El padre Rubén estaba a punto de dar comienzo a la misa de las siete cuando habló con él por última vez. «Estoy pendiente de una llamada de mi hija por si ingresamos a mi mujer», le dijo su sacristán, Diego Valencia (65 años), el ... hombre leal y solícito con el que compartía desde hacía ocho años el día a día de la iglesia de La Palma, el principal templo de Algeciras. «Para un sacerdote, el sacristán es sus pies y sus manos, se encarga de que todo funcione». Rubén le preguntó por Ana, que sufre una enfermedad pulmonar, y luego empezó la eucaristía. «Y veinte minutos después... ».
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Veinte minutos después, Yassine Kanjaa entró en el templo armado con un cuchillo de grandes dimensiones, una especie de catana con la que provocó la estampida general de los presentes. Todos menos Diego Valencia. «Durante la misa vi a dos feligresas a las que tenía que dar un comunicado, por lo que, al terminar, fui a hablar con ellas a la sacristía. Esos cinco segundos son los que a mí me salvaron y a él [el agresor] le hicieron equivocarse», relata el padre Rubén, que es vicario parroquial de La Palma. Diego vestía de monaguillo durante la eucaristía, por lo que todo apunta a que lo confundió con el cura.
El sacristán recibió «el primer machetazo» en el patio de la iglesia. Lo alcanzó en la espalda. El padre Rubén no llegó a presenciar la agresión, pero escuchó el griterío. «Me asomé y vi a un hombre con barba de varios días, una chilaba y un arma blanca en la mano. Mi instinto fue correr y llamar a la policía. Un minuto, eso tardé. Cuando bajé, Diego ya estaba muerto», describe el sacerdote, que se emociona al recordar la situación porque, dice, en la iglesia de La Palma son «una familia». Y el sacristán era una parte importantísima de ella.
Atentado en Algeciras
Melchor Sáiz-Pardo Juan Cano Sara I. Belled
Melchor Sáiz-Pardo juan cano Mateo Balín
juan cano Melchor Sáiz-Pardo
Juan Cano Melchor Sáiz-Pardo
Ha pasado toda la noche sin dormir, pese a las «ocho tilas» que se tuvo que tomar para calmarse. Porque al dolor de la pérdida de Diego se suma el «terror», del que sólo encuentra refugio en la fe. «¿Que cómo me siento? Ahora me siento como se podía sentir un policía o un guardia civil en los tiempos del terrorismo de ETA».
Ese miedo surge de una convicción. «Él iba a por mí. Esos cinco segundos con las feligresas, que es lo que tardé en salir de la sacristía, me salvaron. Ayer -por este miércoles- nací de nuevo. El 25 de enero, día de la Conversión de San Pablo, yo he vuelto a nacer», afirma.
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El sacerdote quiere que a Diego Valencia se le recuerde por lo que hizo. «Fue un acto heroico de servicio por la Iglesia Católica. Se enfrentó al agresor para defender lo sagrado, para defender el templo, para defender su trabajo. Eso hay que ponerlo en negrita».
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