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Lunes, 25 de diciembre 2023, 12:29
El propietario de una vivienda de la carretera Trescasas, en el barrio de San Lorenzo de la capital segoviana, ha denunciado a sus inquilinos por ejercer en ella la prostitución. Lo que parecía un alquiler normal se destapó dos meses después cuando vio su piso ... anunciado en una página web de contactos. Les pidió que se fueran, pero se negaron; llevan medio año sin pagar el alquiler y el proceso para romper el contrato, aunque sea por subarrendar habitaciones, sigue su curso. «Ya me ha pasado a mí, por lo menos que la gente se entere y no le pase a nadie más», subraya el dueño.
El propietario y su familia alquilaron la casa en abril. «Nos dio la impresión de que era una pareja normal», afirma. Firmaron el contrato y cobraron tanto la fianza como el medio mes que quedaba por vencer. Ya entonces empezaron las quejas de los vecinos. «No le dimos más importancia, pueden hablar lo que quieran, pero ya está». Los inquilinos pagaron mayo con normalidad, pero llegaron al 7 de junio sin abonar el siguiente mes.
En lugar de hacerlo por transferencia bancaria, como reflejaba el contrato, lo ingresaron en efectivo en su cuenta. Fue el último pago que han hecho. El día después, un amigo les mandó al teléfono una captura de pantalla con un anuncio en una página erótica. «Esta es tu casa, ¿no?» El anuncio ofertaba un «piso nuevo discreto para chicas ordenadas limpias» cerca del 'viaducto' de Segovia. «Te brindamos habitaciones bonitas de buen confort, tv wifi, sábanas, toallas. Estarás como en tu propia casa, ambiente familiar, bancos, estacionamiento cerca, supermercado, bares, restaurantes, lugar céntrico». El mero hecho de subarrendar habitaciones ya era motivo suficiente para romper el contrato, así que les dijeron que se fueran, bajo amenaza de denunciarles. Les dieron tres días, pero se quedaron.
En un primer momento, la policía les dijo que una denuncia por incumplimiento de contrato debe seguir la vía civil, que los indicios dejaban suficiente presunción de inocencia para albergar prácticas legales; pero argumentaron un segundo pantallazo en el que reconocieron a la firmante del contrato posando con ropa provocativa en el pasillo de la vivienda y ofertando sus servicios por 60 euros. «Es ella por los tatuajes». No es el único anuncio sexual en su casa.
Aceptan que la prostitución no sea una práctica ilícita. «Pero haciéndolo en un sitio que sea legal, no en mi vivienda», se quejan los propietarios. Esos días mantuvieron una conversación con el inquilino, que argumentaba haberse distanciado de su pareja. «Nosotros pensamos que el proxeneta es él y ella es la madame».
Utilizaron el «farol» que les aconsejó jugar un amigo policía y hablaron de denunciar por trata de blancas y proxenetismo. «No podemos demostrar que haya trata de blancas, nosotros no somos policías, pero al día siguiente los vecinos vieron salir a dos mujeres del piso con dos bolsones de ropa. Y esas ya no han vuelto».
Con el paso de las semanas, la presión vecinal –la vivienda está en un grupo de tres bloques que suman 24 residentes– llevó a una reunión sobre el tema en la que el propietario tuvo que dar la cara. «Les dije lo que había y les animé a que fueran a comisaría», apunta. El siguiente paso fue una recogida de firmas para denunciar el caso de forma independiente por parte de este vecindario. El consejo que han recibido de los agentes es evitar la confrontación. «Son peligrosos», esgrime el dueño, que tiene razones para sostener que tienen otra vivienda en 'Zafer', una urbanización cercana del barrio.
En cuanto empezó el conflicto, no solo cesaron los pagos del alquiler, sino de suministros como el agua o la luz. Como medida paliativa, el propietario redujo la potencia. «Llegaban unos recibos de luz increíbles. El aire acondicionado en verano, el agua caliente… Parece que se ducha media Segovia en mi piso». Medio año después, el propietario desconoce que haya avances.
La vida en el piso sigue igual. Ese ambiente de entradas y salidas a deshoras. Los vecinos se quejaban de que el timbre sonaba a altas horas de la madrugada y han desconectado el de la entrada. «La Policía Local ha estado allí porque se quejaban de ruidos y no les han abierto la puerta», señala el dueño. Aunque el negocio no tenga los decibelios de una fiesta, es una molestia constante. «A partir de las diez o las doce de la noche hay mucho ruido. Están empotrando en la pared como si no hubiera un mañana. Y en el bloque hay niños». El dueño y su familia buscaron la mediación de la Policía Local y presentaron un escrito en el Ayuntamiento argumentando la problemática de ruidos, sin éxito.
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