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A sus casi 63 años -los cumplirá en octubre-, Patxi López vuelve a la arena política abrasadora de la mano de un Pedro Sánchez que todavía llevaba colgado el cartel de novísimo frente a la vieja guardia socialista en las convulsas primarias de 2017 ... en las que ambos se encararon y que hoy, un lustro y una turbulenta Presidencia del Gobierno después, recurre al exlehendakari para intentar la cuadratura del círculo: empatizar con la ciudadanía castigada por la inflación desde la tribuna artesonada del Congreso, garantizar a la Moncloa los apoyos de la investidura para proseguir la legislatura y, eventualmente, intentar acuerdos con el PP de Alberto Núñez Feijóo con el que coincidió presidiendo uno la Xunta gallega y otro, el Ejecutivo vasco.
El llamado 'Gobierno de los perseguidos' forjado por socialistas y populares ante la excepcionalidad de la amenaza de ETA y para frenar el 'plan Ibarretxe' acabó poco menos que como el rosario de la aurora. Pero López conserva ascendiente entre quienes combatieron conjuntamente contra el terrorismo, aunque les distanciara el modo en que el expresidente Rodríguez Zapatero encauzó su proceso de paz. Un ascendiente que puede serle útil ahora a Sánchez para tratar de contrarrestar con la figura ética de su nuevo portavoz la incomodidad que suscitan los pactos con EH Bildu en los cuadros y la militancia del PSOE, entre los que el exlehendakari conserva un acreditado tirón labrado como socialista 'pata negra' -su padre fue el histórico Eduardo 'Lalo' López Albizu- y a través de sus dotes de mitinero ganadas con los años.
El hijo de 'Lalo', crecido en el caldo de cultivo del obrerismo de la Margen Izquierda vizcaína y sobre las rodillas de los emblemas del partido -de Ramón Rubial a Felipe González- que visitaban el modesto piso familiar de Portugalete, tiene ante sí un desafío muy arduo. No más, por comparación y por supuesto, que haber asumido la Presidencia del Gobierno Vasco después de tres décadas de hegemonía del PNV, gracias a una mayoría construida en alianza con el PP y bajo la coacción homicida de una ETA que recibió a aquel Gobierno con el asesinato del policía Eduardo Puelles. Pero salvando todas las distancias, la tarea que le aguarda ahora en el Congreso requiere una de esas dedicaciones «sin vida» -según la describe alguien que conoce bien el percal de los trabajos parlamentarios-, destreza argumental en la tribuna de oradores y una habilidad negociadora a prueba de oposición y, en el caso del Gobierno de Sánchez, de socios dispuestos a vender caros sus decisivos escaños.
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El exlehendakari ya conoce esas tribulaciones en su actividad como diputado y, sobre todo, en los apenas siete meses del tormentoso 2016 en que fue presidente del Congreso teniendo que embridar, no siempre con éxito, su temperamento. Fumador sin abstinencia, melómano empedernido y casado con una compañera de militancia, Begoña Gil, de la que siempre ha dicho estar enamorado hasta las trancas, López vuelve certificando la lealtad hacia el secretario general, sea el que sea, de la que se jactan los socialistas vascos. Y con él, vuelve el PSOE clásico y reconocible.
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