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Ana Bringas
Jueves, 27 de julio 2023
Un espeleólogo francés falleció en la mañana de este jueves en una cueva ubicada en el entorno del Portillo de La Sía, en el valle de Soba de Cantabria, debido a un gran desprendimiento de rocas que cayó sobre él. Según el relato de los ... dos compañeros del muerto –un hombre y una mujer– a los miembros del operativo de rescate, el accidente se produjo cuando parte del techo de la cavidad se derrumbó sin que ninguno de ellos pudiera ayudarlo, situación ante la cual, y tras constatar su muerte, abandonaron la cueva para pedir auxilio a los servicios de emergencia.
Las tres personas que se introdujeron en la cueva eran integrantes de una agrupación de espeleología de Francia que estaba investigando nuevos recorridos. Según indicó Julián Fuentecilla, alcalde de Soba, a El Diario Montañés, la cueva forma parte de una nueva ruta de espeleología, todavía por explorar, por lo que aún no tiene nombre.
El desprendimiento del techo de la cavidad tuvo lugar cuando la expedición llevaba aproximadamente 45 minutos de travesía desde que accedieron a la misma, situada a más de dos horas a pie de la localidad de La Gándara y con un acceso complicado. Tras el derrumbe, y después de comprobar que no podían hacer nada por el fallecido –no le detectaron pulso–, los dos supervivientes salieron al exterior y dieron la voz de alarma. Llamaron al servicio de emergencia en torno a las 14.00 horas.
A partir de ese momento se desplegó un operativo de rescate formado por técnicos de la Dirección General de Interior del Gobierno de Cantabria, espeleólogos de Cruz Roja, Greim de Potes, Guardia Civil y voluntarios de Protección Civil de Ramales de la Victoria, que instalaron un centro de operaciones en el polideportivo del colegio Jerónimo Pérez Sainz de la Maza, en La Gándara, desde el que se coordinaron todas las labores necesarias para extraer el cuerpo del fallecido del interior de la cavidad. En total, según fuentes del Ejecutivo, el operativo está formado por una treintena de expertos.
Lo que se tenía claro de antemano es que el rescate iba a ser lento y muy costoso. Solo el hecho de llegar a la boca de la cueva desde el centro de operaciones implica más de dos horas de caminata, y posteriormente, ya en la cavidad, hay que recorrer una travesía de unos 45 minutos de duración hasta dar con el lugar en el que se encontraba el cuerpo. Con estas premisas, y con serias dudas sobre el estado del entonces desaparecido, el equipo de rescate emprendió el camino hacia la cueva con el tiempo corriendo en su contra, puesto que la oscuridad de la noche ponía en peligro a los efectivos que participan en la operación. A esto hay que añadir la complicada configuración de la cueva, una cavidad compleja y muy estrecha, con dos pozos de 25 y 7 metros, meandros muy angostos, y que en la zona próxima al desplome es muy inestable. Tanto, que en un principio se valoró la posibilidad de realizar microvoladuras controladas para facilitar el acceso. Antes, ya se había balizado la zona y se habían establecido sistemas de comunicación entre los rescatadores y el puesto de mando avanzado.
Después de varias horas de esfuerzo, poco antes de las diez de la noche, los rescatadores llegaron al lugar donde se encontraba el cuerpo del espeleólogo fallecido y pudieron confirmar los peores pronósticos, que ya habían avanzado horas antes sus dos acompañantes: el deportista había muerto. Al cierre de esta edición, el equipo de rescate trabajaba para sacar el cuerpo del espeleólogo fallecido al exterior de la cavidad.
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