Borja Villacís cayó el martes en una encerrona de un grupo de narco-neonazis rival. El Grupo V de Homicidios de la Policía tiene ya la convicción de que le tendieron una trampa para que se confiara, pensara que se trataba de un encuentro de ' ... reconciliación' con la banda enemiga y sorprenderle para 'ejecutarle'. Las detenciones realizadas durante la mañana de este miércoles a manos de la Guardia Civil y del GEO de la Policía Nacional de los dos presuntos autores materiales no ha hecho más que confirmar esa hipótesis.
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Y es que el primero de los arrestados en la localidad manchega de Yunco es Kevin Pastor Estopa, de 24 años, un conocido ultra violento tanto con antecedentes por tráfico de estupefacientes como por agresiones a militantes de izquierdas. Pastor es hijo de María José Estopa Jiménez, la mujer detenida y que conducía el vehículo con el que los asesinos interceptaron en una carretera de El Pardo, en Madrid, el coche en el que viajaba el hermano del exvicealcaldesa de la capital de España. El otro arrestado es uno de los amigos de Pastor, que cuenta también con un larguísimo listado de antecedentes. Uno de los huidos fue localizado en una casa aparentemente abandonada y el otro se escondía en un pinar cercano al cementerio de Yuncos. A última hora de la tarde, los funcionarios capturaron a una cuarta persona, acusada de haber ayudado a los dos pistoleros en su fuga.
Pastor ya estaba en busca y captura por delitos relacionados con el narcotráfico y estuvo en la cárcel por un 'vuelco' de droga a una banda enemiga. Huido durante mucho tiempo en Francia, Pastor, como su madre, pertenece a una organización criminal radicada en el barrio de Pan Bendito, en el distrito de Carabanchel (donde durante las últimas horas también fueron buscados los dos pistoleros) . Ese grupo, a su vez, está relacionado con el clan de los Bote del pueblo de Bargas, también en Toledo, dedicado a los 'alunizajes' y butrones, amén de trabajar igualmente el tráfico de estupefacientes.
Pastor Estopa, además de traficante, es militante neonazi y conocido de Villacís y de Luis F. B., el amigo que acompañaba al fallecido en el coche que fue tiroteado y que resultó herido. El presunto asesino de Borja Villacís, siendo menor, ya fue condenado a 11 meses de libertad vigilada por intentar asesinar a puñaladas en marzo de 2016 a varios militantes de ultraizquierda.
Estas relaciones personales cruzadas en el mundo ultra con el fallecido abonan la tesis de que todo fue una trampa para acabar con la vida de Borja Villacís. Una celada perfectamente orquestada, en la que cayó el familiar de la expolítica de Ciudadanos, a pesar de sus múltiples antecedentes delictivos y de estar curtido en mil batallas en el submundo de la criminalidad y de los grupos ultras más violentos de Madrid.
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Los funcionarios, a pesar de tener ya bastante clara la película de los hechos de cómo murió el hermano de la exvicealcaldesa madrileña y quiénes son los autores materiales del asesinato, todavía tiene que confirmar si detrás de este violento ajuste de cuentas están viejas rencillas o asuntos de drogas. O, probablemente, ambas cuestiones.
La teoría de que el homicidio de Villacís -imputado por su supuesta colaboración con un grupo de narcos colombianos- fuera una venganza por el 'vuelco' de un alijo (robo de droga entre criminales) está encima de la mesa, pero no es la única. Lo que está claro -afirman en Homicidios- es que el objetivo era el hermano de la expolítica y no su amigo y que hay negocios de drogas de por medio.
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Borja Villacís -han revelado fuentes de la investigación a este periódico- acudió «voluntariamente» a la cita con sus asesinos, ya que iba a ser una suerte de «mediador» para resolver viejas cuitas con la banda rival, en la que, sin embargo, también militan viejos conocidos neonazis (o enemigos) del hermano de la expolítica de Ciudadanos.
