Detención de un ciudadanos francés en Bidart. Efe

La derrota de ETA pasó por Bermillo de Sayago

Golpe decisivo. La actuación de una pareja de la Guardia Civil en enero de 2010 en la localidad zamorana provocó el parón efectivo y definitivo de la actividad de ETA, acorralada por la Policía desde diez años antes

Florencio Domínguez

Domingo, 17 de octubre 2021, 00:16

La carretera CL-527 es una vía de ochenta kilómetros que une Zamora con la frontera portuguesa. A su paso por la localidad de Bermillo de Sayago, de apenas mil habitantes, se convierte en calle y pasa a llamarse Avenida de la Guardia Civil. Bermillo ... es un cruce de caminos que permite ir hacia el país vecino por pasos sin controles como los de Miranda do Douro o Bemposta siguiendo rutas secundarias sin apenas tráfico y a través de pequeñas aldeas en las que se ven más vacas que personas. Desde el 9 de enero de 2010, esa localidad aparece destacada en el mapa de la derrota de ETA.

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Enero de 2010 había comenzado con un temporal de nieve y frío en toda España. En la zona de Bermillo, para el sábado día 9 se habían previsto temperaturas de cuatro bajo cero. Pese a ello, a las nueve y veinte de la noche, una pareja de agentes del instituto armado del cuartel del pueblo hacía un servicio de seguridad en el tramo de la carretera que lleva el nombre de la Guardia Civil. Les llamó la atención una furgoneta con matrícula francesa que circulaba en dirección a la frontera y le dieron el alto. Al abrir el portón trasero y descubrir un montón de efectos sospechosos, el conductor del vehículo dio un empujón a uno de los guardias derribándole -el otro había subido al espacio de carga de la furgoneta- y robó el coche patrulla de los agentes dándose a la fuga. Horas después fue detenido en territorio portugués por la Guardia Nacional Republicana, al igual que una cómplice que viajaba en otro vehículo y que había levantado las sospechas de los guardias civiles al verla pasar tres veces por la carretera.

Los agentes de Bermillo de Sayago acaban de interceptar un vehículo de ETA que transportaba algunos explosivos y una gran cantidad de componentes eléctricos y electrónicos para la fabricación de bombas. El vehículo lo había alquilado personalmente en Francia el entonces jefe de ETA, Mikel Karrera, 'Ata', y lo llevaban a Portugal, a la localidad de Óvidos, donde la banda ya tenía una fábrica de explosivos en funcionamiento y en la que almacenaba cientos de kilos que estaban a la espera de los componentes que transportaba la furgoneta para convertirlos en bombas. Pocas semanas después era localizada la fábrica de explosivos e incautado el material.

La actuación de los agentes de la localidad zamorana acaba de dinamitar un plan diseñado años antes por 'Txeroki' para trasladar fuera de Francia algunas de las infraestructuras logísticas importantes de ETA, en este caso la fábrica de explosivos. Pero no solo fue eso. El control había echado por tierra la estrategia de los últimos dirigentes de ETA, con 'Ata' a la cabeza, para reafirmar la continuidad del terrorismo y acabar con las dudas que habían aparecido pocos meses antes en el seno de su entorno político. Lo que había sido HB se encontraba debatiendo en aquel momento una ponencia en la que se abogaba por el final del terrorismo.

'Ata' había planeado dos atentados de gran calado que se iban a cometer en Madrid y en Bilbao. El primero consistía en cargar de explosivos un par de vehículos en Portugal y utilizarlos para hacerlos estallar de forma simultánea en Madrid mientras la izquierda abertzale se encontraba en pleno debate sobre la renuncia a la violencia. Se haría estallar un coche bomba en el barrio de El Pilar para distraer la atención, mientras que el atentado importante tendría lugar en la Plaza de Castilla contra las Torres KIO, unos edificios emblemáticos cuya destrucción proporcionaría unas imágenes impagables para la propaganda etarra en todo el mundo. La fecha elegida para este atentado era el 14 de enero, cuatro días después del episodio de Bermillo de Sayago.

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El segundo atentado tenía como objetivo al entonces lehendakari, el socialista Patxi López, o a su consejero de Interior, Rodolfo Ares, y se iba a cometer en Bilbao con un fusil de francotirador encontrado en la furgoneta. Era un fusil de diseño ruso pero fabricado en el arsenal militar de Radom (Polonia), marca Mosin Nagant modelo M-44, calibre 7,62 x 54 R (1.200 dólares en el mercado negro), que iba desmontado y acompañado de dos miras telescópicas. El fusil, característico de los francotiradores, tenía un alcance efectivo de 550 metros, aunque podía llegar hasta los 1.830.

