El poder 'doma' a Meloni: de los gritos al sentido común

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David Guadilla

Durante los años que estuvo en la oposición, Meloni manifestó su deseo de sacar a su nación del euro, considerando que la Unión Europea y la globalización tienen la culpa de la decadencia de su país, que prometió volver «a levantar», como decía su lema en la última campaña electoral. También realizó continuas proclamas contra la inmigración ilegal e incluso contra aquellos extranjeros que abren negocios en el país pero «hacen competencia desleal» al no pagar supuestamente impuestos. En su menú ideológico no faltó tampoco nunca la defensa de la idea tradicional de familia frente a los ataques que, a su juicio, estaría recibiendo por parte de la modernidad.

Tras convertirse en la primera mujer en liderar un Gobierno en Italia al frente de una coalición conservadora, Meloni ha ido atemperando tanto sus formas como su fondo. Apenas utiliza ya los gritos con los que se hacía hueco cuando estaba en la oposición mientras da muestras de que, más allá de las ideologías, la brújula que utiliza para gobernar es el sentido común. Con ella a las riendas del poder en Italia, parece difícil que pueda profundizarse en el proyecto de integración europeo, aunque tampoco hay riesgo de que vaya a sacar a su nación de la zona euro o a enrocarse en posición similares a las del húngaro Viktor Orbán. En política exterior tampoco ha mostrado grietas a la hora de apoyar a Ucrania frente a la agresión rusa, mientras que en el ámbito económico no ha habido excesivos volantazos.

Su mayor fracaso lo constituye probablemente el hecho de no haber conseguido frenar la inmigración ilegal, como prometió, aunque lo cierto es que este fenómeno depende de factores que superan las competencias de cualquier Gobierno nacional. Otro de sus grandes lunares lo constituyen los intentos del Ejecutivo por amedrentar a los medios de comunicación incómodos al tiempo que somete a un férreo control a la Rai, la radio televisión pública.