Dos escuderas antagónicas para reforzar al presidente
Calviño-Díaz ·
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La pugna de las dos vicepresidentas con más fricciones del Gobierno por las medidas económicas ha permitido a Sánchez forjarse una imagen salomónica desde MoncloaA Yolanda Díaz le ha venido muy bien mantener vivo el conflicto con Nadia Calviño durante toda la legislatura. Y viceversa. Ni siquiera a Pedro Sánchez le ha disgustado que sus dos vicepresidentas hayan mantenido esa pugna pública con dos roles perfectamente definidos: la de ... la defensora de las propuestas sociales;y la de quien sabe que para cumplir con esas ideas es necesario superar los filtros de Bruselas. Conjugar ambas posiciones ha sido harto complicado desde enero de 2020 hasta este mismo mes. Con la salida de Calviño del Ejecutivo, el presidente del Gobierno necesitará buscar otro pilar con robustez económica que contrarreste el discurso de la líder de Sumar. Y mientras, él sigue gobernando.
La relación entre Calviño y Díaz ha sido controvertida hasta la noche previa al penúltimo Consejo de Ministros que han compartido. El martes llegaban a un acuerdo 'in extremis' sobre la reforma del subsidio por desempleo. Un cambio que, como en otras grandes medidas del Gobierno de coalición, se saldó con «equilibrio». Aunque aparentemente Díaz haya insistido en que ella ha ganado terreno mientras Calviño se ha mantenido al margen de ese trofeo político. Es el mismo camino de fricciones que tuvieron con los ERTE, las medidas de apoyo en la pandemia, la reforma laboral, la relación con los empresarios o la reciente propuesta de reducción de la jornada laboral.
El círculo más cercano a Calviño siempre ha sostenido un pensamiento poco conocido pero muy revelador sobre su mandato: «Unos manejan las ruedas de prensa y otros... el BOE». Lo hizo desde las primeras polémicas entre el PSOE y Unidas Podemos a cuenta del Ingreso Mínimo Vital, la gestión de las ayudas del coronavirus o las reformas impuestas desde la Unión Europea. Mientras los morados se afanaban en aparecer públicamente señalando a la vicepresidenta como el peor de sus sueños, Calviño negociaba y plasmaba leyes que, aun cediendo posiciones, han mantenido el aval de todos los agentes económicos y empresariales –nacionales y extranjeros– que más podían temer por el protagonismo de Podemos en el, por entonces, nuevo Ejecutivo.
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Para Díaz, la salida de Calviño no es tan aparentemente beneficiosa. Le interesa tener un adversario en el Consejo de Ministros con el que batirse. Reforzar esa imagen de que ella está «con los trabajadores» y el responsable de Economía «con los otros» es clave para tener activa a su parroquia.
Entre las decenas de negociaciones que han mantenido en estos años, la ministra de Trabajo ha conseguido rascar espacio y propuestas. La reforma laboral –aprobada por un error del diputado Casero del PP– es su gran baluarte. Y aunque se dejó pelos en la gatera respecto a su posición inicial, le ha servido para reforzar una imagen respaldada por unos datos de empleo y paro que hasta ahora no le han fallado.
Y, mientras tanto, en la sombra, Sánchez en medio de ambas. Es quien mejor ha sabido compaginar la popularidad de una con la sobriedad de la otra. Calviño fue su fiel escudera desde el inicio de la legislatura, el parapeto frente a los temores externor. Con Díaz ha ido afianzando una relación que se fortaleció tras la salida de Pablo Iglesias como vicepresidente en mayo de 2021, cuando se fue a competir por las elecciones de la Comunidad de Madrid. Ese fue el punto de inflexión que redefinió las relaciones internas en el gabinete.
Aunque ha ejercido como un auténtico escudo ante Sánchez en Moncloa, la vicepresidenta primera nunca ha ocultado su deseo de volver al exterior. Ni siquiera los conatos de participación en los mítines de las generales de julio ni el «nosotros tenemos a Nadia, ellos a nadie» le han impulsado a permanecer en el barro de la política nacional.
Nadia Calviño no es carne de masas y sí de ostentar algún cargo de relevancia en el panorama económico mundial: lo intentó para dirigir el FMI; y trató de presidir el Eurogrupo; y ha sido a la tercera, con la presidencia del BEI, cuando ha logrado su objetivo. En realidad, es donde sabe moverse. Los círculos y despachos bruselenses son su estado natural. La que fuera directora de Presupuestos de la Comisión ha aprovechado esa baza para lograr que España no quedase rezagada de los fondos europeos y haya conseguido alcanzar un pacto fiscal que, si bien no contenta a todos los socios, era imprescindible para afrontar esta etapa.
La pelota queda ahora en manos del presidente. Cuando en los próximos días anuncie los cambios en su recién estrenado gabinete no solo deberá buscar un sustituto/a de Calviño; está obligado a modelar una figura ministerial –no tiene por qué ser titular de Economía pero sí atribuirle funciones– que balancee a Díaz. Un animal político que dé sensación de fortaleza para contrarrestar a la izquierda de la izquierda del Ejecutivo. Esa pugna que tan bien le ha venido desde hace más de cinco años sin despeinarse.
La vicepresidenta primera y ministra de Economía, Comercio y Empresa, Nadia Calviño, tomará posesión de su cargo al frente del Banco Europeo de Inversiones (BEI) el próximo 1 de enero de 2024, por lo que el presidente del Ejecutivo, Pedro Sánchez, tendrá que designar a su sustituto próximamente.
La Junta de Gobernadores y el Consejo de Administración del BEI ha concluido esta semana el proceso de nombramiento formal de Nadia Calviño como próxima presidenta del «brazo financiero» de la Unión Europea durante los próximos seis años. La intención de Pedro Sánchez es nombrarlo entre finales de este año y principios del próximo, aunque lo más probable es que esto suceda durante los primeros días de enero.
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