Salvador Illa (La Roca del Vallès, 1966) es un hombre templado que acumula experiencia en la gestión de situaciones complejas. Fue el ministro de Sanidad que lideró la lucha contra la pandemia y ahora, como primer secretario del PSC, puede tener la llave de la ... política catalana. Si el Govern de ERC y Junts termina rompiéndose, estará en su mano elegir entre apoyar un ejecutivo en solitario de Pere Aragonès o dejar a los republicanos bajo la amenaza de un adelanto electoral. Por ahora, Illa aguarda acontecimientos.
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–¿Cuál es su pronóstico respecto al futuro del Govern?
–Tenemos un gobierno en tiempo de descuento. La actitud de Aragonès es irresponsable, porque en lugar de ocuparse de los problemas de los ciudadanos, está inmerso en una pelea partidista.
–El PSOE y el PSC repiten que no quieren contribuir a la inestabilidad en Cataluña. ¿Apoyarán entonces a ERC?
–El PSC es partidario de que haya un gobierno que gobierne, y eso es lo que no tenemos en Cataluña. Nosotros estamos empeñados en trabajar en una alternativa para que los catalanes tengan dónde elegir. Pero el momento es lo suficientemente complejo como para, desde la construcción de esa alternativa, tender la mano para tirar adelante y contribuir a solucionar todo aquello que mejore la vida de los ciudadanos. Es decir, gobierno alternativo, pero con mano tendida.
–¿Y contempla el PSC apoyar un Govern de ERC a cambio de que ERCsustente al Gobierno de España en el Parlamento?
–No, son ámbitos distintos.
–¿Qué pacto postelectoral tiene en la cabeza Salvador Illa?
–Con sinceridad, no pienso en esto. No tengo en mente un horizonte electoral, pero en ese caso, me gustaría contar con la mayor fuerza posible para no depender de otros partidos y si no, apostar por formaciones que compartan una visión de progreso. Planteo un gobierno que dé respuesta a las inquietudes de los catalanes.
–¿Qué recuerdo tiene de los tripartitos de Maragall y Montilla?
–Han ganado con el paso del tiempo. En muchos aspectos (sanidad, educación, seguridad), lo último relevante que se ha hecho fue con Maragall y Montilla. Cuando voy a los pueblos y ciudades, veo que los últimos centros de barrio, los últimos acondicionamientos públicos o las últimas comisarías se levantaron con los tripartitos.
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–¿El Estatut que se aprobó entonces es su modelo?
–Estamos en una época distinta. Fue un momento en que se intentó mejorar Cataluña, pero las cosas fueron como fueron y hay que aprender de aquella situación. Lo que sí demanda la ciudadanía es que, sin olvidar el autogobierno, trabajemos en serio para afrontar los problemas del coste de la vida. El Govern tiene que estar con las clases medias trabajadoras.
–¿Cómo recuerda el 1-0, del que se cumplen cinco años?
–Yo estaba en la secretaria de Organización del PSC y lo viví en la sede del partido, dando apoyo a nuestros alcaldes y concejales. Fue un día muy triste, un desgarro, el punto álgido de un proceso de desencuentro y división que no fue bueno para Cataluña en ningún ámbito, ni político, ni económico, ni reputacional ni en la convivencia. Fue un fracaso colectivo del que aún estamos digiriendo sus consecuencias en las instituciones, la política y la economía.
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–¿Qué le parecieron las cargas policiales?
–Insisto, me pareció un día triste. Hay que votar con arreglo a la ley, al Estado de derecho.
–¿Cataluña y España han pasado página?
–Estamos en el camino. El deseo mayoritario de la sociedad catalana es pasar página y la sociedad va cosiendo las heridas. La pandemia o el ataque de Putin a los valores europeos son baños de realidad. Los indultos de 2021 también han ayudado a procesar la parte más complicada de las decisiones judiciales.
–¿Está dando frutos la mesa de diálogo?
–Creo que sí. En democracia no hay otro método para resolver conflictos que no sea el contraste de opiniones y el consenso. El diálogo que acordamos tenía tres patas: una comisión bilateral, que se ha reunido en varias ocasiones; la mesa de gobiernos, que se ha celebrado tres veces, y la mesa de partidos, que lamento que no se haya puesto en marcha porque ahí tenemos que acordar los catalanes. A este diálogo no debemos ponerle límites temporales, no soy amigo de ultimátums. Pero tanto la comisión bilateral como la de partidos están dando resultados.
