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La noche del 23 de julio, Alberto Núñez Feijóo se asomó a un trance vital y político desconocido para él. Cuatro mayorías absolutas en Galicia después, habiendo convertido su tierra en un fortín a prueba de las sucesivas marcas que retaban al 'turnismo' bipartidista -las ... mareas, Ciudadanos, Vox- y habiéndose labrado fama de mandatario templado y pactista cuando, en realidad, nunca necesitó acordar su hegemonía con nadie, Feijóo sufrió aquella abrasadora velada electoral la derrota posiblemente más punzante de todas las posibles. Porque volvió a imponerse en las urnas -esta vez en las generales, cuando ni José María Aznar ni Mariano Rajoy lo consiguieron a la primera-, pero sin que le dieran los escaños para alcanzar la Moncloa.
«No fue sencillo, tuvo que asimilarlo», admiten en el entorno del líder. Hay quien constata que le costó remontarlo todo agosto; hay quien sostiene, también, que asumió muy pronto que no tenía opciones frente a sus correligionarios que aún confiaban en un giro del PNV. Pero hay una coincidencia en el diagnóstico: su fallida investidura marcó un primer punto de inflexión y los pactos de Pedro Sánchez han conferido un sentido a la oposición en la que él jamás había tenido que jugar hasta ahora.
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Feijóo se ha pertrechado, por decirlo así, para una misión. «Estamos convocados a pararlo como sea», enfatizan en Génova. Ese «pararlo» es lo que los populares identifican con poner pie en pared frente a una estrategia de Sánchez para retener el poder -focalizada en los acuerdos singularmente con Junts que han desembocado en la ley de amnistía del 'proces' y en las reuniones mensuales en Ginebra bajo verificación internacional-, que creen profundamente dañina para la democracia y la convivencia.
El político gallego, subrayan los suyos, «entiende que es depositario de una mayoría social» que aunque ahora «no es la parlamentaria» le confiere «un plus de responsabilidad» en la gestión de un proyecto que trascendería la sigla del PP. Y sus puntales son cinco: la remodelación del partido para desplegar una oposición «contundente y categórica» en el Congreso personificada en su nuevo portavoz, Miguel Tellado; la mayoría absoluta en el Senado, que Génova va a erigir en frontón frente a las políticas del Gobierno; el contrapeso de sus 13 gobiernos autonómicos, que pretenden forzar que Sánchez convoque una conferencia de presidentes por sus concesiones a Cataluña; la concienciación de Europa; y la visibilización sostenida del malestar social
Esto también es una novedad en la trayectoria política de Feijóo, un líder mucho más de despacho institucional que de agitación de la calle. Este mediodía, cuando hayan transcurrido apenas unas horas del controvertido encuentro de los socialistas con Junts en territorio suizo, el PP aspira a congregar a otra multitud contra Sánchez esta vez en el madrileño templo de Debod, en los aledaños de la sede federal del PSOE en Ferraz, foco desde hace un mes de protestas que han derivado, varias noches, en incidentes y que están yendo paulatinamente a menos. La tonalidad ultra de esas manifestaciones es interpretada por cargos del PP como una oportunidad de acreditar la distancia con Vox, mientras Génova opone la capacidad para movilizar pacíficamente demostrada por el partido desde que a finales de septiembre celebrara su primer acto contra la amnistía.
La muchedumbre reunida en aquella convocatoria en la madrileña plaza de Felipe II y el intento de investidura dos días después de Feijóo, del que salió apuntalado internamente pese a perderla, representaron el principio del final del duelo por la dolorosa decepción del 23-J. Y consumado que el líder del PP no va a ser presidente en este primer asalto, él y los suyos se preparan para un combate que prevén largo -Génova prefiere trabajar con la hipótesis de una legislatura duradera sobre la premisa de que Sánchez «no tiene límites ya» en su concesiones a los independentistas- con la determinación de ir arrinconando en la esquina del ring político al Gobierno. O de aprovechar el arrinconamiento inducido que, pronostican, sufrirá el presidente en cada votación en la que necesite cuadrar de nuevo el puzle de todos sus socios sin excepción, incluido Podemos y empezando por los Presupuestos.
Los populares van a combinar la respuesta frontal en las Cortes con el 'esperar y ver', persuadidos de que, más allá de las necesidades recíprocas, el PNV y Junts difícilmente podrán comulgar con aquellas medidas que intente promover la coalición gubernamental más inclinadas hacia la izquierda. La incógnita, y ese sigue siendo terreno minado para Feijóo tal y como se comprobó en los contactos informales con el entorno de Carles Puigdemont para la investidura, es cómo manejarán los populares las eventuales disensiones de Junts con Sánchez; si asistiendo a ellas pasivamente o incentivándolas. Por de pronto, es Puigdemont el que ha amenazado a Sánchez con apoyar una moción de censura en su contra si no cumple.
El remodelado equipo del Feijóo para confrontar con el Gobierno responde ya a los criterios del líder llegado a Génova hace año y medio tras el trauma interno, pero su orientación no es la que preveía el presidente del PP, que confiaba en nuclear a los suyos en torno al poder de la Moncloa. Así que el diseño se ha visto condicionado por una legislatura en la que Feijóo no solo no es quien pilota el Ejecutivo, sino que Sánchez, también, ha sellado una alianza sin precedentes con el conjunto del soberanismo catalán y vasco. Lo que justificaría, remarca Génova, que «nadie espere una oposición mansa».
El PP va a desplegar una treintena de cargos en el partido y en las Cortes para someter a un férreo marcaje al Gobierno, con el lugarteniente de Feijóo en Galicia, Miguel Tellado, como «correoso» nuevo portavoz en el Congreso; «un fontanero clásico», le elogian los suyos, para replicar al Ejecutivo. El rescate de Cayetana Álvarez de Toledo para una de las portavocías adjuntas embrida su rotundidad dialéctica dentro del grupo parlamentario, que recupera también a Rafael Hernando, otro duro pero con veteranía para las negociaciones de pasillo.
No habrá tregua, y menos en puertas de otro ciclo electoral que comenzará previsiblemente con las vascas y gallegas, seguirá con las europeas de junio y alcanzará a las catalanas. Y no habrá desbloqueo del CGPJ salvo que Sánchez ceda a cambiar el modelo de elección. «Si se ha ido a Bruselas a por los siete escaños de Junts, ¿qué va a hacer para lograr en esto los 137 nuestros?», ironiza Génova.
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