El encuentro, fijado a las 12.30 horas del martes, era de 'alta tensión'. Ambas partes habían pactado hacerlo sin armas, a plena luz del día, en un lugar algo apartado, pero no demasiado recóndito para garantizarse la presencia de testigos, que deberían 'impedir' que a nadie se le pasara por la cabeza emprenderla a tiros. Finalmente, los dos bandos escogieron como escenario para la reunión un descampado de la carretera M-612, que une Fuencarral con El Pardo, un paraje apartado del centro de la capital, pero en el que hay tránsito continuo de paseantes, ciclistas y jinetes de las numerosas hípicas cercanas.
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Villacís y su amigo, a pesar de esas prevenciones, no tenían todas consigo y decidieron hacerse acompañar, a modo de escoltas, por otro grupo de personas del mundillo ultra de Madrid, que aguardarían en otro coche. El temor del fallecido a que algo saliera mal era fundado. Desde el principio la cosa se torció. Según la reconstrucción hecha por los investigadores, que todavía no es definitiva porque hay contradicciones entre los testigos, según llegaban al lugar de la cita Villacís y su acompañante a bordo de un Citroën C3 color blanco, alquilado, otro vehículo -un BMW X2 gris plata con las matrículas falsas- les cortó el paso.
Al volante de este segundo coche, también alquilado horas antes en la estación de Atocha, iba María José Estopa la mujer española de 52 años y residente en Bargas (Toledo), detenida la tarde del martes cuando trataba de borrar las huellas del coche en el lavadero a presión de la gasolinera Shell del Paseo de Santa María de la Cabeza 168, junto a la Plaza Elíptica, al sur de la capital, a una veintena de kilómetros del lugar del tiroteo.
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Tras la maniobra sorpresiva del BMW, el Citroën le embistió con su parte izquierda sobre la puerta derecha del turismo de los asesinos. En ese momento hay divergencias en las declaraciones de los testigos, unos afirman que ahí mismo los ocupantes del BMW comenzaron a disparar, otros que primero, tras algún disparo, hubo una breve y acaloradísima discusión antes de desatarse el tiroteo.
Sea como fuere, Kevin Pastor y su compañero ahora también capturado se acercaron a pie al Citröen, del que no habían salido los ocupantes, sin parar de disparar con un rifle del calibre 7,62 y una escopeta de postas del 12. A Borja Villacís, en el asiento del copiloto, le acertaron de lleno con multitud de impactos en la cabeza, en el tórax y en uno de los brazos, que las postas casi amputan. Aun así logró salir agonizante del vehículo antes de desplomarse sin vida en el arcén.
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Su amigo Luis fue herido de gravedad en diversas partes del cuerpo. El grupo de acompañantes de Villacís, en el segundo coche, solo intervino tras el tiroteo para llevar a Luis al hospital de la Fundación Jiménez Díaz. La ensalada de tiros fue de tal calibre que varios transeúntes que paseaban a centenares de metros casi resultan heridos.
Los investigadores de Homicidios conocen bien el resto de la secuencia, sobre todo gracias al vídeo de tres minutos que los trabajadores de una oficina cercana a El Pardo grabaron y que muestra como los asesinos pararon para cambiar las matrículas del coche y deshacerse de las armas usadas en el homicidio (que han sido recuperadas por la Policía) en un descampado en la cercana carretera de Fuencarral a Alcobendas.
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En esa parada, tal y como se observa en las imágenes, fue cuando los dos varones autores materiales del tiroteo continuaron su huida a pie a través de los montes de El Pardo. Luego, la conductora con el BMW se dirigió directamente a la lavadero del sur de la ciudad para intentar hacer desaparecer con el agua a presión cualquier pista. La mujer fue capturada antes de que pudiera encender las máquinas de lavado ya que, pese a cambiar las placas, la Policía tenía la pista de que el BMW había sufrido un fuerte golpe en la puerta del conductor que le hacía fácilmente reconocible. El airbag totalmente desplegado no dejaba dudas de que se trataba el vehículo que estaba siendo buscado.
Cuando la mujer, con múltiples detenciones y antecedentes a sus espaldas por narcotráfico fue detenida en la gasolinera, afirmó que había sido secuestrada y obligada a hacer de chófer. Los agentes no la creyeron ni un segundo.
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