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Los fracasos dejan huella. Alberto Núñez Feijóo persiste en su empeño por alcanzar la Moncloa tras el desengaño del 23-J y en el PP se regocijan de que el zarandeo del Gobierno de Pedro Sánchez a manos de sus socios sea el resultado esperable, ... a sus ojos, de la inviabilidad de un pacto a varias bandas con el independentismo catalán y el soberanismo vasco «que se ha demostrado que era solo de investidura y no de legislatura». Pero si bien el partido está convencido de que el tercer mandato del presidente nació moribundo, sus dirigentes, empezando por el propio Feijóo, se cuidan muy mucho de darlo por muerto. «Es que son buenos los dos, Junts exigiendo y Sánchez cediendo», se escudan, con retranca, en el equipo del jefe de la oposición para no aventurar la fecha de caducidad a un cuatrienio que los populares reiteran que durará lo que quiera Carles Puigdemont.
Los de Feijóo hablaron «un poquito» con Junts antes de que los independentistas tumbaran el martes por la noche en el Congreso, para pasmo de un Sánchez que exhibió su contrariedad en el escaño, la toma en consideración de la proposición de ley gubernamental llamada a acotar los alquileres de temporada. Una derrota con la que los junteros recordaban al Ejecutivo lo que valen sus siete diputados y, también, que no tienen remilgos en sumar sus votos al PP y Vox. Con el diálogo con Junts estigmatizado por ellos mismos tras la herida sangrante del 'procés', los populares eluden definir qué alcance tiene tratar con los de Puigdemont en una Cámara en la que solo excluyen de sus contactos a EH Bildu y a los que buscan estimular, como al PNV, con iniciativas socioeconómicas que puedan cuadrarles. Pero sí enfatizan que no les hace falta pactar «nada»; que basta con «coincidir» en votaciones que ahoguen al Gobierno semana a semana, aunque las motivaciones para hacerlo sigan siendo diametralmente opuestas.
«Hoy Junts está más contra Sánchez que con el PP», ilustraban fuentes de Génova en los compases iniciales de un curso político que ha colocado en el centro del escaparate, antes incluso de lo previsto, la fragilidad del Gobierno de Sánchez después de que éste optara por tirar adelante con la investidura de Salvador Illa para amarrar la Generalitat catalana. Una apuesta política de alto riesgo amparada en la convicción de que la política de hechos consumados -recurrente en el líder del PSOE- y el temor a una Moncloa de derechas aplacarían el enojo de Puigdemont y los suyos por haberse visto desplazados, tras el acuerdo entre el PSC y ERC cimentado sobre la financiación singular para Cataluña.
«La presidencia de Illa es el legado de Sánchez y, a la vez, su perdición», vaticinan en el equipo de Feijóo. «El problema del Gobierno es que ahora tiene que sostener a Sánchez y a Illa», apostilla una dirigente de los populares, quien subraya las divergencias ideológicas y de interés político de Junts y ERC y la incertidumbre que inocula en el contexto general su pugna fratricida, con ambos partidos, además, a la baja en las urnas. No solo el Ejecutivo mira al congreso de los de Carles Puigdemont convocado para finales de octubre; también el PP, que aguarda a ver si Junts sufre, como San Pablo, una suerte de caída del caballo y se le revela el error de seguir avalando a un Sánchez que hoy gobierna en Madrid y en Cataluña mientras Puigdemont, sin amnistía, rumia sus cuitas en Waterloo.
Los populares esperan mientras intensifican las iniciativas -vivienda, conciliación...- para intentar abrir brecha entre el presidente y los socios a su derecha. Esperan, en concreto, a que Junts mantenga con respiración asistida al Ejecutivo, jugando semana a semana con la soga parlamentaria -el único poder que retiene- que le ha colgado del cuello. «Si tú pretendes hacer daño a alguien, lo quieres enfermo, no muerto», describen en Génova, donde albergan distintas expectativas con respecto a Junts y al PNV. Feijóo tuvo que asumir pronto que no podía contar con los peneuvistas tras el 23-J; y el tránsito de estos meses de legislatura, con unas elecciones vascas que han hecho más dependientes a los de Andoni Ortuzar de los socialistas ante el auge de Bildu, ha convencido a los populares de que ese flanco es más inexpugnable que el de Junts, incluso con coincidencias de voto como en la crisis venezolana. «No les debemos nada», se revuelven en el partido ante un PNV al que aspiran a restar votantes.
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