Un psicópata en la costa azul (III)
El topo de ETA que salvó a la corona de España en Mónaco ·
Tercera entrega del serial sobre la operación antiterrorista que evitó el secuestro de la Familia Real en Mónaco en 1974Secciones
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El topo de ETA que salvó a la corona de España en Mónaco ·
Tercera entrega del serial sobre la operación antiterrorista que evitó el secuestro de la Familia Real en Mónaco en 1974óscar b. de otálora
Martes, 10 de julio 2018, 11:33
Quien se encuentra en el núcleo de la conspiración para secuestrar a los Reyes es el capitán de barco Juan José Rego Vidal. Con el tiempo se convertirá en un miembro de ETA obsesionado hasta la enfermedad con matar a Juan Carlos I, contra quien ... organizará atentados hasta bien entrados los años 90. En Montecarlo, con 34 años, está enrolado en el yate 'Bystander', el barco que tienen previsto utilizar los etarras para llevar a cabo el secuestro de los Príncipes de España. Él estaba en contacto con los marineros de barcos de lujo de Mónaco y otros puertos de la Costa Azul, a los que sonsacaba información para preparar el atentado. Era un experto en ganarse la confianza de las tripulaciones para que le contasen los movimientos de sus millonarios patrones...y de la Casa Real.
Jokin Azaola, alias 'Van Put', el confidente que las fuerzas de seguridad mantienen en el comando que va a secuestrar a los Reyes, permanecía en un chalé de Niza bautizado como 'Roc Azur'. En este caserón de aire provenzal y con grandes cristaleras orientadas hacia un jardín se celebraban por la noche reuniones con los jefes del comando. 'Van Put' escuchaba en silencio el avance de la operación. Y toda la información que reunía se la hacía llegar a la Policía española. Pero un día decidió darse una vuelta por el puerto de Montecarlo y observar el barco desde el que se va a secuestrar a los Reyes. Se lleva las manos a la cabeza. Lo primero que hizo el comando fue colocar una ikurriña en el mástil. Una bandera que en ese momento era ilegal y que les identificaba como nacionalistas que no tenían nada que ver la aristocracia europea que reinaba en el puerto monegasco. Les sugiere que la quiten.
El guipuzcoano Rego Vidal era el responsable de ese barco. En 1978 sería detenido por participar en otro compló para intentar matar al rey en Ibiza. Ese mismo año fue examinado por un psiquiatra que diagnosticó que su personalidad era la propia de un «psicópata necesitado de estimación», lo que permitía calificarle como un «fantasioso y mitómano». Salió de la cárcel en 1979, precisamente porque se consideró que no era responsable de sus actos por su trastorno mental. Una vez en libertad puso en marcha turbios negocios de exportación al tiempo que su egolatría le alimentaba. Él tenía que matar al Rey, estaba muy por encima del resto de miembros de la banda que asesinaba simples policías. Ya disponía de la nacionalidad francesa puesto que se le había asignado la condición de refugiado político. En 1995 volvería a ser detenido. Esta vez se había desplazado a Mallorca en un velero, 'La belle poule', con su hijo y otro miembro de ETA armado con un rifle de precisión. El plan era matar al Monarca con un disparo a distancia mientras navegaba en el yate 'Fortuna'. Lo que no sabía este comando es que la Policía seguía sus pasos. En 1995, cada vez que se movía, un agente le vigilaba.
Lo mismo que estaba sucediendo en 1974 mientras preparaba el primer atentado contra Don Juan Carlos en Mónaco. Rego esperaba a su presa con la paciencia de un depredador a bordo del 'Bystander'. Este nombre es relativamente común en los navíos sajones -su traducción sería el espectador, el testigo- pero uno de los barcos con ese nombre identificados en esas fechas en el puerto de Mónaco era propiedad del músico vascofrancés Francis López. Este artista fue el compositor de muchos de los éxitos de Luis Mariano, el tenor nacido en Irún que hasta los 60 fue un ídolo de masas en Francia. López había acumulado una fortuna y en ese momento era un millonario asiduo a las fiestas de Mónaco, donde se alojaba en su barco de lujo. Él y su mujer alemana eran fotografiados de forma habitual entre las maderas pulidas y los dorados del yate. En cualquier caso, no hay ninguna evidencia que vincule este barco con el empleado por ETA, más allá del nombre.
