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cristian reino
Domingo, 31 de mayo 2020, 01:57
Cada vez quedan menos 'estelades' (banderas catalanas independentistas) en las fachadas de Barcelona. Algunos balcones las han sustituido por los arcoíris del 'todo saldrá bien' y otras se han ajado tanto con el paso del tiempo que ya casi ni se distinguen los colores. ... Parece que ha pasado un siglo, pero hace escasos meses la plaza Urquinaona de la capital catalana ardía en llamas en las protestas contra la sentencia del 1-O, que condenó a penas de prisión a nueve de los principales dirigentes del secesionismo. La pandemia ha relegado a la reivindicación secesionista catalana a una quinta fila de la agenda política y mediática. Aunque si algo ha demostrado el movimiento soberanista en los últimos años es que sabe reinventarse y que nunca hay que darlo por derrotado. Ahora busca la oportunidad de resurgir.
«El 'procés', entendido como el proyecto unilateral que proclamó la República catalana en el Parlament en 2017, está muerto», afirma Joaquim Coll, historiador y exvicepresidente de Sociedad Civil Catalana. «La unilateralidad ya no es practicable, octubre de 2017 fue una derrota para el independentismo, porque utilizaron su última bala de plata», sostiene. «Volver a los niveles de tensión de 2017 no será posible», asegura por su parte Josep Martí Blanch, secretario de Comunicación del Govern catalán entre 2011 y 2016, con Artur Mas al frente. «Ni JxCat ni ERC están en línea con la estrategia de 2017. El movimiento independentista ha cogido otro color», añade.
«El procés está en 'stand by', ni avanza ni retrocede», mantiene Jordi Muñoz, profesor de Ciencia Política en la Universidad de Barcelona. «Más que en 'stand by', el independentismo antes del estallido de la pandemia estaba en un duro y agrio enfrentamiento entre JxCat y ERC, hasta el punto que Quim Torra dijo que había perdido la confianza de sus socios y había que ir a elecciones», le responde uno de los candidatos al nuevo secretariado de la ANC, que no puede dar su nombre porque los estatutos de la Asamblea le prohiben aparecer en medios de comunicación durante el periodo electoral en el seno de la entidad secesionista.
La mayoría de los expertos consultados por este periódico expresan que la correlación de fuerzas en Cataluña se mantiene inalterable desde hace años, en una especie de empate eterno entre los dos bloques, y que aún es pronto para saber cómo podría afectar en el voto la crisis sanitaria provocada por el coronavirus. El secesionismo llegó a su tope de apoyo en las dos últimas elecciones catalanas, concentrando el 48% de los votos. En virtud de la ley electoral española (Cataluña no tiene) encadenó dos mayorías absolutas en escaños. Las encuestas más recientes no apuntan cambios en este sentido y todo dependerá, en los próximos comicios, del grado de movilización que tenga cada uno de los sectores.
Hay muchas variables nuevas, según el profesor Jordi Muñoz. Hay que ver, dice, cómo de profunda será la crisis económica, cómo evoluciona la polarización de la política española y si la mayoría de la moción de censura y de la investidura de Pedro Sánchez consigue mantenerse viva y resistir a los intentos del presidente del Gobierno de practicar la geometría variable con Ciudadanos. «El independentismo seguirá en una indefinición hasta que haya elecciones y se clarifiquen las alianzas», señala. Hasta 2017, el separatismo iba a la una y plantear pactos alternativos era casi una herejía. Sin embargo, algunos tabúes ya han empezado a romperse. JxCat hace tiempo que teme que ERC opte por una alianza con los Comunes y el PSC, que dinamitaría el frente nacionalista.
«El 'procés' se ha convertido en una especie de juego tontorrón, en que el independentismo no sabe cómo ganar, pero es muy fuerte y no se hunde», apunta Joaquim Coll. «La epidemia no ha cambiado un ápice la situación, políticamente hablando», afirma Oriol Bartomeus, profesor de Ciencia Política en la Universitat Autònoma de Barcelona.