Con estos atentados, ETA podría haber hecho saber a las bases de HB, inmersas en el debate sobre el fin de las armas, quién mandaba todavía allí y hubiera puesto de manifiesto que el terrorismo seguía siendo eficaz para desestabilizar la vida política española, que tenían capacidad para golpear y que, en consecuencia, aquel debate sobraba.

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Episodios como el de Bermillo de Sayago han ocurrido muchas veces: en 1990, fue capturado Henri Parot al volante de un coche bomba que iba a hacer estallar en Sevilla; en diciembre de 1999 se interceptó la 'caravana de la muerte' en la provincia de Zaragoza, con casi 2.000 kilos de explosivo con los que se iba a atentar en Madrid; en vísperas de las elecciones generales de febrero de 2004 se interceptó en Cuenca otra furgoneta con explosivos para cometer un atentado en la capital. Todos fueron golpes importantes a la banda terrorista, pero no mortales. El de la localidad zamorana, en cambio, fue la gota que colmó el vaso de una ETA cuya capacidad estaba ya agotada. La banda ya no se recuperó de aquella operación policial, que se unía a otras que la estaban debilitando.

Las estructuras de ETA

Al inicio de 2010 la banda terrorista era un funambulista que se tambaleaba en la cuerda floja y lo ocurrido en Bermillo de Sayago terminó por derribarlo al suelo. ETA se había reorganizado en la tregua de 1998-1999 y puso en marcha una potente ofensiva en 2000 que fue neutralizada al año siguiente. Una vez frenada la campaña etarra, la iniciativa cambió de bando y pasó a manos de las fuerzas de seguridad, que en poco tiempo acorralaron a las estructuras principales de ETA.

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Los golpes recibidos por las estructuras de ETA tras la ofensiva posterior a la tregua de 1999 la incapacitaron para seguir

El aparato logístico tradicional quedó descalabrado entre 2000 y 2004 con la pérdida de los zulos más importantes y secretos construidos en los años ochenta y utilizados durante más de dos décadas. Con los zulos había perdido también la reserva estratégica de armamento. Los intentos de reconstruir esa estructura se quedaron en nada en agosto de 2009, cuando la Policía Nacional española y la francesa localizaron una veintena de zulos dispersos por bosques de Francia, y a principios de 2010 con la caída de la fábrica de explosivos de Portugal.

El aparato militar, por su parte, sufrió una erosión acelerada que puso fin en poco tiempo a la capacidad con que había salido de la tregua. Solo entre 2000 y 2002 cayeron 50 comandos, la mayoría de ellos antes de haber cometido su primer atentado, lo que revela el nivel de información que tenían los cuerpos policiales. Los dirigentes de este aparato fueron arrestados uno tras otro: entre 2001 y 2010 fueron capturados una decena de jefes de esta estructura, poniendo de manifiesto la provisionalidad permanente de los cuadros de mando, con lo que eso supone de detrimento en la operatividad y la eficacia de la organización terrorista. 'Txapote', Olarra, Múgica, 'Susper', Palacios, 'Txeroki', Iriondo, Martitegi, Karrera, Zobarán son algunos de los jefes militares arrestados en esa década. Y después de la captura de Mikel Antza, en 2004, el aparato político quedó en situación declinante porque sus sucesores fueron perdiendo el poder, la ascendencia y autoridad sobre su entorno político que habían tenido quienes les precedieron.

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De nada le servía a ETA tener potencialmente cientos de voluntarios dispuestos a enrolarse en sus filas si no tenía ya capacidad de encuadramiento, ni recursos para organizarlos, adiestrarlos o dirigirlos.

