El Gobierno ha sacado adelante este miércoles dos de los tres decretos que había planteado como claves en el Congreso. Lo ha hecho tras una negociación hasta el último minuto con Junts, la formación de Carles Puigdemont.
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El vodevil en la convalidación de los decretos ... leyes nos recuerda que no es lo mismo gobierno que gobernabilidad. Los mimbres de esta legislatura ya eran endebles para el ejecutivo de Pedro Sánchez, con unos socios parlamentarios heterogéneos y en pugna por pares (PNV con Bildu; Esquerra Republicana con Junts; Podemos con Sumar).
Pero mención aparte merecen los de Carles Puigdemont, que tienen una lógica diferente al resto de partidos que apoyaron la investidura de Sánchez en el Congreso. Ni han tenido roce con el PSOE en la anterior legislatura, ni gobiernan Cataluña, ni comparten una agenda de izquierdas. Su única lógica se rige por erosionar al gobierno de Esquerra y mantener siempre dos grados por encima de los republicanos su aspiración a la independencia.
Así se debe leer las concesiones que ha arrancado en balanzas fiscales o en inmigración, como su vocación para movilizar la agenda identitaria en pugna con una nueva extrema derecha catalana que despunta fuerte. Y eso que estos decretos leyes eran populares, cuando haya que repartir costes políticos.
La votación de la convalidación de los tres reales decretos del gobierno no anticipa una legislatura de trámite.
Si pensábamos que la anterior había sido dura para el gobierno de coalición, esta augura un viacrucis en cada votación y unos socios nuevos como es Junts y Podemos, que no van a ceder ante las presiones de un gobierno que hoy ha sentado las bases de los límites de las futuras negociaciones: último minuto y cesiones importantes para los interlocutores.
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La parte más castigada del gobierno de coalición de Pedro Sánchez es sin duda Sumar, que va a tener que interlocutar con un partido que busca dinamitar su acción política: Podemos.
El gobierno de coalición podría tomar nota de ello y quitar protagonismo a Yolanda Díaz para que la formación morada que dirige Ione Belarra no vuelva a ser un problema para aunar una mayoría parlamentaria.
Junts avisa, si no obtiene réditos, cuantificables y palpables a cambio de sus siete votos, no dará su apoyo a ninguna de las acciones legislativas del Gobierno de Sánchez y Díaz.
El debate y la votación que se celebró este miércoles supone, más allá del resultado del mismo, la muerte de un mito y el final de un relato. El mito que muere hoy es el de los superpoderes y la invulnerabilidad de un Pedro Sánchez que ha sido finalmente derrotado en una de las tres votaciones en el Congreso de los Diputados y ha salvado las otras dos gracias a Carles Puigdemont, poniendo de manifiesto ante toda la ciudadanía tanto la debilidad de su gobierno como su extrema dependencia del expresident fugado a Waterloo.
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Pero también muere hoy un relato, la principal narrativa que ha utilizado el PSOE desde las pasadas elecciones. Me refiero de la supuesta mayoría progresista que nunca lo fue, puesto que queda demostrado que Junts per Catalunya ni era parte ni quería un gobierno progresista, sino más bien un gobierno débil para poder lograr sus objetivos: primero los penales (la amnistía) y después los políticos (el referéndum de independencia).
A partir de ahora, aunque nada cambie a corto plazo, ya nada será igual.
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