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Entre la rutilante sonrisa con que Yolanda Díaz suscribió con Pedro Sánchez el pacto que reeditaba la coalición de Gobierno, esta vez al frente de Sumar, el 24 de octubre de 2023 y sus lágrimas de este 20 de diciembre, tras rubricar con los líderes ... de UGT y Comisiones Obreras el acuerdo para reducir la jornada laboral, median 14 meses que constatan algo más que las dificultades del PSOE y sus socios de gabinete para navegar la procelosa legislatura. En este lapso, la vicepresidenta segunda ha visto cómo su proyecto ha pasado del fulgor de sus expectativas de su puesta de largo en el polideportivo Magariños de hace dos años a encadenar reveses en las urnas y unas perspectivas en las encuestas que no levantan cabeza; cómo uno de los iconos de la 'política distinta', Íñigo Errejón, tenía que dimitir por el escándalo de las denuncias por violencia sexual; y cómo su propuesta estrella, el aligeramiento del tiempo de trabajo a 37,5 horas semanas plasmado en el documento firmado junto a Sánchez, ha encallado no ya por el desmarque de los empresarios, sino por los recelos de los socialistas dentro del propio Gobierno.
El presidente vuelve a reunir este martes a su Consejo de Ministros tras un parón navideño que ha dejado en 'impasse' las crecientes exigencias entre los socios extramuros de La Moncloa -con Junts presionando con el traspaso a Cataluña de la gestión migratoria comprometido hace un año y la cuestión de confianza-, pero sin tregua en el Ejecutivo. El estallido, este viernes, del pulso que se iba larvando entre Díaz y el titular de la cartera de Economía, Carlos Cuerpo, por el ritmo de aplicación de la reducción de la jornada ha trasladado así a la mesa del Consejo una batalla intestina al margen de las que el Gobierno ya libra, semana sí y semana también, para tratar de conciliar sus pretensiones con las no siempre coincidentes y cada vez más contradictorias de los aliados de la investidura.
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Los ojos acuosos de la también ministra de Trabajo en puertas de Nochebuena, cuando cerró el pacto con los sindicatos, proyectaban las tensiones afloradas en torno a una iniciativa que Sumar ha transformado en bandera de reafirmación política, frente a un PSOE erosionado en los sondeos pero que mantiene el tipo ante el desplome del partido de Díaz en el ciclo electoral de gallegas, vascas, catalanas y europeas de 2024 que siguió a las generales del 23-J; y con Podemos tironeando por la izquierda de la legislatura. Díaz, que abandonó sus responsabilidades orgánicas en Sumar tras el batacazo de los comicios en la UE de junio, identifica el acortamiento del tiempo de trabajo como una pieza clave en el objetivo de una conciliación de la vida laboral y familiar más armoniosa, aun cuando los 3,5 millones de funcionarios ya disfrutan de semanas como las que ambiciona la ministra, así como el grueso de los 9,5 millones de asalariados bajo convenio colectivo.
El viernes, la titular de Trabajo llegó a atribuir a Cuerpo, con el que comparte la mesa del Consejo de Ministros, una actitud «casi de mala persona» hacia lo que ella interpreta como un derecho impostergable y su colega prefiere atemperar no solo para no terminar de romper este hilo con el empresariado, sino porque el proyecto de ley no tiene garantizada su futura aprobación en el Congreso. Díaz ya cedió en las negociones para reeditar la coalición con un avance gradual y no inmediato hacia esas 37,5 horas. Ahora ve cómo el PSOE responde al desafío de su acuerdo de hechos consumados con CC OO y UGT, mientras los empresarios catalanes reunidos en Foment trasladan a Junts su rechazo a una medida que, según objetan a este periódico fuentes de la organización, no están en condiciones de poder «absorber» ni la hostelería ni el comercio ni los talleres de menor tamaño ni los autónomos.
De cómo se resuelva el duelo con Cuerpo pende en buena medida la entereza de Díaz y de su partido, en horas bajas y obligado a posponer al 29 y 30 de marzo, tras el 'tsunami Errejón', la asamblea en la que aspira a recomponer su proyecto en una legislatura subida a la montaña rusa. Los socialistas llevan tiempo quejosos por tener que arrostrar en solitario el desgaste de las extenuantes negociaciones con el conjunto de los soberanistas, mientras asisten a cómo Sumar, imprescindible para sostener el Gobierno, ya no bastaría, según las encuestas, si hubiera ahora un adelanto electoral. El problema para el PSOE y así lo acreditan las tripas del CIS de José Félix Tezanos, es que atrae votos de sus aliados pero sin compensar los que estos pierden.
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