Esta es, sin duda, la reunión más decisiva de la OTAN en sus 73 años de existencia, la que ha redefinido el nuevo Concepto Estratégico de la organización, y por consiguiente las prioridades a través de las cuales se diseñará el nuevo orden internacional. Lejos ... de certificar la «muerte cerebral de la alianza» y gracias a Vladímir Putin Europa, la OTAN, por el contrario, se va a 'otanizar' aún más, recobrando el papel de organización político-militar defensiva insoslayable para proteger al Viejo Continente de la mayor amenaza a su existencia desde su reparto y división radical a raíz de la derrota del nazismo.
Hace diez años, cuando se definió el anterior Concepto Estratégico, que marca todos los servicios de defensa de los países miembros, ni Rusia ni China eran consideradas una amenaza para Occidente. Antes bien, la cooperación con ambas y el reforzamiento del comercio y las relaciones políticas, económicas y culturales se presentaban como paradigma de una globalización competitiva pero beneficiosa para todos. Europa se echó en brazos de Rusia para su aprovisionamiento energético y en los de China para la fabricación barata de una parte cada vez más gigantesca de sus bienes de consumo.
El resultado está a la vista. Europa descubrió de la noche a la mañana que estaba inerme ante una Rusia decidida a reinstaurar el sueño imperial de Pedro El Grande, mientras que la pandemia del coronavirus dejó al descubierto que en todo el territorio de la Unión Europea no había una sola fábrica capaz de suministrar un medicamento tan básico y a la vez imprescindible como el paracetamol.
A la fuerza ahorcan, y contrariamente a quienes preconizaban el declive inexorable de lo que conocemos como Occidente, este ha logrado contrarrestar la amenaza y detener el avance que se auguraba incontenible de Rusia sobre Ucrania. Tanto la OTAN como la UE pronto fueron conscientes de lo que estaba en juego. De forma que el reforzamiento de la unidad y cohesión de ambas organizaciones, también el del vínculo transatlántico con Estados Unidos, la inmediata petición de integrarse de países tradicionalmente neutrales como Suecia y Finlandia y, en fin, la firme voluntad de aumentar los presupuestos y capacidades militares de todos y cada uno de los países miembros marcan el rumbo del enfrentamiento con Rusia. Cierto es que Moscú y su armamento nuclear infunden respeto y desconfianza, y que los conflictos se extenderán a todos los escenarios posibles, incluidos África y América Latina. Hoy ya no hay conflictos locales; todos son globales.
China es, sin embargo, el gran adversario, y como tal ha sido designado en la nueva hoja de ruta de la OTAN. Su esfuerzo militar y tecnológico, sustentado en su enorme superioridad demográfica y en un régimen autoritario que pretende demostrar sus ventajas en términos de eficiencia, constituye un desafío de mayor calado incluso que el de la propia Rusia.
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