Crisis y asambleas

La debilidad de ETA se reflejó a partir de 2001 en su funcionamiento interno en forma de asambleas postales (debates no presenciales) y crisis. En 2002 se celebró uno de esos debates por correspondencia después de décadas de no tener una asamblea. Se decidió continuar con el terrorismo, aunque alguna voz ya advirtió sobre la infiltración policial que tenían que soportar. El debate se cerró en falso porque el deterioro estructural de la banda no se detuvo y, un año más tarde, tuvieron que afrontar una crisis provocada por un grupo de miembros del aparato militar, encabezados por 'Txeroki' y 'Ata', que estaban enfadados por la falta de actividad terrorista de ETA y se rebelaron contra sus jefes. En 2004 estalló otra crisis, encabezada desde la cárcel por 'Pakito', que veía a la banda incapaz de desarrollar el nivel mínimo de violencia exigido para ser eficaz. Y en 2007 hubo otro enfrentamiento interno que a punto estuvo de romper en dos a la banda. La Guardia Civil evitó la ruptura al detener de golpe a todos los jefes de una de las facciones -el aparato político de Thierry-, dejando a ETA en manos de la otra facción, representada por los aparatos militar y logístico de 'Txeroki' y 'Ata'.

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Javier López Peña, 'Thierry'

Ese mismo año terminó el segundo debate postal con la ratificación de la continuidad del terrorismo, poniendo de manifiesto la incapacidad de los etarras de percibir su propia decadencia acelerada. Solo unos pocos lo vieron y lo escribieron: «La represión de los Estados nos ha superado», «la cantidad y calidad de nuestras ekintzas (atentados) es penosa» o «no es posible de modo alguno que haya Organización con las detenciones de los pikolos (Guardia Civil) que soportamos».

Esa ETA inviable es la que había cuando se produjo la actuación policial de Bermillo de Sayago que impidió, en primera instancia, que la banda pudiera condicionar a su entorno político. Apenas un mes después del episodio zamorano, en febrero, 'Ata', que sería capturado en mayo, impartió órdenes secretas a los miembros de ETA decretando lo que llamó un «parón técnico» para mejorar la seguridad e intentar reorganizar el maltrecho grupo con la idea de reanudar más tarde los atentados. Fue el parón decisivo porque ya no pudo volver a las armas, salvo el episodio del asalto a un concesionario francés para robar coches que terminó con el asesinato del policía Jean-Serge Nerin el 16 de marzo.

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Blanquear el fin de ETA

A partir de entonces, lo que vino fue una concatenación de episodios destinados a blanquear el parón de ETA, provocado por su debilidad, y a convertirlo en un episodio propagandístico para «ennoblecer» su final. En septiembre, mediante un vídeo enviado a la BBC, ETA convertía la inactividad forzada de febrero en una suspensión de «acciones armadas ofensivas». El 10 de enero de 2011 vendría otro comunicado anunciando una tregua unilateral, general y verificable, aunque el 25 de abril todavía disparó contra una patrulla de gendarmes franceses hiriendo a uno de ellos. El 20 de octubre vino el «cese definitivo de la actividad armada».

Los dirigentes del brazo político de ETA no se habían planteado un debate abierto sobre el fin del terrorismo ni cuando la banda rompió la tregua con el atentado de la terminal 4 del aeropuerto de Barajas, en diciembre de 2006, ni cuando se rompieron definitivamente las conversaciones con el Gobierno unos meses más tarde. Solo dos años más tarde, cuando el Tribunal de Estrasburgo confirmó la ilegalización de HB en junio de 2009, los dirigentes políticos empezaron a pronunciarse en contra de la continuidad del terrorismo aprovechando, por cierto, la debilidad de la dirección de ETA, que ya no tenía capacidad para imponer su autoridad como ocurría en el pasado. La ilegalización de 2003 había terminado provocando un conflicto de intereses entre la banda y su brazo político que le llevó, por vez primera desde 1977, a enfrentarse sobre el terrorismo.

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Los líderes políticos de lo que habían sido HB y el resto de siglas oportunistas que fueron creando necesitaban que ETA se detuviera para poder volver a la legalidad, pero no querían que se viera con claridad la derrota operativa de la banda, de modo que trataron de disimular ese final obligado de los terroristas llenando el escenario de mediadores y personalidades internacionales para darle un aspecto de dignidad unilateral al hecho de cerrar a la fuerza la persiana en el negocio del crimen político.

Tras el suceso de Bermillo de Sayago, el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, discutió con altos mandos de la Guardia Civil si procedía imponer a los dos agentes un correctivo por haberse dejado robar el coche patrulla o una medalla por las consecuencias tan importantes que había tenido su actuación en la lucha contra ETA. Rubalcaba, consciente de lo que había supuesto aquella actuación policial en un pequeño pueblo de Zamora, resolvió la cuestión condecorando a los guardias y reuniéndose con ellos para conocerlos y felicitarles personalmente.

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