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J. Cano
Sábado, 20 de julio 2024, 13:01
Los vuelcos, como se conoce en el argot policial a los robos de droga, han transformado por completo el paradigma del narcotráfico. Y las organizaciones criminales han reaccionado armándose hasta los dientes para defender la mercancía. «La conflictividad ha crecido por el control del territorio, ... la rivalidad entre ellos, los asaltos a las 'guarderías' (donde se almacenan los estupefacientes)… y todo ello ha traído aparejado un aumento de la cantidad y la calidad de las armas», reflexiona la inspectora de la Comisaría General de Información (CGI) de la Policía Nacional que se dedica a combatir este mercado. Ese incremento de la «calidad» se traduce en que donde antes había pistolas -la Glock era la más apreciada- ahora encuentran armamento de guerra. «Están dejando de lado las pistolas semiautomáticas por los fusiles de asalto, como el AK-47 o Kalashnikov», añade.
Los agentes especializados en la lucha contra la droga también han apreciado este cambio de tendencia. Los traficantes recurren a armas cada vez más potentes para mostrar músculo e infundir respeto -si no miedo- en las organizaciones rivales, ajustar cuentas o defender un alijo ante un eventual robo. «El problema es que cuando un individuo vestido de policía llama a su puerta, el narco no sabe si es un agente de verdad u otro traficante disfrazado», explica un mando policial con décadas de servicio en la Costa del Sol. «De hecho, -continúa-, en una actuación reciente, un detenido nos preguntó: '¿Cómo que habéis vuelto? ¡Si ya estuvisteis aquí la semana pasada y os llevasteis todo! Evidentemente, no habíamos sido nosotros». Para evitarlo, las Fuerzas de Seguridad están incorporando a las operaciones furgones y efectivos uniformados para que al otro lado tengan claro que quien está golpeando la puerta es la Policía. «Muchas veces se tranquilizan cuando ven que somos nosotros y no otros delincuentes para robarles», apostilla el investigador.
El mercado de las armas en el crimen organizado sigue unos parámetros completamente distintos al de la delincuencia común o el terrorismo. Los grupos criminales tienen capacidad para adquirir cargamentos y suelen utilizar armas nuevas. «A ellos no les gustan las pistolas o los subfusiles fabricados con impresoras 3D, no los ven seguros», apostilla la especialista de la CGI. Tampoco usan armas sucias ni se entretienen en buscarlas con el número de serie borrado, que además no es tan fácil de eliminar. «Salvo que sean armas de los 80 o los 90, podemos saber de dónde vienen. Ahora, estos códigos son casi imperceptibles, vienen marcados a láser o troquelados en el interior y el exterior del arma, así que, para intentar borrarlos, tendrían que fresar el metal al menos dos milímetros. Y aun así, en las armas modernas, podríamos recuperarlo mediante ultrasonido, rayos X o aplicando unos ácidos», detalla José Jiménez Planells, criminólogo forense y perito judicial.
La realidad es que el crimen organizado tiene en sus manos las mejores y más potentes armas porque la financiación no es un problema. Pero, ¿cómo las consiguen? La experta de la CGI aclara: «Llevamos años intentando pillar a alguna organización dedicada en exclusiva al tráfico de armas. Es misión prácticamente imposible encontrar esta tipología delictiva aislada. En realidad no existe tanta demanda y no hay bandas que se dediquen sólo a eso. La mayoría de los grupos que mueven armas alternan con la droga». Según la especialista, las pistolas, subfusiles y fusiles del crimen organizado entran mediante contrabando transfronterizo y utilizan las mismas rutas y portes que los estupefacientes. En cada alijo de droga pueden colar tres, cuatro o 10 armas. La Policía lo denomina 'ant trade' (tráfico hormiga).
Además, para estos grupos criminales, las armas son «de un solo uso». Si las utilizan en algún delito, se deshacen de ellas de inmediato. Y si en un vuelco sustraen armas a otra organización, las abandonan rápidamente en cualquier lugar porque prefieren no quedarse con ellas (y con los delitos que lleven asociados). Más que en investigaciones policiales, las Fuerzas de Seguridad suelen recuperarlas porque alguien las encuentra de forma fortuita tiradas en el campo, en el mar o en un contenedor. O porque -y esto sucede cada cierto tiempo- hallan un arsenal dentro de un coche abandonado por la propia organización.
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