Margarita Robles. EFE

La ministra de Defensa dinamita la estrategia de Sánchez con Venezuela

Maduro llama a consultas a su embajadora después de que Robles se refiriera al régimen como dictadura

Viernes, 13 de septiembre 2024, 21:17

No fue la proposición no de ley impulsada por el PP para reconocer al opositor venezolano Edmundo González Urrutia como presidente electo lo que ha provocado finalmente una crisis con el país caribeño, como habían alertado distintos dirigentes del PSOE. El Gobierno de Nicolás Maduro ... dio, efectivamente, en la madrugada de este viernes un paso drástico en términos diplomáticos al convocar al embajador de España en Caracas, Ramón Santos, y llamar a consultas a su propia representante en Madrid, Gladys Gutiérrez. Pero el detonante esgrimido para ese movimiento fueron unas declaraciones de la ministra de Defensa, Margarita Robles.

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Robles, que forma parte del ya mínimo núcleo de ministros que siguen con Sánchez desde 2018, se refirió al régimen de Maduro como «dictadura» en una charla durante un acto que no tenía a priori nada de político, la presentación de la nueva novela de la periodista y escritora Julia Navarro, 'El niño que perdió la guerra'. Su definición es, en realidad, compartida también por muchos socialistas, pero esa no es la posición oficial del partido. De una tacada, de hecho, la ministra hizo saltar por los aires tanto la estrategia diplomática del Gobierno como la política.

El Ejecutivo viene tachando de «irresponsable» la actitud del PP –ayer volvió a hacerlo el ministro de Exteriores, José Manuel Albares– y su empeño en exigir que España haga ya un pronunciamiento sobre González Urrutia que solo han hecho hasta ahora, insisten, dos países, Ecuador y Panamá.

La víspera, tanto la vicepresidenta primera, María Jesús Montero, como el portavoz parlamentario de los socialistas, Patxi López, acusaron al primer partido de la oposición (que en el asunto concreto del tratamiento al excandidato presidencial comparte posición con partidos como el PNV y Coalición Canaria) de hacer una «política de tierra quemada».    Le atribuyeron incluso que el presidente de la Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez, hubiera anunciado una resolución en la que propondrá al Gobierno de Maduro romper «todas las relaciones»    no solo diplomáticas, sino también económicas, con España.

El propio Sánchez se ha mostrado dispuesto a reconocer a González como vencedor de las elecciones presidenciales del 28 de julio, cuyos resultados oficiales han sido cuestionados por el grueso de la comunidad internacional, también por España. Pero el Ejecutivo insiste en que debe ir de la mano de la UE, evitar un fiasco como el que se produjo en 2019 con Juan Guadió –al que se designó presidente encargado sin lograr fruto alguno– y buscar la fórmula que facilite una «salida soberana, genuinamente democrática y venezolana».

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Los equilibrios llevaron a que el jueves el presidente del Gobierno recibiera al veterano diplomático venezolano en el Palacio de la Moncloa, tras su llegada a España bajo petición de asilo político, pero se diera, sin embargo, al encuentro carácter «privado». No se convocó a la prensa y Sánchez se limitó a poner un mensaje muy medido en redes sociales. Pero todo ese cuidado quedó arrasado por las palabras de la ministra de Defensa. Unas palabras que, insisten en el Ejecutivo, hizo a título particular. «Una 'margaritada'», resume un alto cargo.

Los precedentes

No es la primera vez que Robles, acostumbrada a ir más por libre que la mayoría del Consejo de Ministros, pone en un brete al jefe de la diplomacia. En mayo soliviantó a Israel al calificar de «auténtico genocidio» su actuación en Gaza. Albares se afanó entonces en subrayar ante el Ejecutivo de Benjamín Netanyahu que la posición en política exterior la marcan el presidente del Gobierno y él mismo, que nunca han empleado un término que tiene implicaciones jurídicas y penales. Pero aquel caso fue distinto. La afirmación de Robles, luego repetida por la vicepresidenta tercera y candidata del PSOE a las europeas, Teresa Ribera, no generó contradicción política alguna a PSOE; más bien al contrario.

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Ayer, en cambio, mientras la popular Cayetana Álvarez de Toledo retaba a Sánchez a ser igual de «valiente» que su ministra de Defensa, los socialistas se sumieron en un silencio incómodo. El ministro de Exteriores, entrevistado en RNE, fue el único portavoz en un intento de controlar el mensaje. Albares rechazó tildar a Venezuela de dictadura con el argumento de que él no es «catedrático de Derecho constitucional ni politólogo» sino «la última persona que debe entrar a poner ningún tipo de calificativo», rebajó la importancia de la decisión del Gobierno venezolano y dejó claro que no hará un gesto equivalente por parte de España para no alimentar la escalada.

Además, sin la más mínima alusión a Robles, insistió en sus reproches a una oposición a la que imputa usar Venezuela como elemento de confrontación y reclamó al PP que «de una vez por todas» reconozca como dictadura la de Franco y colabore con la implementación de la ley de memoria democrática.

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