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Una cruel y gran tragedia

Antonio Papell

Jueves, 17 de agosto 2017

Los efluvios del 11 de marzo de 2004 sobrevolaron hoy de nuevo los aires pacíficos de este país con la saña y la arbitrariedad que hacen especialmente detestable el terrorismo: los paseantes que, pese al ardor canicular, transitaban por las entrañables Ramblas catalanas se vieron ... brutalmente arrollados hasta la muerte por la furia homicida de los fanáticos. La causa que defienden estos monstruos no prosperará, más bien al contrario, pero la horda se congratulará por haber estremecido a las muchedumbres que abrazan sus creencias sin agresividad, con la tranquilidad y la paz interior de que quien tiene dudas porque sabe que el otro puede tener razón.

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