El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez; la vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, y la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz. Europa Press

Un golpe de mano inimaginable que deja la legislatura en colapso

Sánchez lanza la madre de todos sus órdagos tras cinco meses de un convulso mandato sostenido sobre la amnistía y los pactos con el independentismo

Miércoles, 24 de abril 2024

El celebérrimo 'Manual de resistencia' de Pedro Sánchez, esa suerte de guía de confianza en uno mismo en el que relata cómo llegó a la Moncloa en aquella moción de censura que ganó contra pronóstico hace seis años convertidos en una eternidad política, ha dejado ... sin adjetivos a amigos, enemigos y compañeros de partido para explicar su último movimiento. Ese órdago de todos los órdagos, revestido de repliegue, sobre su continuidad en el poder que sacudió el país a media tarde con la potencia de un tsunami barriéndolo todo y dejando el enigma sobre su decisión final –¿dimisión, cuestión de confianza, elecciones anticipadas con él de candidato o no...?– en el centro del escenario, transformado de facto en el enésimo, y quién sabe si definitivo, plebiscito sobre su persona.

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Es tarea casi imposible encontrar calificativos para definir un golpe de efecto, escenificado con una insólita carta a la ciudadanía en la que se presenta como un hombre «profundamente enamorado» de su mujer víctima del hostigamiento sin cuartel de la derecha y la ultraderecha política y mediática, que deja en mantillas el resto de los que ha protagonizado desde que desbancó en 2018 a Mariano Rajoy y emprendió una presidencia que siempre ha avanzado como el funambulista sobre el alambre. Ese alambre sobre el que camina esta legislatura desde que echó a andar hace cinco meses sostenida sobre la ley de amnistía que se negaba hasta las generales del pasado 23 de julio y unos pactos inéditos en democracia con el conjunto del soberanismo.

La no decisión de Sánchez, la apertura de ese período de «reflexión» hasta el lunes para resolver junto a su mujer, Begoña Gómez, qué hacer tras la apertura de diligencias judiciales por presunto tráfico de influencias y corrupción por los contactos laborales de ella, no tiene precedentes. No existen de un jefe de Gobierno que deja en el aire si seguirá gobernando o no a los ciudadanos a los que ha hablado en su misiva divulgada a través de las redes sociales. Pero es que casi nada tiene precedentes en la ejecutoria de un mandatario que ha reescrito a la española la máxima de que la suerte es de los audaces desde que corrió tras ella por primera vez, montado en el Peugeot con el que se recorrió las casas del pueblo de España tras ser defenestrado por el comité federal fratricida del PSOE de octubre de 2016 para acabar recuperando el liderazgo del partido contra todo y contra casi todos y, con ello, emprender una segunda y azarosa vida política que le llevó hasta la Moncloa. El primer exsecretario general socialista –y de cualquier formación– en resucitar después para recobrar el cetro; el primer aspirante en ganar una moción de censura; el primer presidente español en apoyarse en el independentismo catalán y en la izquierda abertzale ligada en el pasado a ETA para gobernar, hasta el punto de otorgar a Bildu la simbólica Alcaldía de Pamplona; el primero en reeditar mandato habiendo pedido las elecciones... Y el primero en dejar en suspenso el Gobierno cinco días en el filo de una decisión en diferido.

La huella en el rostro

Este miércoles se definió desde primera hora, aunque nadie evocara semejante desenlace, como una de esas jornadas excepcionales que ha terminando jalonando día sí y día también una legislatura trabada desde que Sánchez la echó a volar a mediados de noviembre contra el viento de su minoría parlamentaria y la marea de las ataduras al Junts de Carles Puigdemont, erigido en decisivo cuando hasta buena parte del secesionismo le daba por amortizado. La huella de lo que comporta la investigación judicial abierta a su mujer, conocida a la par que comenzaba otra sesión de control al Gobierno en el Congreso que se preveía feroz, asomó en el rostro tensionado de un Sánchez que ha hecho de la resiliencia su seña de identidad política.

Y la legislatura, que acababa de salir de las autonómicas vascas y enfilaba hacia las catalanas tildadas de determinantes hasta que el presidente ha copado todo el escenario, ha entrado en un colapso que supera cualquier ficción. La parálisis más inesperada después de la que se vaticinaba una vez que Sánchez conquistó su tercer mandato aupado por unos acuerdos que han externalizado a Suiza con mediador internacional las mesas de diálogo sobre las reivindicaciones pactadas con Puigdemont y que penden de la amnistía llamada a borrar todos los delitos del 'procés'. Esa ley que continúa su procelosa tramitación en las Cortes y que ahora, como todo lo demás, queda a expensas del presidente cuya inquebrantable voluntad de poder es el reverso de la moneda de una imprevisibilidad que no parece tener límite ni listón por rebasar.

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