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Pedro Sánchez protagonizó ayer un golpe de efecto en vísperas de un 8 de marzo que asoma con las disensiones en el feminismo alineado con la izquierda más aceradas que nunca y con el Gobierno partido en dos ante la reforma de la ley del ' ... solo sí es sí' que pasará este martes, la víspera del Día de la Mujer, el examen de la toma en consideración en el Congreso en medio de una división inédita en esta turbulenta legislatura. Si quienes se sientan todavía en el Consejo de Ministros no lo evitan, el PSOE avanzará en la modificación de la norma, por cuyo resquicio se ha colado la rebaja de penas para más de 700 delincuentes sexuales, apoyándose en el PP y Vox mientras Unidas Podemos se opone secundado probablemente por ERC y EH Bildu. En este contexto envenenado para la supervivencia cohesionada del Ejecutivo en pleno ciclo electoral, Sánchez ha optado por lanzar un proyecto de ley de paridad también sin precedentes, cuyo calado legislativo compromete a tres ministerios –Presidencia, Economía e Interior– y que nada más ser anunciado ha destapado otro disenso más en la coalición.
Podemos apenas conocía el propósito general de la norma –forzar legalmente que los gobiernos central y autonómicos y los consejos de administración de las empresas cotizadas tengan un 50% de hombres y de mujeres– antes de que el viernes los socialistas comunicaran a sus socios que el presidente iba a efectuar el anuncio aprovechando el macroacto organizado por el PSOE este sábado en Madrid para reivindicar su papel histórico en la lucha por la igualdad real. Una convocatoria en la que Sánchez compartió escenario con su predecesor, José Luis Rodríguez Zapatero –reconocido por la militancia como el promotor de esta agenda social empezando desde su Gobierno, el primero paritario en la democracia española–, mientras en paralelo los morados celebraban su propio mitin, también en la capital y sobre su baluarte político e ideológico: el ministerio que capitanea Irene Montero. Era esperable que ambos mítines estuvieran permeados por la divergencia capital sobre la reforma del 'solo sí es sí'. Pero no que Sánchez se sacara un as de la manga para erigirse en el adalid del feminismo ante un 8-M con el virus de la ruptura inoculado. Ni que Podemos le rebatiera, casi simultáneamente, dónde va a colocar ahora el jefe del Ejecutivo el epicentro de su estrategia por la igualdad.
No es ni mucho menos casual que el presidente anunciara la aprobación del anteproyecto de la futura Ley de Representación Paritaria en el Consejo de Ministros de este martes, el día en el que el Congreso asistirá, salvo giro copernicano, a la quiebra de la unidad del Gobierno en torno a la ley del 'solo sí es sí'; y el día, también, que antecede a un 8-M volcánico. Rodeado de mujeres socialistas y enfatizando que este asunto «nos parece simple y llanamente de justicia», Sánchez adelantó la columna vertebral de su iniciativa, gestada bajo la máxima discreción y que será oficializada por la vicepresidenta económica, Nadia Calviño; el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños; y el de Interior, Fernando Grande-Marlaska, dado que la norma afectará a las planchas electorales. Ni rastro de Podemos, que ostenta la cartera de Igualdad por una cesión de Sánchez que el feminismo socialista aún rumia con decepción.
La Ley de Representación Paritaria pretende hacer efectivos los objetivos y recomendaciones en este ámbito por la fuerza normativa. La regulación impulsada por Sánchez conllevará una modificación de la Ley orgánica del Régimen Electoral General para obligar a los partidos a presentar listas cremallera que aseguren la concurrencia equilibrada entre candidatos y candidatas. Se garantizarán también la paridad en el consejo de Ministros, en los consejos de administración de las empresas del Ibex y las de mayor tamaño, donde las mujeres deberán representar al menos un 40% de los puestos de dirección, así como en las juntas de gobierno de colegios profesionales y en los jurados que otorguen distinciones o galardones públicos. «Si las mujeres representan la mitad de la sociedad, la mitad del poder político y la mitad el poder económico tiene que ser de las mujeres», proclamó el presidente, quien confió en convertirse en «una referencia en Europa». Por de pronto, ha concitado la contestación de Podemos y la crítica del PP por querer tapar «años de quivocaciones en feminismo».
Montero y la secretaria general de los morados, Ione Belarra, aguardaron a que Sánchez se pronunciara para contraponerle las políticas de su espacio político como las verdaderamente genuinas y exitosas para erigir el feminismo en «motor de la democracia» y de los derechos colectivos; singularmente, los de la ciudadanía más vulnerable. Mientras el presidente subrayaba que la reforma laboral o la subida del SMI son claves para reducir la brecha entre géneros, Belarra presentó su feminismo como un ariete contra los poderosos, desde el liderazgo en Madrid de Isabel Díaz Ayuso a la actitud «pirata» de Ferrovial pasando por Ana Botín. Lo feminista, clamó, no es que una mujer presida el banco Santander, sino «topar las hipotecas» para que Botín no se haga «indecentemente rica».
Belarra preparó el terreno para una Montero que, sin citar el gesto de Sánchez, sí le advirtió de que «la prioridad feminista» no está en esa paridad en los espacios de decisión, con ser «importante» y ante un 8-M que ha de ser de «todas». «Nuestra prioridad –avisó– no es que unas pocas mujeres consigamos reventar los 'techos de cristal'. Nuestra prioridad es que la última mujer, la más machacada, la que más vulnerados ve sus derechos se pueda despegar del suelo pegajoso y pueda llegar a pensar que ella también puede reventar ese 'techo de cristal'». Lo hizo después de reclamar al PSOE que no conceda «las portadas» del 8-M a «los adversarios de las mujeres» valiéndose del PP y Vox para reformar el 'solo sí es sí'.
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