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Los miembros del Comité Federal del PSOE respalda en la reunión de este sábado, en pie y con aplausos, a Begoña Gómez, mujer de Pedro Sánchez EFE

El PSOE se entrega a Sánchez: «Pedro, quédate, merece la pena»

Los socialistas convierten su comité federal en un acto de apoyo abrumador al presidente y desbordan la calle Ferraz con miles de militantes en la esperanza de frenar su dimisión

Sábado, 27 de abril 2024, 12:27

Si la súplica servirá o no a su objetivo, que Pedro Sánchez anuncie el lunes su continuidad al frente del Gobierno, es aún incierto. Pero el PSOE no habrá podido hacer más para intentar evitar que, de la noche a la mañana, se abra ... una crisis institucional y orgánica imprevista. El comité federal del partido, en origen convocado para aprobar las listas a los comicios europeos, se convirtió este sábado en una abrumadora demostración de apoyo, pero también de presión, al jefe del Ejecutivo, recluido en su residencia desde que el miércoles anunció su decisión de tomarse un tiempo de reflexión hasta este lunes para decidir sobre su dimisión. «Pedro, quédate», pidió su número dos, María Jesús Montero. «No puedes entregar al PP lo que persigue, la cabeza del secretario general del PSOE, y con ello -añadió el ministro de Transportes, Óscar Puente- la justicia de este país».

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Lo habitual es que la reunión del que es el máximo órgano de la formación, al margen de los congresos, se celebre siempre a puerta cerrada y que lo único que se emita en público sea la intervención inicial del líder. Esta vez, sin embargo, todas las alocuciones de los dirigentes pudieron seguirse no ya a través de los canales internos sino también desde las pantallas y altavoces instalados en la calle, para poder ser vistos por los miles de militantes -en torno a 12.500 según delegación del Gobierno- congregados a las puertas de Ferraz, buena parte de ellos llegados en autobuses desde distintos lugares de España.

De lo que se trataba era de crear un clima emocional sin precedentes, que Puente resumió bien. «La militancia que está ahí fuera, la que llevó a Pedro Sánchez a la secretaría general -dijo evocando otro de los episodios que contribuyeron a forjar el perfil del hoy presidente- es la que tiene que ser el alma del PSOE y la que tiene que empujarlo a tomar la decisión correcta, que es seguir». La diferencia entre 2017 y este momento es que entonces el partido estaba sumido en una guerra civil que dejó heridas profundas. Aquello fue un 'Sánchez contra los poderes fácticos' del socialismo. Lo de hoy, un 'todos somos Sánchez', en el que no faltaron ni las lágrimas, como las del propio ministro de Transportes o su compañero en Presidencia y Justicia, Félix Bolaños.

Incluso el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, el más distanciado de la dirección federal, muy crítico con los pactos con el independentismo y con la amnistía a los encausados del 'procés', tomó la palabra para dejar claro que, en esto, sí está con el jefe del Ejecutivo, que justifica sus cinco días de «reflexión» en la necesidad de «parar» para decidir si le «merece la pena» seguir aguantando lo que califica como una operación de «acoso y derribo» de la derecha y la ultraderecha que afecta ya a su familia.

Fue la decisión de un juez de abrir hace unos días diligencias previas en torno a Begoña Gómez, esposa de Sánchez, a raíz de una una denuncia por supuesto tráfico de influencias interpuesta realizada por el pseudosindicato 'Manos Limpias', lo que detonó la reacción del presidente que tiene a todos los socialistas en vilo. Su partido lo interpreta como un grito de 'basta ya' frente a las artimañas de una oposición que nunca, dicen, le ha reconocido una legitimidad ganada en las urnas.

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«No es por una querella falsa por lo que estamos aquí, porque eso no puede tumbar a un socialista. Estamos aquí porque nuestro presidente del Gobierno ha mostrado dolor. Y a este partido, quede claro, no le van a quitar la moral, y menos los que no tienen ninguna», reivindicó Page. La suya fue la novena de lo que, en principio, iban a ser dos docenas de intervenciones en la sala Ramón Rubial, situada en el sótano de la sede socialista. No hubo más. A esa hora, en torno a las doce del mediodía, las bases ya abarrotaban las calles del entorno y el secretario de Organización, Santos Cerdán, tomó la palabra para pedir a los asistentes que lo dejaran todo y salieran a abrazarse con ellas.

«No pasarán»

El tono general de los discursos, mientras fuera se entonaban gritos de «el pueblo unido no será vencido» o «no pasarán», fue muy similar al de los mensajes que distintos dirigentes del partido han ido lanzando en los últimos días. Los socialistas insisten en que, más allá del dilema personal del presidente, lo que urge es hacer una reflexión sobre hacia dónde se dirige la democracia. O más en concreto, hacia dónde está dirigiendo a la democracia la derecha «cómplice» de la ultraderecha.

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Es, en realidad, el marco que el propio Sánchez creó el miércoles con la carta con la que sorprendió al mundo en su cuenta de la red social X. Y suscribiéndose a él, una dirigencia genuinamente temerosa ante la posibilidad de que el lunes se abra el suelo ante sus pies -Montero; Salvador Illa, Teresa Ribera, Adrián Barbón, María Chivite...-, se mostró fundamentalmente solidaria y empática con él. Pero tampoco faltaron algunas sacudidas a su conciencia. Las más impactantes, la del líder del PSE, Eneko Andueza, y la de Puente.

Militantes en Ferraz Óscar Chamorro

«Hoy Pedro, te voy a pedir que pienses en mucha gente. En todos esos socialistas que perecieron en las cunetas, que sufrieron represión, exilio, esos viejos socialistas que cada vez que iban a votar se ponían sus mejores galas y ponían su voto en el corazón porque sabían que allí iba su vida", se arrancó el representante vasco, integrante de la familia política que resistió durante años el embate de ETA y artífice de un reciente resultado electoral que ha dado oxígeno al partido en un momento delicado. "[Piensa]en todos esos socialistas que teníamos que mirar debajo de los coches y mirábamos hacia atrás, a nuestros familiares, porque no sabíamos si los íbamos a volver a ver», remarcó.

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El ministro de Transportes apeló también a la memoria de su abuelo Antonio, al que un amigo salvó del paredón pero no pudo impedir que pasara «tres años a paliza diaria, recibiendo manguerazos en el patio de la fría cárcel de Valladolid». «Cuando pienso en mi sufrimiento pienso en él y me digo: 'Seguro que el tuyo es más liviano que el suyo'. Y sé que piensas lo mismo, Pedro -interpeló-, por eso no puedes rendirte».

En la dirección del PSOE aseguran que siguen en la máxima incertidumbre. Que nadie ha hablado en estos días con el presidente sobre su decisión -los asuntos de despacho diario relacionados con la gestión los está asumiendo su jefe de Gabinete, Óscar López- y que todos los ministros están respetando el periodo de tranquilidad que ha reclamado. Por eso siguen conteniendo la respiración. «Cruzamos los dedos», ilustró Montero, haciendo el gesto, tras recibir el calor de las masas.

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Algunos en la ejecutiva admiten, sin embargo, que el silencio enclaustrado en que se ha refugiado su jefe de filas, inhabitual en él, no constituye el mejor presagio para lo que aguardan. El de Sánchez ha sido -todavía lo es- un hiperliderazgo que no será sencillo suplir. Entre otras cosas, porque no había nada organizado para este trance sobrevenido.

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