Borja Sémper
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Borja Sémper
Es Navidad, pero la política y la justicia truenan y no hay tregua en la legislatura del «sobresalto». Lo constata Borja Sémper (Irún, 1976), portavoz nacional del PP, que recomienda a los propios y a toda la ciudadanía «preocupada» no caer en «la ansiedad», persuadido ... de que Pedro Sánchez resistirá todo lo que pueda en el poder.
–¿Cabe sospechar que el fiscal del Estado borró a propósito su móvil tras la fitración de datos confidenciales del novio de Isabel Díaz Ayuso? Eso sería casi tanto como obstrucción a la justicia.
–¿Se puede creer que alguien de la relevancia del fiscal general ni reciba ni envíe un wasap? ¿Que justo hayan desaparecido todos los mensajes los días que un magistrado señala que deben de ser analizados? Eso no es creíble, ¿verdad? Hay más que indicios para sospechar que existe una clara obstrucción a la justicia por parte de quien tiene que perseguir el delito. Lo tendrán que dilucidar los tribunales, pero ya es suficientemente grave que el fiscal general esté investigado por la comisión de un delito penal. Estamos en momentos tremendamente críticos para el Estado de Derecho, para la separación de poderes y para la credibilidad de las instituciones.
–¿Se equivoca Ayuso cuando utiliza su posición institucional como herramienta de defensa de quien ella misma define como un ciudadano particular, acusado en su caso de fraude fiscal?
–Lo que es incontestable es que hay un particular que tiene un conflicto con la Agencia Tributaria y que cualquier ciudadano tiene sus derechos fundamentales preservados por la ley. Y los del señor González Amador han sido vulnerados porque información crítica y privada sobre él se ha hecho pública. La presidenta Ayuso respondió a un interés informativo sobre lo que estaba sucediendo en su entorno personal. Si ese es el único ángulo de ataque contra ella, me parece pobre. Si el señor González Amador ha cometido un delito tributario, tendrá que pagar. Y hasta aquí el mundo de ayer, porque lo que es una innovación es que el fiscal general de un país democrático esté investigado por un delito verdaderamente grave. Y con altos cargos del Gobierno bajo sospecha.
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–¿Han colocado demasiado huevos en la cesta de las acusaciones en sede judicial de Víctor de Aldama por el 'caso Koldo'?
–La valoración de la prueba la tienen que hacer los tribunales. Todo, absolutamente, se va a terminar por saber. Lo que me llama la atención es que Sánchez no haya aprendido de los casos de corrupción que afectaron al PSOE y al PP, ante los que en muchas ocasiones reaccionamos mal. Yo pensaba que habíamos aprendido la lección. Pero lo que estamos viendo es opacidad, ataques a la prensa, a los tribunales y a la oposición; generar mucho lodo para que la gente piense que todos somos iguales. Y no es cierto. Sé que hay mucha ansiedad. Calma. Dejemos trabajar a los tribunales. Lo que hay que ofrecer a la gente enfadada y preocupada es una alternativa clara e identificable. Y esto requiere su tiempo, no dejarnos llevar por esta agenda acelerada.
–Y ese 'todo se sabrá', ¿a qué apuntaría?
–Hay evidencias de que el nivel de responsabilidad de esta trama de corrupción llega hasta los despachos más nobles de La Moncloa, incluido el del presidente. Aquí hay dos planos, el judicial y el ético. Y lo que respecta a la parte que afecta al entorno personal de Sánchez es inaceptable desde un punto de vista ético y moral, sin aventurarme a decir qué recorrido judicial van a tener las causas contra su mujer o su hermano.
–¿Han pasado a creer que la presunta corrupción será lo que erosione al Gobierno, más que su debilidad parlamentaria?
–A lo que asistimos es a un colapso general del Gobierno. Sánchez optó por ser presidente con una mayoría que todos sabíamos que se iba a ir resquebrajando. Este es un Gobierno que no puede gobernar. Y estos tres elementos –inestabilidad parlamentaria, corrupción y un Sánchez del que ha calado que su palabra no es creíble– hacen el triángulo del colapso.
–Ustedes tumbaron este jueves en el Congreso junto a Junts y el PNV el gravamen a las energéticas. ¿Qué indica esa foto fija de sus relaciones con los independentistas?