El 'Bystander' era el punto de encuentro de los miembros de ETA desplazados hasta Mónaco para cometer el secuestro. Leer los nombres de estos terroristas es asistir a la historia de la banda, desde sus orígenes hasta su disolución. Muchos de ellos incluso han vuelto a aparecer en público en los últimos meses, en los que la banda ha anunciado que se disuelve. Uno de ellos, por ejemplo, es Isidro Garaialde, 'Mamarru', un jefe militar de la banda en los 80 que tras ser detenido en 1985 cumplió 38 años en prisión. En 2016 se manifestó a favor de los presos junto con Arnaldo Otegi y José Antonio López Ruiz, 'Kubati', el asesino de 'Yoyes'
Por el barco también pasó José Luis Arrieta, 'Azkoiti', quien sería el jefe de las finanzas de la banda y responsable de la extorsión a los empresarios durante varias décadas. Este etarra, fallecido en 2001 en la clandestinidad, había sido detenido en 1986 y llegó a ser interlocutor del Gobierno español en un intento de negociación que nunca avanzó. Su arresto permitió el acceso al poder del 'Josu Ternera', el terrorista que ha certificado el fin de la banda. En Mónaco, 'Azkoiti' era una de las figuras de peso en los preparativos para cometer el secuestro.
Pero la persona más importante al frente de la operación era Domingo Iturbe Abasolo, 'Txomin' quien sería el jefe más carismático de la banda hasta su muerte en 1987. 'Txomin' en ese momento era un etarra de élite, un hombre de confianza de la cúpula. Con el tiempo se alzaría hasta el máximo puesto de la dirección y su personalidad hipnótica le permitiría hacerse con el control de la banda en los tiempos de crisis internas de la organización. Fue él quien accedió a las conversaciones con el Gobierno de Felipe González en Argel, país en el que falleció en un accidente. Según se puede leer en las anotaciones policiales, en Cannes, en el boulevard de La Croisette, 'Txomin' «se daba la gran vida en la playa, dedicándose a hacer turismo, beber y comer». Interpretó su papel de turista de lujo en la Costa Azul sin dejar ningún detalla al azar. En ese momento era un tornero de Mondragón haciéndose pasar por millonario entre la aristocracia y los jugadores de fortuna de Mónaco.
En el chalé donde residía Jokin Azaola, mientras tanto, continuaban las obras para preparar el zulo en el que iban a retener a los Reyes. El encargado de la construcción fue José María Arruabarrena Esnaola, 'Tanke', un etarra que viajó a Argentina y allí colaboró con los guerrilleros montoneros. Esta organización armada es la que le ha adiestrado en la preparación de las denominadas 'carceles del pueblo' . Incluso le facilitó los planos de la instalación que están excavando en Niza. Junto a él se encuentra la portuguesa 'Yvonne', el 'nom de guerre' de una estudiante de Sociología en Bélgica.
'Yvonne', como Jokin Azaola, es parte de la cobertura que la banda ha elegido para que el chalé en el que van a mantener secuestrados a los Reyes no despierte sospechas. Debían parecer unos ciudadanos belgas que se habían retirado por un tiempo a la Costa Azul y no unos terroristas vascos armados hasta los dientes. El problema fue 'Yvonne'. La mujer, de 41 años y captada en los ambientes de izquierda de Bruselas por un liberado de ETA fugado a la capital belga, se ha enamorado de un hippy que vende baratijas en Niza. Está tan loca por el joven que incluso roba dinero de la banda para pagarle los caprichos. Además, se gasta el dinero en bikinis y ropa interior de fantasía para adaptarse al ambiente y seducir a su enamorado. «Tenía la edad mental de una niña de 16 años», la definió Azaola.
Los celos irrumpieron en el plan de ETA. Uno de los terroristas, prendado de 'Yvonne', decidió revisar la habitación de la mujer un día que ella no estaba en el chalé. Allí encontró su diario y lo leyó. La mujer narraba su historia de amor con el hippy y escribía que estaba dispuesta a confesarle todo lo que sabía sobre el plan para secuestrar a los Reyes. «Se qué tendría su comprensión», anotaba ella en su diario.
En ese momento, varios miembros del comando deciden que lo mejor es matarla y deshacerse de su cadáver. Pero 'Azkoiti' se da cuenta de que sus colaboradores en Bélgica, muchos de ellos ajenos a ETA, podrían sospechar de la desaparición de la joven. Si alguien empezaba a hacer preguntas sobre 'Yvonne' todos sus planes podían naufragar. La solución fue someterla a un 'consejo de guerra' en la que le obligaron a leer en voz alta su diario. Los etarras se reunieron una noche en el chalé 'Roc Azur' y ella rompió a llorar ante el tribunal terrorista al balbucear en voz alta las líneas que había escrito con su propia mano. Los terroristas deciden mandarla de vuelta a Bélgica.
