La voz ronca aunque firme y profesoral de Ramón Tamames, sonó en el hemiciclo a media mañana aportando un tono de otros tiempos cuando el sectarismo, la intransigencia y la intolerancia, no habían echado raíces entre los escaños. Crítico, pero analítico, severo pero riguroso, constructivo, ... científico, patriota sin banderas. El catedrático de Economía fue el contrapunto a una sesión en la que los teloneros Abascal y Sánchez ofrecieron sendas intervenciones marcadas por el catastrofismo el primero y por la propaganda descarnada el segundo. Del franquismo a la Transición, pasando por la Guerra Civil, la revolución del 34, la manipulación de la Memoria, los pactos de la Moncloa, Tamames refrescó una historia de la construcción de la democracia necesaria en un momento en que se edifica el futuro de unos contra otros, en lugar de buscar los terrenos comunes como en otro tiempo.
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Es realmente difícil aventurar quien resultará perjudicado o beneficiado por un acto parlamentario en que en medio del habitual diálogo de sordos se oyó una voz pidiendo respeto a la división de poderes, acatamiento a la monarquía constitucional, consideración a los empresarios que crean empleo, sumisión a las leyes sin atajos y seguridad jurídica para propietarios y asalariados. Tamames tocó los órganos sensibles del corpus nacional sin temblarle la voz: el bilingüismo oficial acosado por el nacionalismo catalán o la sobre-representación del separatismo que convierte a los grandes partidos nacionales en cautivos de minorías soberanistas. La inflexión, constructiva aunque crítica, contrastó con el diagnóstico catastrofista del proponente de la moción, Santiago Abascal, que antes de dar a Sánchez por «político caducado», ofreció un catálogo infernal de la política sanchista desde la inmigración, a la protección de las víctimas de agresores sexuales por la última ley fallida y liberación de sediciosos y malversadores de dinero publico.
Sánchez había preparado una primera liza con Abascal mirando a los bancos del PP y no se salió del guión, pero el corsé de su intervención dominada por los elementos más propagandísticos de su gestión (pensiones, becas, salario mínimo, bonos culturales) le agarrotó más de lo debido. Y le faltó cintura para responder a las principales acusaciones: incumplimiento de su compromiso de no pactar con Podemos y Bildu, rebaja del delito de sedición, cambio de política con Marruecos, fallos en la ley del Solo si es si». Pero todavía queda mucha moción por delante.
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