Sánchez se vuelca en la campaña de Illa para las catalanas y obvia la tercera ola

El cónclave socialista tenía una finalidad formal y otra sobrevenida, que fue la que acabó imponiéndose. Sobre el papel, se trataba de ratificar el aplazamiento del próximo congreso federal a mediados de octubre para poderlo celebrar presencial y no telemáticamente. Pero, en la práctica, la cita -trasladada a Barcelona y con la mayor parte de las intervenciones a distancia, por videoconferencia- sirvió para que el líder de los socialistas reivindicara su gestión y, sobre todo, lanzara la candidatura del ministro de Sanidad, Salvador Illa, a la presidencia de la Generalitat.

Un día después de que el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña hiciera públicos los argumentos por los que decidió suspender el decreto que retrasaba los comicios hasta el 30 de mayo y supeditara un cambio de criterio a que la autoridad sanitaria tome medidas restrictivas sobre la movilidad de los ciudadanos, el presidente del Gobierno volvió a dar muestras de que no está por la labor de aprobar nuevas limitaciones para frenar la avalancha de contagios.

Sánchez admitió que quedan «semanas duras» para fulminar al virus pero adujo que ese momento «está mucho más cerca» y desdeñó las críticas de la mayoría de fuerzas políticas que le acusan de «priorizar los criterios electoralistas» sobre la salud de los ciudadanos. De hecho, achacó el intento de retrasar los comicios al ánimo de diluir el «factor Illa», el tirón del ministro sobre la candidatura del PSC, recogido en varios sondeos, además del CIS. «Unos lo observan con temor, como estamos viendo no solamente en los independentistas sino también en esa derecha que se escondió detrás de los independentistas a la hora de hacer lo que hicieron -acusó-, pero la mayoría de los catalanes lo mira con enorme ilusión».

Sólo los socialistas catalanes se opusieron al cambio de fechas. El propio Ejecutivo central se manifestó en contra de que se pospusiera la cita con las urnas primero aduciendo cuestiones jurídicas, a través de los ministros Juan Carlos Campo y José Luis Ábalos, y posteriormente esgrimiendo argumentos políticos. Sánchez combinó este sábado ambos. «Lo importante -defendió- es el respeto a las reglas democráticas y aún es más importante que Cataluña cierre cuanto antes un ciclo estéril, una década fracasada y abra paso a un nuevo tiempo».

Hace mucho tiempo, desde que Pasqual Maragall lideraba el partido, que el PSC no se había atrevido a soñar con la posibilidad de ser la primera fuerza política en Cataluña. En 2017, en los comicios convocados por Mariano Rajoy al amparo del artículo 155 de la Constitución, tras la celebración del referéndum ilegal y con la sociedad enormemente polarizada, los socialistas catalanes acabaron cuartos, por detrás de Ciudadanos, el gran triunfador, Junts per Catalunya y Esquerra.

Ahora, las encuestas indican, en cambio, que tiene opciones de ser el más votado, en seria competencia con Esquerra, aunque el día después será difícil de gestionar.

Illa, secretario de Organización del partido y considerado, hasta su desempeño como ministro de Sanidad, un hombre más bien gris y con escaso carisma, se ha convertido en la esperanza blanca con un discurso templado que aspira a atraer a exvotantes socialistas dispuestos a volver a casa tras haber dado una oportunidad a los secesionistas, a En Comú Podem o a la formación de Inés Arrimadas.

Este sábado, prometió que esta semana dejará el ministerio para dedicarse «al 101%» a ser candidato y desplegó su máxima. «No voy a preguntar a nadie qué ha hecho en estos últimos diez años; creo en una Cataluña sin revanchas», dijo. «La tarea más importante es superar ese exilio interior que hemos vivido. Dejar ese unos y otros y volver a levantar un nosotros tan grande como Cataluña. Volver a querernos, volver a escucharnos», resumió.