–Dijimos desde el minuto uno tras las generales que podíamos acordar con cualquier formación, excepto Bildu, en aquellas materias razonables que tengan que ver con los intereses de los españoles, no de los independentistas. Hoy solo podemos ver con optimismo que partidos como Junts se avengan a pactar cosas, dentro del marco constitucional, relacionadas con la mejora de la vida de los ciudadanos; en este caso, una rebaja fiscal o no incrementar la presión fiscal. Esto es razonablemente bueno.
–Ese argumento es casi el mismo que esgrime el Gobierno para defender su «política de reencuentro» en Cataluña y que el PP no se cree.
–La amnistía sobre la que se sustentó la investidura de Sánchez es inconstitucional y amoral. El Gobierno no pacta una fiscalidad con Junts. Lo que pacta es el borrado de unos delitos extraordinariamente graves, que no es lo mismo. La diferencia es abismal.
–Puigdemont sigue siendo hoy el mismo prófugo que ayer.
–Sí, y seguimos defendiendo que el Estado de Derecho y la justicia también le afectan. Nuestro interlocutor es el grupo de Junts en el Congreso, donde parece razonable que unos y otros busquemos mayorías para llevar adelante nuestro programa. Y el nuestro pasa, entre otras cosas, por no incrementar la carga fiscal como pretende el Gobierno. No hay que llevar las cosas a escenarios en los que no están. Nosotros decimos: 'Oiga, no queremos que la gente sufra más presión fiscal. ¿Quién se suma? Ah, ¿se suma Junts? Perfecto. Bienvenidos'.
–¿Y entiende su electorado esos pactos puntuales?
–Sin duda. Si tú le dices al español medio si prefiere pagar 350 euros más de impuestos o no, te va a decir que no. Bueno, eso es lo que hemos garantizado ahora. Nosotros tenemos una relación educada, cordial e institucional con la mayoría de los grupos en el Congreso. El PP no puede ser un partido que esté arrinconado en una esquina, tiene que tener un termómetro de qué es lo que sucede en la sociedad y qué piensan otros partidos. Aunque estemos en las antípodas ideológicas. O precisamente por eso.
–¿Es sostenible la gobernabilidad con una formación, pacte con el PSOE o con el PP, cuyo objetivo es marcharse de España?
–Es insostenible cuando renunciamos a defender al Estado, la igualdad entre españoles. No vamos a hacer lo mismo que el PSOE pero al revés. Aspiramos a tener un respaldo tan importante como para conformar un Gobierno con apoyos parlamentarios sustentados en medidas para resolver los problemas de los ciudadanos, no en otras cosas.
–¿Un Gobierno en solitario?
–Sí, creo que es factible.
–¿Les resulta más fácil entenderse con Junts que con el PNV?
–El PNV está atravesando un momento de desconcierto y de soberbia. Hay un crecimiento notable de Bildu gracias a los acuerdos con Sánchez. Tengo la sensación de que están en una especie de callejón sin salida y no saben por dónde ir. Cuando lo resuelvan, seguro que la interlocución vuelve a ser fluida.
–Ellos les acusan a ustedes de pasarse el día «haciendo amigos» con su estrategia.
–En política, si tienes la lengua afilada conviene no tener la piel muy fina. ¡Anda lo que no tendría que decir el PP del PNV cuando en una semana traicionaron a Rajoy! La responsabilidad más alta de lo que está pasando en Euskadi es del PNV; y es corresponsable de lo que pasa en España. Esto conviene no olvidarlo.
–Descartada una moción de censura, ¿su opción es que la legislatura muera por inanición?
–El presidente se va a agarrar a La Moncloa como a un clavo ardiendo. En España solo hay dos maneras de que haya elecciones. Una, que el presidente disuelva las Cortes y las convoque, y esto no va a pasar. Yo intuyo que Sánchez cree que defenderse judicialmente resulta más fácil desde La Moncloa. Y la otra alternativa es una moción de censura, más necesaria que nunca pero que sigue siendo imposible. No sé si la legislatura va a ser larga o corta, pero sí que se nos va a hacer muy larga a todos, con un sobresalto semanal. Y me preocupa el auge de la antipolítica.
–Si Sánchez aguanta hasta 2027, ¿aguantará Feijóo?
–Por supuesto. Es el perfil político que necesita España.
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