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El presidente Sánchez, que lo es también por turno de la UE, ha cerrado su gira de dos días por Oriente Próximo con un anuncio de relevancia en el plano internacional y habiendo desatado la indignación del Gobierno de Israel con sus declaraciones a su ... paso por Jerusalén, en las que combinó la denuncia de la «barbarie» de Hamás con una apelación en persona a Benjamín Netanyahu para que cese el «insoportable» drama de los muertos en Gaza. Sobre lo primero, el anuncio, el jefe del Ejecutivo español abrió ayer por primera vez la puerta a un reconocimiento unilateral del Estado palestino por parte de España si la UE no da el paso. Sobre lo segundo, su posición ha desembocado en una nueva crisis diplomática con Tel Aviv, que ha llamado a consultas a la embajadora española –y también al belga– por unas manifestaciones que, en palabras del ministro de Exteriores, Eli Cohen, «apoyan el terrorismo» de Hamás.
Sánchez eligió un punto preñado de simbolismo –el paso de Rafah, en la frontera de Egipto con la Franja de Gaza, donde se desarrolla el canje de rehenes y presos entre las milicias integristas y el Ejecutivo hebreo– para desvelar sus intenciones sobre la grave crisis en Oriente Próximo, de donde regresa algo más pesimista –«realista», dijo él– de lo que llegó sobre las posibilidades de alcanzar un pacto que garantice una tregua humanitaria duradera. El presidente del Gobierno no puso fecha a la admisión de la existencia de Palestina como Estado, de la que Yolanda Díaz se felicitó como una conquista del programa de Gobierno suscrito por Sumar con el PSOE.
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La promesa de Sánchez en el debate de investidura fue que impulsaría ese movimiento en la UE. Ayer, sin embargo, apuntó que aunque ese es su plan, tiene opción b. «Este es el momento para que la comunidad internacional y especialmente la UE tomen una decisión sobre el reconocimiento del Estado palestino. Valdría la pena y sería importante que muchos miembros de la UE lo hiciéramos juntos», avanzó, antes de apostillar: «Pero si eso no ocurre, por supuesto España tomara sus propias decisiones».
Sánchez llegó el jueves a Israel justo cuando se había anunciado el primer alivio en siete semanas, desde que Hamás perpetró sus brutales ataques del 7 de octubre contra población civil y el ejército israelí respondió con un bombardeo diario sobre la población de Gaza. Ayer se desplazó hasta Rafah, solo unas horas después de la entrada en vigor del alto el fuego de cuatro días que debe permitir la entrada de cientos de camiones de ayuda humanitaria y suministros a la Franja tras muchos días de bloqueo y pocos minutos antes de que, según estaba previsto de que se produjera el primer canje del listado de 50 rehenes en manos de la organización terrorista y 150 presos palestinos. Pero Sánchez ha regresado a España con un balance pesimista y obligado a lidiar, además, con una nueva crisis con Israel después de su protesta contra las manifestaciones pro-palestinas del ala de Sumar en su Gobierno.
Con el objetivo en la agenda de ir sembrando el terreno para la celebración de una próxima conferencia de paz internacional, el dirigente socialista inició su periplo –junto al belga Alexander de Croo, su relevo por turno al frente de la UE– con una reunión con el presidente israelí Isaac Herzog y Netanyahu en Israel, antes de verse con el líder de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abás, en Cisjordania y con el presidente de Egipto Abdel Fattah Al-Sisi y el secretario General de la Liga Árabe, Ahmed Aboul Gheit, en El Cairo. Ahora sabe que esa ambiciosa cita no está cercana.
