Ahora sí se anuncia como la definitiva. Carles Puigdemont, huido en Bruselas desde octubre de 2017, lleva años amagando con volver, pero no se decide a dar el paso. Sus rivales políticos le acusan de cobarde, de no querer ir a prisión. Él rebate el ... argumento afirmando que ya ha estado detenido y entre rejas en Alemania e Italia.
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El día y hora de regreso del expresidente de la Generalitat están fijados para el pleno de investidura del presidente de la Generalitat en el Parlament. De aquí al 26 de agosto como fecha límite. Así lo aseguraron tanto su abogado, Gonzalo Boye, como el secretario general de Junts, Jordi Turull, al día siguiente de que el Tribunal Supremo cerrara la puerta a amnistiarle del delito de malversación. La orden de detención en España, no en el resto de la UE, sigue vigente. El Constitucional o la justicia europea decidirán sobre la medida de gracia al dirigente nacionalista. Pero tardan en cualquier caso un tiempo, por lo que, si retorna a corto plazo, será a riesgo de ser arrestado.
Su entorno afirma casi a diario que volverá. En ERC creen que podría saltarse su palabra, como ya ha hecho unas cuantas veces en los últimos años y como empieza a ser habitual entre la clase política. El expresidente incumplió nada más empezar su andadura, tras ser designado sucesor de Artur Mas, enviado a «a la papelera de la historia» por la CUP. Cuando en 2016 fue investido presidente de la Generalitat, negó que fuera a optar a la reelección. Las palabras se las lleva el viento: desde que lo prometió, se ha presentado en 2017, 2021 y 2024.
En 2017, concurrió con la promesa de volver si la ciudadanía le votaba. En 2021, lo mismo, hasta las pasadas elecciones del 12 de mayo, en las que se comprometió a retornar si sumaba una mayoría para ser restituido con presidente. Luego dijo que volvería aunque no ganara y que dejaría la política. Fue derrotado por el socialista Salvador Illa y no da señales de querer apartarse. En su partido ya le piden que sea el próximo presidente de Junts.
Para que el prófugo más buscado de la justicia española pise suelo español deben darse dos premisas: que haya sesión de investidura en el Parlament, lo cual depende de que prosperen las negociaciones que mantienen el PSC y Esquerra, por un lado, y Junts y los republicanos, por el otro; y en segundo lugar, que el dirigente nacionalista considere que en el momento del retorno se dan las circunstancias para dar el paso.
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De momento, tanto Lluís Puig como Toni Comín, sus escuderos en Waterloo, ya han dicho que viendo cómo se las gasta el Supremo no tienen muchas prisas por volver. El presidente del Parlament, Josep Rull, de Junts como él, le promete una recepción en la Cámara catalana con el «máximo nivel de solemnidad». La épica y la liturgia son muy importantes en el nacionalismo. La ANC amenaza con convocar movilizaciones que sirvan de escudos humanos, de «defensa popular» –según el cantautor y nuevo presidente de la plataforma, Lluís Llach– para tratar de impedir su arresto. De fondo, Puigdemont amaga con regresar y reventar la posible investidura de Illa, que aún tiene que convencer a ERC para que le apoye a cambio de una financiación «singular» para Cataluña.
Los republicanos lo tendrían muy difícil para votar a favor del líder del PSC si el expresidente vuelve y es detenido. Junts negocia con Esquerra, no obstante, para que Puigdemont sea el aspirante a la elección. No tiene ninguna opción de ganar la votación de investidura, salvo que Pedro Sánchez llegue a la conclusión de que está en peligro la legislatura española, trate de impedir por todos los medios otras elecciones en Cataluña y obligue a Illa a abstenerse.
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Si los republicanos aceptan la oferta de Junts para votar a su líder, el expresidente podría regresar y desafiar a la justicia para que le detenga siendo el candidato a la investidura. Crearía el clima propicio para la repetición electoral y la creación de una lista conjunta entre Junts y ERC, como en 2015, que sea capaz de imponerse a los socialistas en las urnas. Supondría romper amarras con los socialistas en Madrid, de quienes aún dependen mientras la amnistía no se aplique en su totalidad. Puigdemont y Junqueras se reunieron hace una semana en Waterloo para tratar de acercar sus estrategias, que han estado muy distanciadas desde 2017. La situación de fractura interna en ERC lo enreda todo aún más.
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