Sánchez y Feijóo sellan un feroz primer año de legislatura sin hablarse y pendientes de Junts

Ambos, que no se reúnen desde hace un año ni siquiera por la dana, aguardan con posición dispar a lo que haga Puigdemont

Domingo, 29 de diciembre 2024, 00:10

La legislatura de las primeras veces –pionera en mantener en La Moncloa a un presidente, Pedro Sánchez, que no encabezó la fuerza más votada en las generales del 23 de julio de 2023 y que retuvo el poder gracias a un insólito pacto con el ... conjunto del soberanismo catalán, vasco y gallego– lo es, también, la del abismo más profundo entre el jefe del Gobierno y el líder de la oposición. Sabido resulta que no existe sintonía personal alguna entre Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, a los que separan una década y dos maneras distantes de hacer política –uno disruptivo, otro cartesiano–; y constatado ha quedado que ésta va a ser una legislatura feroz ante las apreturas políticas y ahora, además, judiciales que sufre el Gobierno. Pero ni siquiera una catástrofe de Estado como la dana ha sido tan apremiante como para decretar una tregua entre ambos. Antes al contrario: hoy, cuando se cumplen dos meses del desastre, la discutida gestión del mismo se ha añadido a los choques de una legislatura que cierra este primer año completo como empezó: con incertidumbre –más si cabe– y pendiente de Junts, cuyo papel decisivo trata de emular Podemos.

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Las hemerotecas dejarán inscrito que los dos principales líderes políticos del país cruzaron el Rubicón del peor cataclismo natural padecido por España en un siglo, con más de dos centenares de muertos y la devastación adueñándose de la Comunidad Valenciana, sin mediar palabra y sin una respuesta genuinamente compartida entre la Administración central y la autonómica, encarnada ésta por el controvertido barón del PP Carlos Mazón. El vacío comunicativo entre Sánchez y Feijóo ante una tragedia de esta magnitud da la medida de por dónde transita la legislatura, iniciada oficialmente en las Cortes en agosto de 2023 pero que no echó a andar –y a trompicones– hasta noviembre de ese año, cuando Sánchez logró atar, contra pronóstico, su tercer mandato con el aval determinante de Carles Puigdemont a cambio de la ley de amnistía varada hoy en el Constitucional y en los tribunales europeos.

Trece meses después, el presidente se dice dispuesto a escenificar la homologación definitiva como interlocutor del reelegido presidente de Junts reuniéndose con él fuera de España y aun cuando sigue siendo un prófugo de la justicia porque el Supremo no lo ha exculpado; una cesión más para intentar seguir contando con el favor de los independentistas, que han sumado a su relación de exigencias pendientes otra, envenenada, de nuevo cuño: que el presidente acepte transigir, cuando menos, con que el Congreso debata si ha de someterse o no a una cuestión de confianza. El estado de la legislatura lo resumía hace unos días a este periódico el entorno de Puigdemont: no habrá moción de censura pactada con el PP –no por ahora–, pero si el jefe del Gobierno «sigue jugando a la ruleta rusa», esto «no va a durar cuatro años». «Levantaremos las manos», avisan estas fuentes. O lo que es lo mismo: Junts dejaría que el presidente cayera por sí mismo, mientras va coincidiendo en votaciones de su interés con los populares, obligados a calibrar también el alcance de su acercamiento a los secesionistas a los que siguen responsabilizando del 'procés'. Sánchez y Feijóo no se hablan y llevan sin reunirse desde el 22 de diciembre, día de la lotería, de 2023. Pero uno mantiene viva la excepcional vía negociadora con Puigdemont en Ginebra y el otro ha emprendido el deshielo con Junts valiéndose de los asuntos socioeconómicos y del amparo del empresariado nucleado en torno a la CEOE y Foment.

Espejismo de dos pactos

El encuentro de hace un año dejó el camino sembrado para restablecer las negociaciones sobre la renovación del Consejo del Poder Judicial que, sin embargo, no llegaron a buen puerto hasta el 25 de junio y tras un lustro de bloqueo. Lo hicieron sin que, a diferencia de la primera intentona, hubiera contacto explícito de Sánchez y Feijóo y en una mesa de diálogo entre el ministro Félix Bolaños y Esteban González Pons con –otra circunstancia sin parangón– la mediación de la UE en Bruselas exigida por el PP. Ese pacto y el consenso previo alumbrado para reformar el artículo 49 de la Constitución, a fin de dignificar a las personas con discapacidad, representaron la potencialidad de los acuerdos, pero fueron sendos espejismos. El encadenamiento de las causas judiciales del, inicialmente, 'caso Koldo' derivado luego en la imputación del exministro José Luis Ábalos y en las explosivas declaraciones de Víctor de Aldama; de las que afectan a la mujer y el hermano de Sánchez; y de la que concierne –una excepcionalidad más– al fiscal general han disparado el voltaje de una legislatura de la que el presidente y el líder de la oposición han efectuado esta misma semana un balance diametralmente opuesto.

El PP no va a soltar la presa de la presunta corrupción, mientras se reserva cuándo citar al presidente ante el Senado, cultiva –sabedor de que ha de hacerlo con cuidado– la relación con Junts y se autoimpone actuar «sin ansiedad, sin prisas, sin excentricidades y sin hiperbolizar» a la espera de que Sánchez se erosione por sí solo. Y el Gobierno continúa confiando en que «el malmenorismo», en definición de Podemos, le alcance aún para no desbaratar la legislatura si no hay Presupuestos.

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