Delcy Rodríguez, emperatriz bolivariana y dolor de cabeza para el Gobierno

Perfil ·

Hija de guerrillero y 'factótum' de Nicolás Maduro, su nombre está relacionado con la 'trama Ábalos' y con las presiones al opositor Edmundo González

Lunes, 21 de octubre 2024, 00:22

Cómprate una calculadora para que aprendas a sumar cuántos kilos caben en una maleta». Si algo caracteriza a la vicepresidenta de Venezuela y ministra del Poder Popular del Petróleo, Delcy Rodríguez, es su lenguaje directo y la tendencia a no rehuir nunca el choque. Tampoco ... en las redes sociales. Mujer «extremadamente ambiciosa» y «resentida» con la misma democracia que le permitió estudiar, en su juventud, Derecho en Caracas y especializarse, después, en París –tal y como la define la periodista exiliada en Madrid Ibéyise Pacheco en su libro 'Los hermanos siniestros', en referencia también a Jorge Rodríguez, presidente de la Asamblea Nacional–, respondió así en septiembre a la diputada del PP Cayetana Álvarez de Toledo cuando esta le afeó el ya célebre episodio en el aeropuerto de Barajas en la madrugada del 20 de enero de 2020.

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Esa noche, de su avión desembarcaron 40 maletas que fueron subidas a un coche de la Embajada de Venezuela en Madrid. Aún no se ha aclarado su contenido, tampoco su peso, pero prendieron el llamado 'Delcygate', una trama con ramificaciones que la convierten en protagonista destacada del informe de la UCO sobre el 'caso Koldo-Ábalos'. «Todos hemos podido ver el tamaño del avión. Ahora coja usted el avión, como si fuera una maquetita, e introduzca 40 maletas. Miren a ver si cabe. Luego, en un alarde más de imaginación, las vamos a llenar. ¿De qué las llenamos? De oro, cocaína, dólares. Intente despegar y cruce todo el charco», señaló, en un intento de desmentir las sospechas, el entonces ministro de Transportes José Luis Ábalos, cuando fue citado en mayo en la comisión que investiga la trama corrupta en el Senado.

Ese 20 de enero el también número tres del PSOE se reunió con Delcy Rodríguez en una de las salas VIP del aeródromo madrileño, a pesar de que las sanciones que pesaban desde 2017 sobre el chavismo le prohibía el ingreso al territorio de la Unión Europea. «Viene en privado el lunes y quiere verme discretamente», refleja un pantallazo incluido en el informe de la UCO de un mensaje que Ábalos envió días antes al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. «Bien», le responde este. El motivo, según señaló el entonces ministro, era cobrar una deuda que Venezuela tenía con la empresa asturiana Duro Felguera, cantidad que la compañía asegura n haber cobrado todavía.

Pero aquella noche también merodeaba por el aeropuerto el comisionista Víctor de Aldama, «nexo de corrupción» de la trama y perejil de todas las salsas. El empresario madrileño, que había sido contratado por Globalia para recuperar otra deuda de 200 millones de euros que el Gobierno venezolano guardaba con la empresa, se valió de sus contactos –todavía era cónsul honorario de Georgia– para negociar directamente con Rodríguez la venta de 104 barras de oro valoradas en 68,5 millones de dólares a la empresa Bancasa mediante un contrato facilitado por el Fondo de Desarrollo Nacional de Venezuela. El oro debía viajar desde Moscú hasta Caracas, con una parada en Zambia, en un vuelo programado el 1 de enero de 2020 que finalmente aterrizó en suelo venezolano el día 3.

Nacida en Caracas en 1969, el currículum de Delcy Rodríguez parece un listado que enumera todo el gabinete venezolano. Ministra de Presidencia –todavía con el comandante Hugo Chávez al frente del país–, de Comunicación, de Asuntos Exteriores (como canciller), presidenta de la Asamblea Nacional venezolana, madrina del Estado Bolívar –un cargo honorífico que aún retiene–, ministra de Economía y Finanzas, y, ahora, vicepresidenta y titular de la poderosa cartera del Petróleo.

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En definitiva, premios a la lealtad de una chavista de primera hora, número dos de Nicolás Maduro y católica de confesión, gracias a cuya lealtad inquebrantable fue elegida para hacer uno de los últimos trabajos sucios para el régimen, que derivó en otro quebradero de cabeza para el Gobierno de Sánchez. Tras las elecciones presidenciales de Venezuela del pasado 28 de julio, cuyas actas no han sido aún publicadas y que continúan bajo las sospechas de pucherazo, el candidato de la oposición, Edmundo González –al que el Congreso y el Senado, aquí, y el Parlamento, en la UE, le reconocen como presidente «legítimo» de Venezuela–, se refugió primero en la Embajada de Países Bajos y, luego, en la española, con el objetivo de pedir asilo en Madrid.

A la residencia del embajador español, Ramón Santos, se desplazaron hasta dos veces Delcy y su hermano Jorge para obligar a firmar a González un documento –como se aprecia en una foto distribuida por la Asamblea venezolana–. El objetivo, como señala el propio opositor, era forzarle a abandonar el país y a reconocer la victoria de Maduro en un momento en el que la comunidad internacional ya la cuestionaba. El Ministerio de Asuntos Exteriores de España negó tajantemente que el Gobierno de Sánchez tuviera algo que ver en este supuesto chantaje.

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La visita a González pone de relieve la posición de Delcy Rodríguez como piedra angular del chavismo. Un carácter y una defensa de lo bolivariano que mamó desde su infancia. Su padre fue el guerrillero Jorge Antonio Rodríguez, acusado de participar en 1976 en el secuestro más largo de la historia del país, el del empresario estadounidense William Frank Niehous, al que sus captores atribuyeron ser un agente de la CIA. Rodríguez padre falleció poco después, a los 34 años, cumpliendo condena preventiva en Caracas. La causa oficial, un infarto . Nunca se ha podido aclarar si medió responsabilidad de los servicios de inteligencia venezolanos de la época. Décadas después, su hija ejerce de 'factótum' del régimen de Maduro con conexiones con España ahora bajo investigación judicial.

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