Secciones
Servicios
Destacamos
La política en la España de hoy no se parece en casi nada a la de principios del siglo XXI, pero dos décadas después, el PSC vuelve a intentar, con matices, una fórmula ya ensayada. Salvador Illa lidera en Cataluña un gobierno de izquierdas que, ... aunque esta vez es monocolor, sigue la estela de los encabezados entre 2003 y 2010 por Pasqual Maragall y José Montilla. Los precedentes, no demasiado positivos, apuntan a las dificultades de conjugar todas las sensibilidades de izquierdas y el nacionalismo para sacar adelante las leyes en el Parlament de Cataluña. Porque aquel experimento político, que llevó por primera vez a la presidencia de la Generalitat a dos dirigentes no nacionalistas, no fue un periodo tranquilo. Al contrario, estuvo marcado en todas sus etapas por la inestabilidad.
Pero Illa asume el legado de Maragall y Montilla como una vía para volcarse en las políticas sociales y dejar atrás los 14 años de gobiernos soberanistas, y desde el primer día lo ha dejado claro. Este martes, en su primer Consejo Ejecutivo, el Govern ha creado un comisionado para la ley de barrios, que busca recuperar el histórico compromiso municipalista del PSC. «Tratamos de conectar con los gobiernos de Maragall y Montilla para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos», ha explicado la portavoz de la Generalitat, Sílvia Paneque. «Esta va a ser la legislatura para mejorar los servicios públicos y llevarlos a la excelencia», ha recalcado Paneque, que también ha señalado que Illa visitará este miércoles la sede central de los Mossos en Sabadell para expresar «todo el reconocimiento y el apoyo» a la policía autonómica.
Los errores propios de los ejecutivos de coalición, a veces muy groseros, y la presión externa de la extinta Convergència i Unió, que nunca aceptó perder un poder que consideraba suyo casi por delegación divina, acabaron tumbando un proyecto que aspiraba a unir el socialismo, el postcomunismo y el nacionalismo de izquierda bajo el mando del PSC. Illa conoce bien la historia de aquellos gobiernos porque participó en los dos, en el de Maragall y en el de Montilla. En 2005 abandonó la alcaldía del municipio barcelonés de La Roca del Vallés para ser nombrado director general de Gestión de Infraestructuras del Departamento de Justicia de la Generalitat, cargo en el que estuvo hasta 2009. Su objetivo ahora: no repetir los viejos fallos.
Fue Maragall, agitando la bandera de la 'España plural', el primero que desafió la creencia de que solo los nacionalistas podían gobernar Cataluña. El exitoso alcalde de la Barcelona olímpica, ya candidato a la Generalitat, no ganó las elecciones autonómicas del 16 de noviembre 2003, pero con 42 diputados se quedó muy cerca de CiU, que había conseguido 46, y lanzó su propuesta de coalición a ERC y a los ecosocialistas de Iniciativa per Catalunya. El 20 de diciembre, Maragall cerró 23 años de 'pujolismo' y sustituyó al catalán más influyente del último medio siglo en un Ejecutivo en el que el republicano Josep Lluís Carod-Rovira tomó posesión como 'conseller en cap'.
Avalado por la promesa de José Luis Rodríguez Zapatero, que como candidato socialista había garantizado que el Congreso de los Diputados aprobaría el texto que llegara de Cataluña, el primer tripartito se marcó como objetivo la redacción de un nuevo Estatuto de autonomía. Pero pronto emergieron las dificultades, en el seno del Govern y en toda España, donde el PP incluso impulsó una recogida de firmas contra el proyecto. Una nueva financiación y la formulación de Cataluña como nación (un término que al final solo apareció en el preámbulo del Estatut) generaron un enorme ruido mediático que terminó por romper las costuras del tripartito. De hecho, CiU acabó votando a favor del Estatuto en el Congreso y ERC, en contra.
El día a día de aquel primer gobierno de izquierdas estuvo lleno de controversias. La primera crisis surgió apenas un mes después de la toma de posesión del Gobierno. El 26 de enero de 2004, el diario ABC publicó que Carod-Rovira se había reunido en la ciudad francesa de Perpiñán con los dirigentes de ETA José Antonio Urrutikoetxea Bengoetxea, Josu Ternera, y Mikel Albizu, Antza, sin conocimiento de Maragall. Rovira fue obligado a dimitir de su cargo, aunque a las pocas semanas, en las elecciones del 14 de marzo de 2004, fue elegido diputado en el Congreso y su influencia en el Ejecutivo catalán continuó siendo notable.
Otro terremoto de enorme magnitud para el tripartito fue la crisis del 3%. Durante una crispada intervención en el Parlament en febrero de 2005, Maragall acusó al ya líder de CiU, Artur Mas, de haber cobrado comisiones durante años por las concesiones de las obras públicas en Cataluña. «Su problema se llama 3%», le dijo el 'president' a Mas. Aquella intervención, que se saldó con una disculpa pública de Maragall, estuvo a punto de hacer saltar por los aires la negociación del Estatut.
La participación de las selecciones catalanas en competiciones internacionales, el hundimiento del metro en el barrio barcelonés del Carmel o la fotografía de Carod-Rovira sonriendo con una corona de espinas durante un viaje a Israel terminaron por minar el prestigio del primer tripartito, que cesó cuando el Congreso aprobó la reforma del Estatut y se convocaron nuevas elecciones en Cataluña.
Quemado políticamente por los tres años al frente del Govern, Maragall dio un paso al lado y dejó como candidato a la presidencia de la Generalitat por el PSC al entonces ministro de Industria, José Montilla. En las elecciones autonómicas del 1 de noviembre de 2006, la suma de los escaños de PSC, ERC e ICV volvió a alcanzar la mayoría absoluta y Montilla llegó al Palacio de la Generalitat.
Pero los nuevos tiempos no fueron más tranquilos. El ala más soberanista del nacionalismo catalán cuestionó el origen del cordobés Montilla, el primer 'president' no nacido en Cataluña. La esposa de Jordi Pujol, Marta Ferrusola, llegó a decir que le molestaba que el presidente de la Generalitat fuera «un andaluz que tiene el nombre en castellano». «Y además pienso que el presidente de la Generalitat debe hablar bien el catalán«, remachó Ferrusola, en un ejemplo de la patrimonialización de Cataluña que latía en el seno de una parte del nacionalismo.
En una de sus intervenciones más polémicas, Montilla afirmó que en Cataluña estaba creciendo la «desafección» hacia España, pero durante su mandato, en líneas generales, trató de alejar el foco de las cuestiones identitarias y buscó centrarse en los aspectos sociales y económicos, con un intento de mejorar los servicios públicos. Pero la crisis económica de 2008 y las políticas de austeridad dispararon los niveles de paro y frenaron los planes para mejorar el Estado del bienestar, con ICV en contra de cualquier tipo de recorte. Además, la presión interna desde ERC, que por primera vez planteó la posibilidad de un referéndum de independencia, acabó por hacer descarrilar al Gobierno, que aun así completó los cuatro años de legislatura. Antes de las elecciones del 2010, Montilla declaró que el tripartito no se reeditaría, y los resultados electorales tampoco abrieron esa posibilidad. El PSC y ERC sufrieron un duro castigo en las urnas y el convergente Artur Mas fue elegido presidente de la Generalitat, punto final de los tripartitos catalanes.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.