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Que la política es una picadora de carne pueden confirmarlo en Podemos. Y nada mejor para ilustrarlo que aquellas fotos tomadas la noche del 25 de mayo de 2014, la de las elecciones europeas que supusieron la primera campanada de los morados tras convertirse, de ... un día para otro, en la cuarta fuerza más votada del país. Diez años más tarde, los protagonistas de aquél éxito ya no forman parte de la dirección del partido o, directamente, están enfrentados con el proyecto de Ione Belarra. Teresa Rodríguez rompió con el partido en 2020 y fundó Adelante Andalucía; Íñigo Errejón es ahora el portavoz de Sumar en el Congreso tras protagonizar una escisión, Más País; Pablo Bustinduy fue rescatado por Yolanda Díaz para sustituir a Belarra en el cargo de ministro de Derechos Sociales; Pablo Echenique dejó la política tras el 23-J; Juan Carlos Monedero rescindió recientemente su contrato con Canal Red tras verter críticas de «bunkerización» sobre el medio oficialista de la formación; y Pablo Iglesias abandonó la secretaría general tras el varapalo de las autonómicas madrileñas de 2021, aunque conserva una gran influencia sobre la militancia y la organización.
Las divergencias estratégicas surgidas en los distintos congresos de Podemos, el ascenso de Sumar tras la designación de Díaz -que nunca tuvo carné del partido- como sucesora de Iglesias, la debilidad territorial de un proyecto que ha perdido más de 100 parlamentarios autonómicos desde 2016 y, en muchos de estos casos, las rencillas personales surgidas entre sus protagonistas pese a compartir gran parte del programa electoral, han acentuado la soledad de un proyecto que soñó en sus inicios con la transversalidad asamblearia de los círculos ciudadanos, pero que en los últimos meses está sufriendo un goteo de deserciones.
La última salida la protagonizó el 19 de enero Lilith Verstrynge, secretaria de Organización de Podemos y número tres en el escalafón del partido, que también dejó su acta de diputada-restando a los morados uno de sus cinco escaños en el Congreso al pasar a manos de Sumar-. Su caso no fue, según fuentes de la dirección, una purga interna. Más bien se debió a las espinosas negociaciones con Sumar, que la propia Vestrynge encabezaba, «y que en los últimos meses se desarrollaron en condiciones muy difíciles». Eso sí, a la plana mayor liderada por Belarra este movimiento les pilló «por sorpresa». «No nos lo esperábamos», explican.
Semanas antes habían hecho lo propio, y con duras críticas por la ruptura con Díaz, los dirigentes madrileños Alejandra Jacinto, Roberto Sotomayor o Sergio García Torres. También el líder del partido en la comunidad, Carlos Santos, que se fue dando un portazo: «Lo que en 2016 cabía dentro de Podemos, hoy ya no cabe debido al refuerzo de una línea política centrada en su autoafirmación».
Una interminable lista que ha dejado mermado el capital humano de Podemos. Quizá la más dolorosa, por lo que ha significado para el partido en la última legislatura, fue la del exsecretario de Estado Nacho Álvarez, reclutado por Díaz para liderar el área de economía de la campaña del 23-J y que Sumar ofreció a Belarra como ministro de la cuota morada para calmar las discrepancias. Pero había un problema, los morados ya no consideraban a Álvarez uno de los suyos, lo que provocó ese mismo día su dimisión, como una solución salomónica hacia las dos partes.
Mismo patrón se ha repetido en Asturias o Cataluña. En esta última comunidad con una dimisión en bloque de más de 120 militantes no conformes con el rumbo de las relaciones con Sumar, especialmente tras la marcha, a principios de diciembre, de los cinco diputados de Podemos al Grupo Mixto. El divorcio también provocó que los dirigentes catalanes de la organización Jessica Albiach y Jaume Asens rompieran sus carnés de Podemos.
Sumar ha aprovechado esta situación para engordar sus mandos tirando de la cantera morada, sobre todo después de que Podemos prohibiera en su último documento político la doble militancia. Empezando por la propia jefa de prensa de Díaz, Noelia Vera, antaño encuadrada en la cúpula del partido, exsecretaria de Estado de Iglesias y Belarra en Derechos Sociales y que dijo adiós a la política en septiembre de 2021 hasta regresar ahora tras la llamada de la vicepresidenta segunda.
La respuesta de Podemos ante estos movimientos viene siendo la misma desde Vistalegre II en 2017, el congreso que fracturó en dos al partido y en la que Iglesias se impuso a Errejón, forzando también la salida de otros históricos como Carolina Bescansa, Tania Sánchez o Rita Maestre. «Respetamos la decisión de cualquier compañero que se quiera marchar de un proyecto, como saludamos a todas y todos los que vienen a formar parte de una izquierda valiente y transformadora como es Podemos».
La tarea de recomponer el partido recae desde el lunes en Pablo Fernández, que será el quinto secretario de Organización en la última década después de Sergio Pascual (elegido en noviembre de 2014), Pablo Echenique, Alberto Rodríguez y la propia Verstrynge, que asumió el cargo en junio de 2021 con el ascenso de Belarra. Por delante, un proceso de reestructuración territorial a las puertas de un ciclo electoral en el que competirán cara a cara con Sumar en Galicia, País Vasco y las europeas del 9 de junio. La guinda del pastel que decantará el pulso hacia uno de los dos lados y en el que la candidata será Irene Montero, después de que el Gobierno ofreciera para ella el puesto de embajadora en Chile «para que dejara de dar problemas». Algo que Díaz nunca ha llegado a reconocer, pero tampoco ha desmentido.
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