El pacto sobre el Consejo del Poder Judicial apuntala el bipartidismo y apunta a un cambio de carril en la legislatura? Los socios han quedado desplazados.
–Hay un cambio táctico en el PP indudable y una tentación de siempre de reconstruir el bipartidismo. Pero la realidad del país lo ha superado como expresión política de su sentir. Sobre el acuerdo, como ciudadano español me avergüenza que el cumplimiento de una obligación constitucional se produzca bajo la supervisión, la tutela, europea cuando tenemos reglas soberanas y plenamente democráticas. Y a mí me habría gustado que el acuerdo, que resuelve un escándalo democrático, hubiera tenido un amplio consenso parlamentario; aunque supongo que el PP ha impuesto esa estética para dar salida a su fracaso.
–¿Y tiene vida esta legislatura?, ¿puede aguantar?
–Totalmente. Mire si tiene vida que han pasado dos hechos fundamentales para desatascarla: la ley de amnistía y la renovación del CGPJ. Mal que bien, la legislatura avanza. Y hay medidas de impulso como las que ejercitan los ministros y la ministras de Sumar.
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