Juan Alberto Belloch
Juan Alberto Belloch
Las memorias de quienes han sido algo en política, salvo que caigan en una calculada inanidad, siempre llevan en sus pliegues el riesgo de la polémica. Las que acaba de publicar Juan Alberto Belloch, 422 páginas bajo el título 'Una vida a larga distancia' (Plaza ... y Janés), dan cuenta de una inesperada peripecia familiar y personal relatada con desnudez –desde el amor hacia su madre, que le pidió por carta hace 40 años que no abrazara ninguna ideología sectaria, a su matrimonio con la popular presentadora Mari Cruz Soriano– y de una carrera en la vida pública marcada por su paso por el Ministerio de Justicia e Interior.
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El 'superministro' del Gobierno de Felipe González en los años 90 repasa aquellos tiempos turbulentos en la lucha contra el terrorismo en los que él y los suyos vivieron bajo la amenaza de ETA y deja escrita su convicción de que el entonces presidente del Gobierno no estuvo detrás de los asesinatos promovidos desde las cloacas del Estado. Esta era la aseveración posiblemente más controvertida de esos capítulos del libro hasta que, este domingo, Belloch (Teruel, 1950) desató una tormenta al asegurar en El Periódico de Aragón que «el coste» económico de los GAL fue «mínimo» porque había «voluntarios a barullo» –desde empresarios coaccionados hasta familiares de víctimas– para «sufragar sus gastos» y mostrarse convencido de que «la gente no estaba en contra» del terrorismo de Estado. Sus palabras provocaron la airada reacción de los dirigentes del Partido Socialista en Euskadi, afanado en condenar aquellos crímenes, de víctimas directas de aquellos atentados como Pili Zabala y de damnificados, también, por ETA. Todos acusaron a Belloch de banalizar, cuando no legitimar, una violencia inaceptable.
Este diario había charlado horas antes con Belloch, sin que se expresara en esos términos, sobre el contenido de su autobiografía; sobre el fin de ETA y el papel del Gobierno en los años tenebrosos en los que la violencia de la banda fue respondida igualmente con las armas por los GAL. La oleada de críticas recibida obligaba a repreguntar al exministro, quien declinó por la noche a abundar en sus manifestaciones asegurando que responden a la descripción de aquel tiempo histórico, con una sentencia: «Nunca jamás he justificado los GAL». Lo que sigue es esa conversación previa, que aterriza el pasado en el presente definido por la confrontación electoral española.
–Usted relata en sus páginas que vio en varias ocasiones a Felipe González indignado por los GAL. ¿Está en condiciones de negar que supiera de su existencia?
–En todo lo que yo sé, en absoluto. Al revés: fue decisivo para acabar con los GAL. Es imposible que una persona con la inteligencia política de Felipe González no supiera que aquellos atentados eran totalmente contraproducentes para la lucha antiterrorista. Podía ser en un político de salón, pero no de raza como él. Cada atentado de los GAL suponía un retroceso de años en la cooperación policial con Francia.
–La pregunta sigue latente: cómo era posible que el presidente del Gobierno no supiera de una organización criminal surgida de los aparatos del Estado.
–La prueba negativa es complicada siempre. Yo no puedo demostrar que lo sabía, no puedo demostrar que no lo sabía. Es una cuestión de fidelidad a tus propias creencias, a tus valores. Y yo estoy convencido de que Felipe González no lo habría consentido jamás. Y de que luchó para acabar con ella.
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–¿Debe pedir perdón el Estado por el terrorismo surgido de sus entrañas?
–Es un tema simbólico, que surge de que como se le pide a los etarras que los hagan con sus asesinatos, deberíamos hacerlo todos... No lo sé, tengo dudas de que tenga interés. Lo que sí hicieron los GAL fue mucho daño, eso sin ninguna duda. La colaboración con Francia, que fue decisiva para acabar con ETA, no se habría producido si hubiera habido un GAL organizado por el Estado; por algunas personas pertenecientes al Estado es perfectamente posible decirlo, pero decir que las instituciones del Estado tuvieron un papel en los GAL es injusto.
–Regresemos a una fecha, el 20 de octubre de 2011. ¿Qué significó para usted el final de ETA?
–No se subraya lo suficiente, pero Alfredo Pérez Rubalcaba fue el verdadero protagonista de los movimientos finales del terrorismo. Y lo fuimos también, y eso se reconoce aún menos, los sucesivos ministros del Interior, la Audiencia Nacional...; y la gente, cuando salió con las manos blancas fue el principio del fin. Suponía dejar de mirar bajo el coche todos los días. Significaba volver a tener una vida normal, una vida democrática y civilizada. Sentí una satisfacción profundísima.
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–Reivindica a Rubalcaba, pero no tanto a Zapatero.
–Zapatero es un buen chico, de principios y de valores. Otra cosa es que su trayectoria política no me complace demasiado. Pero al lado de Sánchez es un fervoroso demócrata. Del que no tengo buena opinión es del señor Sánchez.
–¿Incluye los pactos con Bildu?
–En esto se hace mucha demagogia. No es que se haya gobernado con Bildu; se han buscado mayorías, y ese apoyo no equivale a que los terroristas estén ganando la batalla. ¿Que es incómodo? Y tanto que lo es, es un arma permanente; campaña electoral, campaña en la que se resucita a ETA a través de Bildu. Es una falta de inteligencia política que espero que no se repita.
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–¿Cuánta diferencia hay entre la política de hoy y la de su época?
–Pues la misma que hay entre Felipe González y el actual líder del Partido Socialista: una diferencia abismal. Ha bajado el pistón de la política. Sí, en esto el pasado fue mejor.
–¿Sigue identificándose con el PSOE?
–Yo distingo entre Pedro Sánchez y el Partido Socialista, que es mucho más y al que seguiré siendo leal. Un partido como el nuestro, socialista de centroizquierda, está girando a uno que compite con la izquierda radical. Es un viraje que aún estamos a tiempo de evitar. Aunque me temo que el 27 de julio va a ganar Vox a través, evidentemente, del PP. Es verdad que Sánchez ha hecho cosas interesantes y equitativas, pero la cesión extemporánea de la reforma del Código Penal, las excesivas concesiones a Cataluña… Los errores tienen la entidad suficiente como para no ser muy optimista. Si pierde de manera sustancial las elecciones, llegará el momento de exigirle responsabilidades al secretario
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–¿La captura de Luis Roldán fue su momento más delicado?
–La detención, enjuiciamiento y cumplimento de sus delitos fueron un éxito total; policial, judicial y político. Imagínese que hubiese aparecido muerto o que no lo hubiésemos podido encontrar… Hubo quien dijo que arrestarle bajo engaño era detención ilegal; cuando el Tribunal Europeo de Derechos Humanos lo admite como un modo proporcionado de combatir el delito.
–No se muestra tan severo con nadie en sus memorias como con Baltasar Garzón.
–Representaba para mí el contramodelo de juez. Parecía más un fiscal, o incluso un jefe de Policía, que un juez.
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