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El recién iniciado 2023, año electoral de principio a fin si no media un adelanto de las generales, «va a ser mejor» para la situación económica del país que 2022, pronosticó ayer el Gobierno por boca del titular de la Presidencia, Félix Bolaños, quien tiró ... de memoria juvenil para comparar a Alberto Núñez Feijóo con Pierre Nodoyuna -un popular, tramposo y desventurado personaje de dibujos animados- exigiéndole que deje de sembrar «el miedo». Que le hagan esa previsión optimista a las familias que no llegan a fin de mes, vino a retarle Cuca Gamarra. «Esta cuesta de enero será para todos menos para Sánchez y sus ministros, que siguen disparando gastos y subiendo impuestos», opuso la secretaria general de los populares. Se acabó la tregua navideña. El Gobierno y el líder de la oposición se lanzan ya a la carrera preelectoral y lo hacen con dos diagnósticos antagónicos sobre el devenir de lo que seguramente más toca a la ciudadanía: la salud de sus bolsillos.
El Ejecutivo de Pedro Sánchez y el partido de Núñez Feijóo han abierto este nuevo y decisivo año para sus aspiraciones políticas con dos lecturas distintas sobre sus expectativas en las urnas y dos estrategias que, hoy, no convergen en ningún punto que pueda alentar algún pacto de Estado. Siguen enfrentados en el conflicto por antonomasia de esta legislatura -la frustrada renovación del Consejo General del Poder Judicial-, se ha roto la complicidad entre las dos grandes fuerzas españolas a la hora de afrontar las pulsiones independentistas en Cataluña y, si no ha existido consenso alguno para afrontar el impacto de la guerra en Ucrania, nada apunta a una mínima previsión común sobre la evolución inmediata del contexto socioeconómico.
Donde el Gobierno cree que «lo mejor está por llegar» apoyándose tanto en los 470. 000 empleos creados en un año cuesta arriba por la invasón rusa como en la contención de la inflación, los populares niegan la mayor -«¿Pero hay crisis o no hay crisis?», desafían fuentes de Génova- e ironizan con que «si todo fuera tan bien, Sánchez no habría copiado, tarde, nuestras medidas»; una alusión a la rebaja del IVA de alimentos básicos o el cheque a las hogares con rentas más limitadas.
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Con todas las encuestas, salvo el CIS, dándole por debajo del PP ante las generales y con apreturas en las autonomías en manos del PSOE, la estratategia de Sánchez en este nuevo curso que es, a la vez, banderazo de salida para el ciclo electoral, pasa por tratar de acallar todo el ruido generado por la gestión compartida con Unidas Podemos y los pactos con el independentismo. Y centrarse en el estímulo de una percepción favorable sobre la evolución económica y las bondades de los planes anticrisis gubernamentales, yendo al cuerpo a cuerpo con el PP.
Bolaños lo ensayó este domingo en una comparecencia en la que ahondó en la táctica de poner en duda la solvencia del PP de Feijóo como gestor -ese Pierre Nodoyuna de la comparación-, al tiempo que incidía en la segunda línea argumental de la Moncloa y los socialistas: el líder de la oposición no solo le niega el pan y la sal al Gobierno en el combate contra los apuros derivados, sobre todo, del alza de los precios, sino que, en realidad y según acusó el ministro, lo que desean los populares es que «no vayan bien las cifras económicas y de empleo».
«Por eso -interpretó-, está trabajando siempre para bloquear, para no llegar a ningún acuerdo, para tratar de impedir que nuestro país siga avanzando». El martillo del Ejecutivo golpeó una y otra vez sobre ese mismo clavo: lo que persigue Feijóo es meter «miedo» a la ciudadanía con unos «augurios, vaticinios y profecías» que, a ojos del titular de la Presidencia, no se han cumplido porque no ha habido un «otoño negro». «No van a arrebatarnos el optimismo y la alegría de saber que pertenecemos a un país que cada día es mejor», remató.
El líder del PP es consciente de la necesidad de guardar el equilibrio entre denunciar las insuficiencias de la respuesta anticrisis de Sánchez, ofrecer un análisis «realista» de la coyuntura y no aparecer como una suerte de cenizo ante la opinión pública inquieta. Pero al igual que sus rivales, los populares no solo no van a rehuir el contraste económico -combinándolo con la reprobación por «el deterioro institucional»-, sino que van a buscarlo también. «Mal lo tiene que ver el PSOE para que elija la economía como marco de combate con el PP», ironizan en el equipo de Feijoó, en el que subrayan que el ahorro «embolsado» por los españoles en la pandemia se va aligerando para hacer frente a la carestía de productos esenciales y el repunte de las hipotecas.
Con unos sondeos de tránsito entre el año de estreno del liderazgo de Feijóo y inicio del ciclo electoral que les sitúa 40 escaños por encima del PSOE y persuadidos de que el 11% del electorado que votó socialista se ha pasado ya al centroderecha, el dirigente gallego y los suyos creen estar en condiciones de alcanzar la mayoría absoluta en Madrid y Murcia, de ganar la Comunidad Valenciana como palanca para el resto del país y de disputar con opciones al PSOE tres comunidades emblemáticas por sus baronías como Castilla-La Mancha, Aragón y Extremadura. Y contraponen los recelos internos hacia Sánchez a la capacidad de atracción de Feijóo al rescatar a Iñigo de la Serna -exministro de Rajoy y afín Sáenz de Santamaría- para el programa electoral, tentar a los diputados expulsados de UPN Sayas y Adanero y atar otras incorporaciones que el partido irá desvelando.
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