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«Asunta Yong Fang, in memoriam. Te querré siempre. Mamá». La esquela impresa en un periódico recordó cada aniversario del asesinato de la niña de 12 años en Santiago de Compostela, el 21 de septiembre de 2013, este jueves hace una década. La abogada Rosario ... Porto, en un evidente gesto de distanciamiento con su exmarido el periodista Alfonso Basterra, despojó de la nota los apellidos de Asunta tras su adopción en China en 2001. Pese a los hechos probados en la sentencia que condenó a ambos a 18 años de prisión por asesinato con agravante de parentesco, Rosario y Alfonso nunca asumieron su culpabilidad. Y las esquelas pagadas por la madre se publicaron precisamente para que nadie olvidara el amor por su hija.
Fueron siete aniversarios hasta que la autora material del crimen se suicidó en su celda con el cinturón de una bata, poco después de entrar en la cárcel de mujeres de Brieva (Ávila) el 18 de noviembre de 2020. Hoy los restos de Porto descansan en el panteón familiar del cementerio compostelano de Boisaca junto con las cenizas de su hija. Con una salvedad, no hay ninguna referencia en el mármol que las identifique. Ninguna flor que las acompañe. A diferencia del improvisado altar con peluches y cartas que recuerdan a Asunta en el lugar exacto donde apareció el cadáver.
Madrugada del 21 de septiembre de 2013. 1:40 horas. Municipio de Teo, a tan solo cinco kilómetros de la casa de campo de Rosario. Entró una llamada en los servicios de emergencia. «Le llamo de Cacheiras, por favor. Hemos encontrado a una niña y creemos que está muerta. Tiene los ojos blancos, sangre en la nariz, está meada y está tirada en un talud, junto a una canaleta. Estamos en la recta de Cacheiras, donde está la glorieta, y se mete a la izquierda una pista forestal sin salida», detalló, nervioso, Alfonso Balsa, quien regresaba a casa tras pasar por un club de alterne con su amigo José Álvarez. ¿La han tocado?, le pregunta la operadora 112. «No, no la hemos tocado, pero estamos junto a ella», respondió el testigo.
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Mateo Balín
Así comenzó la investigación del crimen de Asunta. La niña afable, inteligente y creativa que tocaba el piano y el violín, estudiaba danza y aprendía inglés y chino en su tiempo libre.
La instrucción dirigida por el juez Manuel Vázquez Taín y, en el terreno, por el sargento de la Guardia Civil Manuel Sánchez lograron resolver en solo cinco horas la autoría del asesinato. Al menos la implicación directa de Rosario. Y en cinco días, del 21 al 25 de septiembre, ya tenían armada la colaboración necesaria de Alfonso. Su participación en la ingesta de sedantes a Asunta para su sumisión química dentro de un plan preconcebido por ambos, según la sentencia.
Pero, ¿fue todo tan sencillo para los investigadores? Sí y no. La primera inspección de la escena del crimen reportó un hallazgo capital: tres cuerdas rojas de alpaca, brillantes, aparecieron junto al cadáver. Se usaron para maniatar a la menor de pies y manos. Un material similar al que los agentes encontraron, solo cinco horas después, en una papelera de la casa familiar de Teo, hasta donde se desplazaron con Rosario y Alfonso tras comunicarles el deceso de su hija. Querían deshacer el camino que hizo Porto la tarde antes, según ella, tras dejar a su hija sola en la casa de Santiago, donde «desapareció».
Acompañados en un vehículo policial por el sargento Sánchez y su subordinada Begoña Rodríguez, Porto se lamentó por la desaparición de Asunta, mientras que Basterra reiteró, para extrañeza de los investigadores, que solo esperaba que no hubieran abusado sexualmente de ella.
En la casa de Teo se precipitaron los hechos. La comitiva judicial y los padres estuvieron dentro de la finca de campo entre las 5:54 y las 7:24 de la madrugada del día 21, domingo. La madre entró con muchas ganas de ir al servicio, en la planta superior. Le siguió su exmarido y, a poca distancia, el teniente José Manuel Sánchez Murias. Los primeros entraron en una habitación y empiezan a cruzar palabras. Entonces, el agente escuchó una referencia sobre una papelera. Accedió de inmediato al cuarto (el mismo lugar donde luego se probaría la muerte por asfixia de Asunta sobre las 19:00 horas del sábado día 20) y pegado a la pared estaba el recipiente de mimbre. En su interior, las mismas cuerdas rojas de alpaca, una mascarilla y cuatro efectos más.
«No nos gustó nada, vamos a parar aquí. Llamamos al juez para practicar un registro más exhaustivo por la aparición de la cuerda y cotejarla con las hallada junto al cuerpo», comentó el sargento Sánchez a su subordinado Murias. Este hallazgo, sin embargo, contrastó con la versión del testigo Manuel Crespo, residente en una vivienda a pocos metros de la pista donde apareció el cadáver de Asunta. Pese a la luminosidad de aquella noche, declaró, pasó por ese camino y no vio el cuerpo. Ello pese a que, según la investigación, el cadáver de la pequeña ya se encontraba allí sobre las 22:00 horas. Antes de que Porto denunciara en comisaría la desaparición de su hija.
En todo caso, el testimonio contradictorio de Rosario sobre la «desaparición» de Asunta y las pruebas halladas en su casa y las cámaras de seguridad -se visionar 30 grabaciones, en una de las cuales se vio a Asunta en el Mercedes de color verde de la madre poco antes de que se dirigieran a la finca de Teo, lo que desmentía su versión de la desaparición- llevaron a su detención el miércoles día 24, en el tanatorio donde velaba a su hija.
«¿Cómo estás, Rosario? Soy el sargento Manuel Sánchez, le muestro mi pésame, la cojo de forma natural del brazo y le pido que me acompañe para hacerle unas preguntas. Abro la puerta del coche, le hago subir y le digo: 'Rosario, quedas detenida por su supuesta implicación en el homicidio de tu hija Asunta Basterra Porto». Eran las 13:30 horas.
El arresto de Alfonso se produjo 24 horas después. Lo llevaron a los calabozos de la Comandancia de la Guardia Civil en A Coruña junto a Rosario. Ella estaba en el número dos y él entró en la 14, justo enfrente, para que ambos pudieran hablar. La grabación del centro recoge esta conversación:
- «¿No te dio tiempo a eso, verdad?», preguntó Rosario
-«No. Calma. No digas nada inconveniente porque nos graban», respondió Alfonso.
-«Tu imaginación calenturienta nos va a generar muchos problemas (…) Fíjate la que has montado. Siento haberte hecho tanto daño», agregó Rosario.
-«No pasa nada, el pasado pasado está, nena», tranquilizó Alfonso. «Mañana hay que decir lo justo, lo que quiera oír el juez. Y sin fisuras, firmes. No incurramos en contradicciones», le recomendó este.
-«Tengo miedo, no quiero pasar mi vida en prisión», añade ella.
El día siguiente el juez Vázquez Taín los mandó a prisión incondicional. Ninguno de los dos volvería a salir de la cárcel. Basterra cumple este fin de semana diez años en la prisión de Teixeiro. En segundo grado y sin permisos de salida al no reconocer los hechos. Solitario, sin apenas contacto con otros internos, pasa el tiempo entre la biblioteca y la celda, escribiendo. Espera la libertad condicional en 2026 para «desaparecer». «Cuando recupere mi libertad tengo el firme propósito de desaparecer, ya tengo pensado el cómo y el dónde», escribió a los responsables de un documental estrenado recientemente en Netflix sobre el crimen de Asunta.
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