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–Pero la mesa parece condenada al fracaso porque ninguna de las partes puede ceder en los puntos clave: la amnistía y el referéndum sobre la independencia.
–Lo que yo percibo es que la ciudadanía nos pide a los políticos que nos centremos en las cosas de comer. Hay muchos puntos de acuerdo posibles y vamos a empezar por aquello en lo que podamos alcanzar pactos. Además, no es verdad que en Cataluña no se vote. En Cataluña se vota, lo que ocurre es que algunos quieren que sigamos votando hasta que salga lo que ellos quieren, y eso es un fraude intelectual. Yo no estoy en eso y los catalanes, tampoco. Estoy dispuesto a que sometamos a la consideración del pueblo de Cataluña el acuerdo al que podamos llegar, pero todo lo que sea apoyar dinámicas divisivas sin encaje legal, como sería un referéndum, es un error.
–Y entonces, ¿hasta dónde puede llegar el Gobierno de España?
–El presidente Sánchez ha sido muy claro: sí al diálogo, sí a las cuestiones concretas, sí a respetar el marco de convivencia, pero no a fomentar una dinámica divisoria en la sociedad catalana. Es un error señalar horizontes imposibles que generan frustración en una parte de la sociedad. El Gobierno de España lo está haciendo bien.
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–¿Qué ocurrirá si prosperan los recursos del PP y Vox contra los indultos a los promotores del 'procés'?
–Los indultos fueron una decisión valiente, aceptada y de futuro. Se hicieron correctísimamente, con el máximo rigor jurídico y respetando el ámbito de decisión que le corresponde al poder ejecutivo, pero a la vez, sin desconsideración hacia el poder judicial. No contemplo que prosperen los recursos contra los indultos.
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–Hablando de Vox, si en un momento necesitase los votos de este partido para ser un presidente constitucionalista, ¿los aceptaría?
–A mí estos en la campaña electoral me querían meter en la cárcel. Creo que con esto digo todo.
–Hace dos semanas, miles de personas salieron a la calle en Barcelona para reclamar que se cumpla la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña que obliga a impartir el 25% de las clases en castellano. Ustedes no participaron en la manifestación. ¿Por qué?
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–Es un asunto muy sensible, pero hay que decir que esta es la primera vez en la que Cataluña inicia el curso escolar con el castellano como lengua vehicular, y fue gracias a un acuerdo que hemos suscrito, la nueva ley de uso de lenguas propias. Es verdad que la ley no cita explícitamente el castellano como lengua vehicular, pero sí se dice que es de uso curricular, y el Consejo de Garantías Estatutarias dictaminó que la expresión curricular equivale a vehicular. Aunque el catalán sigue siendo el centro de gravedad, esto es muy importante porque da un aval a los responsables de los centros educativos para diseñar unos planes en los que el castellano ya no sea una lengua para ser enseñada, sinopara enseñar. Yo soy partidario de que sean los responsables de cada centro los que, en función de su realidad sociolingüistica, decidan las horas en cada lengua con el objetivo de que al finalizar la enseñanza obligatoria se domine perfectamente el catalán y el castellano. He visto, y no me ha gustado, que algunos miembros del Govern siguen alimentando este asunto. Pretender que la defensa del catalán pase por negar el uso del castellano es un error garrafal que perjudica a los ciudadanos de Cataluña.
–Pero al pactar esta ley con ERC y Junts, ¿no están blanqueando un acuerdo que, en determinados casos, no garantizará el 25%?
–Por primera vez el castellano es lengua de uso. Está en el papel, en una ley, y eso no es algo menor. Es mejor que sean los responsables de los colegios los que determinen el porcentaje de una lengua a que lo hagan los jueces.
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–¿Los estudiantes catalanes dominan el castellano?
–Sí, eso está acreditado por muchos estudios, aunque haya algunas personas que puedan tener un recorrido de mejora en alguna de estas lenguas. Pero yo no estoy de acuerdo con los grupos que defienden cualquier tipo de monolingüismo.
–Si se concluyese que los independentistas fueron espiados por el Gobierno de España, ¿qué haría usted?
–Tengo plena confianza en cómo han actuado el presidente del Gobierno y la ministra de Defensa. Ha quedado acreditado que en todo momento se respetó el Estado de derecho, se dieron las explicaciones que había que dar y se tomaron las medidas que había que tomar.
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–¿Qué opina el debate sobre la bajada de impuestos?