Azaola asiste a la escena y la recoge con cierto detalle en su libro autobiográfico. Sin embargo, no hace referencia a la reflexión que sin duda pasó por su cabeza. A 'Yvonne' le perdonaron la vida pero él no habría suerte si se hubiera descubierto que trabajaba para las fuerzas de seguridad y que informaba de cada uno de los avances del comando.
El debate sobre si matar o no a la joven no era el único en el que están atrapados los terroristas. De forma constante discutían sobre si debían asesinar a los Reyes una vez que los hubieran secuestrado y retenido en el zulo de Niza. A la tesis de asesinarlos de cualquier forma -accediese el Gobierno de Franco o no a las pretensiones de los terroristas- se une ahora una nueva opción. La plantea el jefe de ETA, Iñaki Mújica Arregi, 'Ezquerra'. Es una de esas ideas absurdas, casi infantiles, algo que parece una broma de mal gusto. El máximo dirigente de la banda es partidario de sacar una foto de un miembro de la familia real «como si estuviese muerto» para aumentar la presión del Gobierno, pero luego liberarlos a todos.
Ignacio Mújica Arregi, 'Ezquerra', es en ese momento un jefe de ETA atrapado en el centro de una conspiración en la que él es el monarca destinado a la guillotina. Según los informes policiales, sus propios hombres le consideran «un fascista» y no se fían de él. La mayoría de los terroristas que se ha desplazado hasta la Costa Azul le odia. 'Ezquerra' tutela toda la operación desde los cuarteles generales de la banda en la localidad vascofrancesa de Bayona y para comunicarse con los terroristas recurre a llamadas telefónicas y mensajes en clave. Pero sus propios hombres le ocultan información. Una de las veces en las que Azaola tiene que viajar a Bayona para poner al día su documentación falsa, 'Azkoiti' le ordena que no revele a 'Ezquerra' nada que tenga que ver con los detalles del secuestro.
En esos días se estaba fraguando la escisión entre ETA militar y ETA política militar que tendrá lugar en diciembre de ese año. Todo el comando desplazado a Cannes pertenece al primer sector, el que aglutina a los terroristas más duros, más encarnizadamente defensores de la violencia. 'Ezquerra', sin embargo, es partidario de combinar el terrorismo con la política. En ese momento, el sector al que representa ya sabe que tras la muerte de Franco llegará el momento de los partidos y no el de las armas.
Azaola tiene un extraño papel en todo es mundo de asesinos. Es un cordero con piel de lobo que intenta sobrevivir en medio de la manada. Un adulto de 50 años rodeado de jóvenes a los que en algunos casos duplica en edad y que se asusta de el fanatismo que muestran en algunas ocasiones. De su libro autobiográfico se desprende que intenta mantener conversaciones con los terroristas desplazados a Niza con una pregunta: ¿si ETA comete asesinatos, cómo podrá acusar a alguien de no respetar los derechos humanos? Son diálogos que no llevan a ningún sitio, conversaciones absurdas en las que los terroristas que ya han decidido matar le contemplan como a un bicho raro. En especial, porque la división interna de la banda implica que la facción que venza será la que esté dispuesta a llegar más lejos, la que no tenga escrúpulos.
En ese ambiente los odios internos son cainitas y en la banda se está fraguando una guerra fratricida. Es un banco de tiburones a punto de devorarse entre ellos. Los etarras desplazados a Cannes viven en un ambiente de sospecha perpetua y temen más a lo que pueda hacer un compañero del sector rival que a las fuerzas de seguridad. Cuando alguno de los terroristas tiene que pedir ayuda y que se le envíe un colaborador desde Bayona se pone en contacto con miembros de la banda de su mismo pueblo, a quienes conoce desde jóvenes y por lo tanto es más fácil calibrar las lealtades. En la atmósfera de golpe de estado interno, Azaola, que no está alineado con ningún sector, puede pasar desapercibido en su papel de doble agente. Pero no es el único traidor. En sus anotaciones, el policía que supervisa la operación escribe: «Tenemos a otro amigo». Hay una segunda persona que, desde dentro, también está trabajando para arruinar los planes de la banda en Mónaco.
Mañana, cuarta entrega del serial: 'El mirlo blanco' y un depredador
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