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Nadie duda de que las elecciones del próximo 12 de mayo en Cataluña pueden resultar determinantes para el devenir de la legislatura y que de ellas puede depender que Junts y ERC mantengan su apoyo a Pedro Sánchez. Pero el Gobierno insiste en mostrarse optimista ... y, en contra de la tesis generalizada, sostiene que su escenario ideal es que el líder del PSC, Salvador Illa, alcance la presidencia de la Generalitat y forme un gobierno monocolor. Un escenario al que, no obstante, reconoce obstáculos que aún no sabe si podrán ser superados.
El principal objetivo de los socialistas es una victoria tan holgada de su candidato –que parte de 33 escaños y casi un triple empate con ERC (33) y Junts (32)– que liquide la mayoría cosechada por los independentistas en 2020. Las encuestas le dan como claro vencedor, en torno a los 38 diputados, y en el PSOE se atreven a augurar que subirá hasta los 42 pero la cifra le exigiría en todo caso alcanzar acuerdos con otras fuerzas. Y ahí entran las cábalas.
En el núcleo del Ejecutivo dan por sentado que si Junts, ERC y la CUP suman mayoría sus opciones serán menores. Pero matizan: una cosa es que sea Carles Puigdemont quien gane la batalla del independentismo, como en este momento apuntan los sondeos, y otra que lo haga Pere Aragonès. En el primer caso, asumen que Illa no tendrá nada que hacer. «Esquerra no aguantará la presión», auguran. En el segundo, en cambio, creen que el líder del PSC tendría alguna opción.
En todo caso, lo que ven factible no es un acuerdo de Gobierno con los republicanos. Creen que nadie tiene ganas de reeditar la experiencia del tripartito, que en este caso no sería con Iniciativa sino con los Comunes y del que hubo dos experiencias: la primera pilotada por Pasqual Maragalla, entre 2003 y 2006, y la segunda por José Montilla, de 2006 a 2010. Lo que se maneja es la posibilidad de apoyos externos o una 'geometría variable', que, insisten, no tendría por qué hacer peligrar los equilibrios en el congreso.
En el otro lado del tablero, y a pocas horas de que comience la campaña electoral –lo hará el viernes–Esquerra y Junts tratan de recortar esa distancia con Illa, al que fijan como el enemigo a batir y ensombrecer la que creen que será la principal baza argumental del candidato del PSC: sus promesas de gestión al frente de la Generalitat tras «años de inactividad en Cataluña por el 'procés'».
Lo hacen amparados en la presencia del ex ministro de Sanidad como compareciente en las comisiones que investigan en el Congreso y Senado la compra de material sanitario durante la pandemia. El socialista volverá a ser interrogado hoy en la Cámara alta por su papel en durante la covid-19, como lo fue el lunes pasado en la Cámara baja, donde recibió andanadas por parte de ambas formaciones.
Allí, el portavoz de Esquerra, Gabriel Rufián, insinuó que el ex ministro de Sanidad era conocedor de irregularidades en la compra de material sanitario. «Si a un cargo público le timan tres veces con los contratos, es que hay tomate», le dijo a la cara. Un rifirrafe que este martes explicó durante una rueda de prensa en el Congreso, alegando que, a su juicio, Illa no se había «preparado» su intervención, que «pensó que podía solventarla con cuatro frases hechas», y, además, «faltó al respeto a la comisión» y a él le trató como «si fuera bobo». «Todos están en campaña electoral, y se nota», le quitaba este martes hierro a estas críticas el portavoz parlamentario del PSOE, Patxi López.
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