–Está mal enfocado. Todo lo relativo a igualdad y cohesión de las sociedades es clave. Con esto no quiero decir que haya que renunciar a incentivos en la economía de mercado, pero las sociedades que no tengan un mínimo de igualdad no van a tener un futuro fácil, y para que haya igualdad el Estado debe disponer de unas medidas fiscales justas. Algunos que hablan de patriotismo, sobre todo con las banderas, harían bien en hablar del patriotismo de la solidaridad que ejercemos pagando impuestos. Toda la familia socialdemócrata estamos en lo mismo. Fíjese lo que ha pasado en Reino Unido, que se ha desplomado la libra porque los mercados no dan credibilidad a la bajada de impuestos anunciada por su primera ministra. Desde el respeto a las competencias de las comunidades autónomas, todo lo que sea competencia fiscal a la baja no es el camino, y menos enfrentando territorios.
–¿Qué le pareció el llamamiento del presidente andaluz a los empresarios catalanes para que se instalaran en Andalucía?
–Me provocó decepción.
–Acaba de publicar un libro sobre sus vivencias durante la emergencia sanitaria de la covid-19 ('El año de la pandemia', publicado por Península). ¿Ha superado usted el impacto emocional de haber tenido que gestionar la peor pandemia del último siglo?
–Creo que sí. No había procesado algunos episodios y escribir el libro me ha ayudado. Fue un periodo tan intenso y trepidante que no pudimos procesar en su momento y lo estamos haciendo poco a poco. He querido dar mi visión y homenajear el comportamiento de los españoles y de las instituciones.
–¿Le hubiera gustado seguir como ministro de Sanidad en lugar de volver a Cataluña?
–No me importaba haber seguido. estaba ilusionado con el trabajo que hacía en el ministerio, pero también me hacía ilusión volver a Cataluña para liderar este proyecto. Me apasiona el trabajo que hago y soy un hombre que tiene la conciencia de formar parte de un proyecto político, el del PSC. Estoy disfrutando del trabajo en Cataluña.
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–Durante la pandemia, se tomaron decisiones que el tiempo ha demostrado como erróneas.
–Ahora es muy fácil decir eso.
–Pero parece que ustedes se excusan de las críticas ironizando sobre los 'capitanes a posteriori'. ¿No cree que con la información que se tenía en su momento se tomaron decisiones demasiado contemporizadoras y no agresivas?
–Al principio había muchas incertezas. La información se recibía poco a poco y a ese ritmo cambiaba la percepción de la realidad, lo que nos obligaba a tomar otras decisiones. Lo que antes ocurría en años, el cambio de una evidencia científica, esta vez pasaba en apenas semanas. Por ejemplo, con las mascarillas. Nosotros siempre tuvimos muy claro que había que tomar decisiones, pero que se tenían que explicar a la ciudadanía y por ello, estar basadas en la evidencia científica. La ciudadanía no hubiera entendido medidas sin base científica.
–Si pudiera volver a la semana del 8-M, ¿tomaría la decisión de no permitir las manifestaciones, los acontecimientos deportivos o los actos políticos?
–Con la información que tenemos hoy, por descontado. Pero en aquel momento, el Gobierno de España no podía tomar esas decisiones, que correspondían a las comunidades autónomas, y yo apoyé a las comunidades cuando decretaron la suspensión de los eventos masivos. Pero la evidencia que teníamos en aquel momento no era suficiente para tomar medidas tan drásticas. Cuando tuvimos la evidencia, las tomamos.
–Si tuviera que hacerse la autocrítica, ¿qué se diría?
–Es obvio que se fue tarde en algunas decisiones y que tampoco se transmitieron bien los datos.
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–Respecto a los datos, durante mucho tiempo se dieron datos que no eran verdad.
–Si se refiere al exceso de mortalidad, siempre hay margen de mejora y quizá se pudo hacer un ejercicio más coordinado con las comunidades, pero la comparativa con los países de nuestro entorno no nos deja mal. Además, hubo hitos muy destacados, como el estudio de seroprevalencia.
–Se negaron a dar el nombre del comité que decidió la desescalada hasta que les obligó el Portal de Transparencia.
–El comité tenía que hacer su trabajo con tranquilidad y el que autorizaba el progreso de fase era yo. El procedimiento estaba claro: la comunidad proponía el cambio de fase, el documento lo analizaba un técnico del CCAES, Fernando Simón avalaba el informe y yo lo certificaba. Todo fue transparente, e incluso al final publicamos todos los informes.
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