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DAVID GUADILLA
Lunes, 15 de marzo 2021, 16:00
La salida de Pablo Iglesias pone fin a poco más de un año de la presencia del líder de Unidas Podemos en el Gobierno. Un tiempo en el que se ha esforzado por buscar perfil propio y por marcar distancias con Pedro Sánchez, aun a ... costa de provocar enfrentamientos de calado entre los dos socios. Iglesias siempre ha defendido que con sus declaraciones y gestos obligaba al PSOE a cumplir sus compromisos, pero los socialistas tampoco han ocultado su malestar con un vicepresidente capaz de crear más fisuras dentro del Ejecutivo que la propia oposición.
Ha sido una de las cuestiones en que las fricciones han sido más evidentes. Iglesias ha insistido en la necesidad de reabrir el debate sobre Monarquía o República. Mientras los socialistas se han esforzado en intentar separar las noticias sobre Juan Carlos I de la propia institución, el líder de Podemos y hasta ahora vicepresidente segundo ha hecho todo lo contrario. Ha insistido en varias ocasiones en que «se abre un horizonte republicano», en poner en cuestión a la propia institución y lo que denomina el «régimen del 78». De hecho, ha llegado a vincular, para pasmo del PSOE, la existencia de la Corona con la falta de carencias democráticas en España. Un discurso que arrancó a raíz de la detención del rapero Pablo Hásel y los posteriores incidentes. Mientras los socialistas condenaban los altercados sin paliativos, el vicepresidente guardaba silencio.
Las derivadas del 'procés' era una de las cuestiones que desde el principio se sabía que iba a provocar choques entre Iglesias y Sánchez. En lo político ha habido pocas novedades, más allá de la insistencia del líder de Podemos en favorecer medidas de gracia para los líderes soberanistas presos, a los que en más de una ocasión ha seguido definiendo como «presos políticos». Lo hizo en los días previos a las catalanas, y desde el PSOE se trató de rebajar la tensión diciendo que eran cosas de campaña. Lo que más crispó a los socialistas fue la comparación que Iglesias realizó entre Carles Puigdemont y los exiliados republicanos.
Con un Gobierno en minoría, Iglesias ha tratado de marcar a Sánchez los aliados con los que había que pactar en el Congreso. Mientras el presidente trataba de tender puentes con Ciudadanos para sacar adelante sus votaciones, el líder de Podemos se esforzaba en subrayar que la única mayoría viable era la de la investidura. Es decir, con ERC y el resto de formaciones nacionalistas, mientras trataba de mantener al partido de Inés Arrimadas dentro de la foto de Colón con PP y Vox.
La imagen de España en el exterior también ha sido escenario de las diferencias entre Iglesias y Sánchez. El último ejemplo se vivió hace pocas semanas, cuando Podemos, con el aval del vicepresidente, rechazaba que el Parlamento Europeo retirase la inmunidad a Puigdemont. Pero no ha sido el único punto en el que la actitud de Iglesias ha puesto en aprietos a la diplomacia española, en manos de Arancha González-Laya. En noviembre del año pasado, Iglesias aprovechó su viaje a Bolivia con Felipe VI para impulsar una declaración política. Y su postura sobre el Sáhara también ha generado roces con Marruecos.
La propia gestión del Gobierno se ha visto golpeada por choques serios entre los dos socios, que no solo no han sido frenados por Iglesias, sino que en algunos casos han sido alentados por el propio vicepresidente. Uno de los mejores ejemplos es lo sucedido con dos leyes muy sensibles para su electorado y que han sido impulsadas por la ministra de Igualdad, Irene Montero. Se trata de la ley de Igualdad y la 'trans'. En el primer caso, la parte socialista ha tratado de frenar la propuesta defendida por Unidas Podemos al dudar de su legalidad. La 'ley trans' ha abierto un profundo debate entre los dos socios y en el movimiento feminista. La brecha, en este caso, es total y de difícil arreglo. Lo mismo sucede con la normativa destinada a regular los alquileres, que ha degenerado en un enfrentamiento abierto entre José Luis Ábalos e Iglesias después de que el ministro socialista se haya negado a regularlos tal y como pedían sus 'compañeros' de Podemos en el Gobierno.
La relación entre los dos socios de Gobierno también se ha demostrado que es bastante mejorable en lo personal. Ha habido ejemplos muy gráficos. El más claro, el papel de Carmen Calvo y Margarita Robles. La ministra de Defensa no se ha cortado a la hora de criticar algunos posicionamientos de Iglesias o de Unidas Podemos, mientras que la sintonía entre la vicepresidenta primera e Irene Montero es más que deficiente. Y no tiene pinta de ir a mejor. Una de las que más ha criticado, por ejemplo, a Robles desde Podemos ha sido Ione Belarra. Que una secretaria de Estado cargase sin contemplaciones contra una ministra ya era chocante. Ahora Belarra será la nueva ministra de Derechos Sociales y compartirá mesa junto a Robles.
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