La cita seguramente más atípica que han mantenido el presidente del Gobierno y el líder de la oposición en cuatro décadas de democracia se saldó en menos de una hora con la acreditación por la vía rápida de un desencuentro que parece irrevocable. Que Pedro ... Sánchez y Alberto Núñez Feijóo -anfitrión de la reunión convocada en una sala del Congreso de los Diputados bajo una expectación impropia de un final de agosto que aún coquetea con las vacaciones- ni se entienden ni van a entenderse quedó claro desde que se sentaron ya privadamente tras un posado forzoso en el que el «presidente» de cortesía institucional con el que Feijóo saludó al líder del PSOE no dio pie ni a una mínima conversación banal entre ambos. El gesto de Feijóo ante la curiosidad posterior de los periodistas sobre la recepctividad de Sánchez fue elocuente de que no había encontrado ninguna. «Sin opciones», resumen en Génova. En Ferraz se regocijaron de que el candidato del PP recurra al «sanchismo» tras haber buscado, en vano, su liquidación por derribo en las urnas.
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La elocuente tirantez de Feijóo al recibir a su interlocutor y el despliegue de sonrisas de este subrayó la impostura de un extraño encuentro. Una cita diseñada por el endemoniado resultado del 23-J con la que el ganador comenzó a afrontar el mal trago de una investidura que se prevé fallida, mientras intenta dotar de cuerpo al traje presidencial que le quedó holgado después del decepcionante escrutinio electoral; y en la que el perdedor llamado a consultas se conduce como el airoso aspirante que confía en que, también esta vez, volverá a salirle la jugada. Feijóo, que entregó a Sánchez por escrito su plan para una legislatura de dos años con colaboración en materias de Estado, extrajo la conclusión de que su ayer invitado cree que logrará la investidura gracias a Junts.
Un momento histórico muy relevante, según vienen a coincidir populares y socialistas, para discrepar luego en todo lo demás: desde la lectura del veredicto de las urnas -que Feijóo tradujo como que los españoles desechan la política de bloques y Pilar Alegría, como una apuesta por «la España plural, real y diversa»- a la propia fecha en la que el candidato del PP se someterá a la consideración del Congreso: «o cinco días o 35», dicen en Génova que fue el 'lo tomas o lo dejas' planteado por la presidenta de la Cámara baja, Francina Armengol; un mes perdido para nada, interpreta el PSOE.
No hay acuerdo posible entre los dos grandes partidos del país visto lo visto, pero sí estrategias cruzadas. Y tanto la oferta lanzada a Sánchez como el tenor de su comparecencia posterior evidenciaron que Feijóo busca seguir martilleando en los flancos del socialismo que aunque no se manifiesten, Génova cree incómodos ante la alternativa de que comande el país «el Gobierno de la desigualdad».
El líder del PP no evocó a Frankenstein, la metáfora recurrente, y acuñó esa nueva fórmula para denunciar una eventual reedición del Gobierno de Sánchez con el conjunto del independentismo no ya por estrafalario a sus ojos, sino por quebrar la paridad entre españoles. «Igualdad» fue, de hecho, la reivindicación que hizo de hilo conductor de toda la intervención del aspiranta a la Moncloa, persuadido de que hay votantes del PSOE a los que les chirría un posible pacto de su partido con el secesionismo que amnistíe a Carles Puigdemont o beneficie financieramente a Cataluña. El argumentario caerá en saco roto si Sánchez retiene el poder. Pero se proyectará sobre una repetición electoral o si la legislatura es de corto recorrido.
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