La secretaria general de ERC, Marta Rovira, vivió este viernes una jornada de contrastes. Por la mañana, todo fueron alegrías, sonrisas, abrazos y reencuentros con personas que llevaba mucho tiempo sin ver. Hay que «celebrar la victoria», animó a los suyos. Por la tarde, ... en la ejecutiva de ERC y en el consejo nacional convocado de urgencia, se topó con la cruda realidad de su partido, que, enfrentado en luchas cainitas, tiene que elegir nuevos dirigentes y decidir si da la presidencia de la Generalitat a Salvador Illa (PSC) o se arriesga a seguir hundiéndose en unas nuevas elecciones.
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La republicana regresó así a casa después de seis años y cuatro meses viviendo en Ginebra. Poco antes de las ocho y media de la mañana, el coche conducido por su marido atravesó la frontera de La Jonquera en la autopista AP-7. En marzo de 2018, huyó a la ciudad suiza para evitar la prisión, tras ser citada a declarar por el Tribunal Supremo. Fue imputada por rebelión, luego por sedición, más tarde por desobediencia por el 1-O y finalmente por terrorismo por el 'caso Tsunami'. El archivo de esta causa, propiciado por un error del juez instructor, le ha permitido regresar, cuando ya hacía planes para estar al menos un año más lejos de Cataluña.
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Junto a Rovira también volvieron a Barcelona el diputado de Esquerra, Ruben Wagensberg y el vicepresidente de Òmnium Cultural, Oleguer Serra, así como el periodista Jesús Rodríguez y el empresario Josep Campmajó. Cada uno en su coche, pues temían algún susto en el paso fronterizo. Todos ellos estaban investigados por terrorismo en la causa abierta por las movilizaciones de Tsunami Democràtic. Regresaron de Ginebra en dos fases. Hicieron noche en el sur de Francia y este viernes completaron la etapa final del viaje, con una parada en Clatallops, en Girona, donde vive la familia de Wagensberg y donde ERC organizó un acto de bienvenida.
Fue un encuentro sobrio, si bien cargado de simbolismo. Había representantes de todos los partidos soberanistas y de las entidades sociales. Rovira se fundió en un largo abrazo con Oriol Junqueras. Una tregua en medio de la batalla en la formación republicana. La secretaria general lanzó dos mensajes. Uno: «He venido para acabar el trabajo» que en 2017 se quedó a medias. Y dos: «Volvemos para recomenzar. Para unir al independentismo», porque «juntos somos más fuertes».
Este fue el segundo contraste de la jornada, ya que el discurso que pronunció no casa con el que su partido, y ella misma, han defendido esta semana, cuando han asegurado que las negociaciones con el PSC para investir a Salvador Illa van bien y a buen ritmo. No parece muy compatible apoyar la elección del líder socialista y al mismo tiempo abogar por reactivar el 'procés'.
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La parte de la unidad secesionista permite una doble lectura. Puede ser en clave interna de ERC, en plena guerra civil republicana. De hecho, una de las imágenes del día fue la del abrazo entre la secretaria general y Junqueras, los dos pesos pesados del republicanismo. Carles Puigdemont y Toni Comín, en cambio, no viajaron al sur de Francia, donde tuvieron instalado su cuartel general en la campaña electoral, para despedir a Rovira en el tramo final del viaje. Esta ausencia llamó la atención en el independentismo.
No obstante, si la referencia que hizo a la unidad fue en clave de investidura catalana, El socialista Salvador Illa puede empezar a ponerse más nervioso, porque estaba abriendo la puerta a avalar la propuesta de Puigdemont de acudir juntos a las elecciones en caso de repetición. Son palabras, en cualquier caso, que forman parte de la liturgia de este tipo de actos, de emoción nacionalista y que muchas veces se las acaba llevando el viento. Sea lo que fuere, Rovira sorprendió por la contundencia de su discurso, que le sirve para marcar perfil en el partido, ahora que con su regreso coge el timón hasta el congreso de noviembre.
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Su regreso, a pesar de que no se ha producido finalmente como consecuencia de la ley de amnistía sino por una falla judicial, supone cerrar una carpeta que impedía normalizar la situación catalana. Queda la más complicada, la de Puigdemont, cuyo futuro procesal está aún en el aire. Su vuelta no será una balsa de aceite como la de este viernes de los 'cinco de Ginebra'.
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