«Los bloques están muy marcados y no se van a mover durante mucho tiempo», apunta Josep Martí, ex secretario de comunicación del Govern. A su juicio, tras las elecciones podría haber un nuevo intento de JxCat y ERC de «golpear en el hígado» al Estado con la reivindicación de la independencia para salir de la crisis, pero esa especie de nuevo 'procés' actualizado tendrá que convivir con otras variables, económicas y sociales, y «no podrá capitalizar la escena». «Es muy difícil que el discurso independentista y lo que conocemos como proceso puedan volver a ser hegemónicos en las agendas. Y por su naturaleza es lo que necesitan, aunque no desaparecerán», señala.
Martí dirigía la comunicación del Govern en la etapa de Artur Mas y a su entender los discursos que está realizando últimamente Quim Torra, al que se le ha «puesto cara de que manda algo», no son muy diferentes de los que realizaba el dirigente convergente cuando reclamaba el pacto fiscal. Es el eterno retorno a la reivindicación económica, que estará cada vez más presente a medida que se agudice la crisis.
Oriol Bartomeus cree que las fuerzas independentistas no han dejado de hacer «'procesismo' en ningún momento». «La comunicación del Govern y de los partidos va claramente dirigida a mantener viva la llama», señala. Las palabras de la consejera Budó, cuando dijo que en una Cataluña independiente se habrían registrado menos muertos por coronavirus es un «ejemplo», según Bartomeus de la manera de actuar de los independentistas. «Cuando llegue la crisis, dirán que es culpa de la gestión del Gobierno, y dirán también que con más soberanía habría menos paro y que la economía iría mejor», vaticina.
Joaquim Coll también cree que el secesionismo «aprovecha la mínima» para hacer proselitismo de la separación, aunque considera que en esta ocasión, con el coronavirus, no le ha salido bien. Intentaron lanzar la operación 'España me mata', apunta, como una versión actualizada del 'España nos roba'. El presidente de la Cámara de Comercio de Barcelona llegó a afirmar que «España es paro y muerte; y Catalunya, vida y futuro».
Coll considera, no obstante, que el independentismo ha tenido que bajar el tono y acabar rectificando ante la gravedad de las cifras en Cataluña (más de 12.000 muertos según los datos que facilita el Govern, que no coinciden con los del Ministerio de Sanidad, pues incluyen también fallecidos que son sospechosos de haber contraído el coronavirus). «Todos los actores están tratando de sacar provecho de la actual crisis y favorecer su relato», matiza Jordi Muñoz. «La política funciona así, todos intentan imponer su relato», añade.
El problema añadido en el caso catalán es que la crisis de la pandemia se está entremezclando con un periodo preelectoral muy largo. Torra anunció en enero que fijaría la fecha de las elecciones en cuanto el Parlament aprobara los Presupuestos. Eso ya ha ocurrido, pero el presidente de la Generalitat se ha hecho el sueco. «Antes de Navidades no habrá elecciones», apunta el candidato a la dirección de la ANC. «Nadie se puede arriesgar a convocar en octubre teniendo en cuenta que hay riesgo de rebrote», apunta.
ERC ha presionado para que Torra se siente a negociar una fecha y se adelante a su posible inhabilitación, pero el dirigente nacionalista se ha resistido. «JxCat ha decidido que no sea Torra quien disuelva la Cámara catalana, sino que lo sea el Tribunal Supremo con la condena por desobediencia del presidente», sostiene Oriol Bartomeus. «Su inhabilitación será el inicio de la campaña electoral», mantiene.
Y cree que el escenario electoral afectará a la política nacional, pues ERC se verá obligada a «gesticular», para no quedar como menos independentista que JxCat, lo que tendrá sus consecuencias en el Congreso de los Diputados. Y también en la mesa de diálogo sobre Cataluña constituida entre el Gobierno central y el catalán. «La pregunta es si el Ejecutivo central puede mantener la mesa porque también quiere seguir contando con Ciudadanos», apunta Bartomeus. «Lo importante ya no es si hay mesa o no, si no quién carga con las culpas de que muera. Y ERC aprieta porque si la mesa decae, el fracaso será suyo», remata.