Su encuentro con Netanyahu le dejó claro que el clima no es el propicio y ha acabando preludiando una crisis en la que ambos gobiernos cruzaron ayer duras advertencias. El primer ministro israelí se encuentra «todavía», interpreta Sánchez, en una «lógica de guerra». «Su lenguaje, sus objetivos –expuso en una conversación informal con los periodistas que lo acompañan en el viaje– son bélicos». «Las heridas aún están muy abiertas y supurando y todo tiene que bajar antes de iniciar conversaciones», reconocen también fuentes gubernamentales. El planteamiento inicial era que la conferencia tuviera lugar en el horizonte de seis meses a partir del cese de hostilidades. En el Ejecutivo admiten, no obstante, que «queda un ingente trabajo diplomático por hacer» a todos los niveles, también en la ONU.
El presidente del Gobierno se ha pasado dos días expresando su deseo de que la tregua humanitaria firmada esta semana se prolongue en el tiempo y se haga duradera. También lo dijo así Al-Sisi, actor fundamental, con Catar y Estados Unidos para el breve alto el fuego alcanzado esta semana. Pero en el corto plazo ese escenario no se vislumbra.
En El Cairo, después de haber instado a Israel a detener la matanza de inocentes en Gaza con una contundencia muy superior a la empleada por otros líderes europeos – «A los países amigos hay que decirles la verdad», defendería en el avión rumbo a la capital egipcia al final del dia–, el jefe del Ejecutivo anunció el envío de cuatro toneladas de equipos médicos a Egipto para que pueda dar respuesta a las necesidades derivadas de una situación que ha provocado miles de desplazamientos y que ya amenaza con provocar problemas de suministros en sus propios hospitales. Y trasladó el mensaje de que la UE no dejará de apoyar a el país, que, según Al-Sisi, se ha hecho cargo ya de un 75% de la ayuda humanitaria a la población palestina pese a su propia situación económica.
El presidente del Gobierno, en todo caso, no tira la toalla. Como el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, también muy directo en su mensaje a Israel de que «un horror no justifica otro horror» y en su condición de presidente rotatorio de la UE, defiende que Europa debe desempeñar un papel más activo en la resolución de un conflicto demasiado largo, enquistado y «de enormes proporciones», pese a que las distintas sensibilidades de los Veintisiete no hacen fácil el propósito.
Ante Al-Sisi insistió en la idea de convocar «lo antes posible» esa conferencia internacional de paz con las partes, que él fue el primero en promover a mediados del pasado octubre, y que cuenta con el respaldo de la Unión Europea, la Liga de Estados Árabes y la Organización para la Cooperación Islámica; dos organizaciones que ya han empezado una labor de zapa entre los miembros del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
El mensaje de Sánchez a una sociedad árabe harta de oír hablar a la comunidad internacional de la solución de dos Estados desde hace más de 30 años sin implicarse activamente en su consecución –el propio presidente egipcio lo reprochó este viernes– es que esa cita debe ser el lugar para darle un impulso definitivo, más allá de lo declarativo.
Pedro Sánchez ha anunciado hoy que España enviará a Egipto cuatro toneladas de material médico destinados a ayudar a los hospitales del país a atender las necesidades derivadas de la crisis humanitaria de Gaza. La ayuda, según fuentes gubernamentales, está ya en camino y llegará a lo largo de los próximos días.
En una comparecencia conjunta en El Cairo junto al presidente egipcio Abdel Fattah Al Sisi y el primer ministro belga, Alexabder de Croo, con el que ha compartido su gira de dos días a Oriente Próximo, el presidente del Gobierno ha respondido así a la llamada de Egipto. «Usted desempeña un papel decisivo en la entrega de ayuda humanitaria, la evacuación de los palestinos que necesitan tratamiento médico, la evacuación de los extranjeros y todas sus capacidades diplomáticas y de mediación», ha reconocido a Al Sisi, después de remarcar que el 75% de la ayuda humanitaria a Gaza proviene de su país pese a su situación económica.
El envío se entregará a través del Mecanismo de Protección Civil de la UE, en otro ejemplo más de cómo la Unión Europea trabaja en conjunto para apoyar a sus socios. Pero, además, fuentes gubernamentales añaden que España ha triplicado este año su ayuda a Gaza hasta los 48,5 millones de euros y ha sido decisiva en el compromiso de la UE de cuadruplicar la suya.
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