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A. Rallo | A. Serrano
Sábado, 9 de noviembre 2024
El malestar, la ira y la indignación por la tragedia de la dana –en realidad cualquier sensación resulta legítima– se apoderó ayer de Valencia. Una multitud recorrió el centro de la ciudad para expresar su repulsa a la respuesta que dieron los políticos durante las ... horas previas al brutal fenómeno meteorológico, con una ausencia de avisos más contundentes, pero también en las posteriores, ante la lentitud en el despliegue de efectivos y la controversia entre administraciones.
Las críticas se repartieron a ambos bandos del tablero político, pero el presidente valenciano, Carlos Mazón, capitalizó, sin duda, el descontento. Fue algo histórico y resulta complicado encontrar precedentes de semejante movilización, por su tamaño y por la intensidad. Hay más de 200 muertos sobre la espalda de este Consell y eso es una losa que parece demasiado pesada. La Delegación de Gobierno contabilizó 130.000 personas en las principales calles del centro de Valencia. La marea humana fue incontestable.
Los problemas de telefonía móvil fueron una constante a lo largo de todo el recorrido por las principales vías del centro urbano con un inicio algo convulso en la plaza del Ayuntamiento, donde se registraron importantes altercados y cargas policiales. Parte de los manifestantes habían acudido directamente desde los lugares donde el barro se ha apoderado de las calles, y desembocaron en la Plaza Manises, sede del Gobierno autonómico.
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Allí se escenificó la imagen que, sin duda, marcará un momento determinante en esta legislatura. Decenas de botas y zapatillas manchadas de barro junto a la entrada principal del Palau. Y justo en la puerta una camiseta con el lema de esta tragedia: 'Sols el poble salva al poble'. Solo el pueblo salva al pueblo. Una imagen impactante que forma parte ya de la historia valenciana y que define la incapacidad de los gobernantes para asistir a una población que agonizaba.
Entre el enfado y la tristeza, cientos de miles de valencianos colapsaron el centro de la ciudad en una marcha contra la gestión del Consell que también contenía trazas de desafección total de la política. «No nos avisaron a tiempo», gritaban desde la cabecera, que tardó hora y media en recorrer la distancia entre el Ayuntamiento y el Palau de la Generalitat. Un trayecto que, en circunstancias normales, es cuestión de diez minutos.
Pero no solo fue el recorrido principal. Todas las vías alrededor de la marcha estaban prácticamente colapsadas. El gentío fue espectacular. Aunque se había pedido que fuera una marcha silenciosa, la manifestación estuvo jalonada por gritos que pedían la dimisión del presidente de la Generalitat y, en menor medida, del Gobierno. El grito más repetido era «el president, a Picassent». Pero hubo otros como «Sánchez y Mazón la misma mierda son» o referencias a la comida del presidente que retrasó su incorporación al centro de mando del 112 y al PP.
Desde la zona cero
El Partido Popular, especialmente inactivo en la última semana, calificó de «politizada» la protesta. «La de hoy es una manifestación politizada. Las entidades catalanistas del 'Països Catalans' vienen a montar lío y a colapsar la ciudad de Valencia. No les importan nada las víctimas, solo la política». Es cierto que los convocantes, Acció Cultural del País Valencià y la CNT, concentran una ideología muy marcada. Pero la multitud que se reunió ayer tenía un perfil más heterogéneo.
La manifestación recorrió el centro a un ritmo tremendamente lento, forzado por la falta de espacio y por la constante afluencia de personas que se sumaban a la comitiva. Muchos de los participantes iban manchados de barro y venían de la zona cero, palas y escobas en ristre, para mostrar la crudeza de una tragedia que, por momentos, parece que haya pasado lejos de una Valencia capital que hace vida normal, como si a dos kilómetros la gente no estuviera durmiendo entre el fango.
Tanto en la Plaza del Ayuntamiento como en la puerta del Palau se montaron improvisados altares en memoria de las víctimas, jalonados por el mensaje «solo el pueblo salva al pueblo», que ahonda en esa desafección política total que se entreveía en las caras cansadas y enfadadas.
Una manifestación histórica en la que, lamentablemente, se produjeron algunos incidentes violentos. Agentes de la Policía Nacional se vieron obligados a cargar contra un grupo de personas que intentaban entrar en el edificio del Ayuntamiento por la fuerza. Los efectivos fueron atacados con palos y otros objetos y tuvieron que defenderse de los radicales. También se desató un incendio en el interior de la Casa Consitorial por el lanzamiento de bengalas, mientras otros manifestantes arrojaron también barro y huevos contra la puerta del Palau.
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