Mientras, el aspirante a dirigir la ANC no ve a JxCat y ERC en la dinámica de octubre de 2017, pero confía en que la «crisis pueda ser un oportunidad» para el independentismo. «Las crisis siempre aceleran los acontecimientos y hacen aflorar los problemas de fondo», señala. Según asegura, cuando pase la pandemia, Cataluña seguirá padeciendo un problema que a su entender la autonomía no puede resolver, por lo que el «conflicto político volverá tarde o temprano».
Tras las elecciones, apunta, JxCat y ERC podrían verse en la necesidad de tener que defender a la Generalitat de los ataques del Gobierno y del Ayuntamiento de Barcelona, que le cargarán todas las culpas, por lo que si vuelven a echarse al monte será por pura «supervivencia», según cree. «Con colas del hambre y disturbios sociales, puede volver el clima de 2017», advierte.
Octubre de 2017 fue un hito para el independentismo, pero al mismo tiempo dejó al descubierto sus debilidades. Los secesionistas tenían fuerza parlamentaria para declarar la secesión. Sin embargo, comprobaron de inmediato que no controlaban ninguno de los sectores estratégicos del país. Podían pedir a la gente que defendiera la República proclamada. Pero el 3 de octubre ni siquiera consiguieron paralizar la economía catalana. Desde entonces, la ANC ha trazado un plan para ir conquistando sectores claves de la sociedad civil. Para estar preparado en la próxima intentona.
Y ya ha obtenido algunos éxitos. Por ejemplo, hace un año, la Asamblea Nacional Catalana logró aupar a su candidato a la presidencia de la Cámara de Comercio de Cataluña. Además, el sindicato CSC-Intersindical, próximo a la CUP, se ha erigido en la fuerza de referencia entre el funcionariado de la Generalitat, relegando a UGT y CCOO, alejadas de la disciplina independentista. Los secesionistas siguen fracasando en el Ayuntamiento de Barcelona, la joya de la corona, pero confían en poner una pica en el otro sillón de relevancia como es la presidencia del FC Barcelona. La guerra por el control de la entidad azulgrana convierte en un juego de niños la actual batalla que se está librando en el Ministerio del Interior.
Sin perdón para Bartomeu
El independentismo lleva meses moviendo sus peones para descabalgar a Josep María Bartomeu, al que no se le perdona que el 1 de octubre de 2017, con cientos de medios de comunicación extranjeros cubriendo el referéndum ilegal en Barcelona, no se plegara a las exigencias del movimiento soberanista y no decidiera suspender el partido de liga entre el Barça y el Las Palmas en el Camp Nou. Se jugó a puerta cerrada, a pesar de las presiones, entre otros de Carles Puigdemont, para que el Barça hiciera un gesto contundente para denunciar las cargas policiales.
Los tres puntos en liza, decisivos para el campeonato, pesaron más que el sentimiento nacionalista de algunos de los miembros de la junta, que tras la jornada cesaron como directivos. Bartomeu acaba su mandato el año que viene. Le presionan para que convoque elecciones. El independentismo ya ha situado en la 'pole position' a sus mejores espadas. Destaca Víctor Font, y socio fundador del diario de línea soberanista 'Ara', que cuenta con el apoyo de algunos pesos pesados de TV3 y sectores poderosos que quedaron excluidos tras la llegada de Sandro Rosell al Barça, en 2010, después de la marcha de Joan Laporta.
Entre otros Jaume Roures, enfrentado a Rosell y a Bartomeu, desde que en 2015 vendieron los derechos televisivos del Barcelona a Movistar cuando hasta entonces estaban en manos de Mediapro. El propio Laporta, que tras presidir el club culé quiso hacer carrera política, siguiendo la vía Berlusconi pero con aroma secesionista y muy próximo a Puigdemont, amaga ahora con volver a Can Barça.
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